He necesitado casi medio año para comprender como se vive el deporte en Estados Unidos y hoy al fin lo he conseguido. He buscado la respuesta en el fútbol americano e incluso en el American Airlines Arena, sede de los Miami Heat, pero hasta el momento sólo había encontrado comida, publicidad y la sensación de quelo que se jugaba duraba una eternidad con el fin de doblar las cantidades de las dos anteriores.
Todos los precedentes corroboraban pues esa visión tópica de que al estadounidense lo que le gusta no es el deporte sino sentarse a pasar la tarde viendo algo que no le haga pensar demasiado. Y sin embargo hoy me he dado cuenta, durante el partido contra Eslovenia, de que el cebo necesario para despertar el forofo interno que todos llevan dentro son las barras y las estrellas.
Cuando es el orgullo del país el que está en juego la cosa cambia. Me decía el otro día uno de los que seguía el encuentro conmigo que no le importaba demasiado el papel norteamericano en el Mundial. Y de hecho pareció no prestar atención alguna al choque cuando la patria en la que creció se marchaba 2-0 abajo al descanso.
Sin embargo bastó con que yo planteara en alto mi deseo de que ganara Eslovenia (siempre he sido muy de los outsiders) para que se sentara delante del televisor y no se despegara de él hasta el último minuto, vibrando como si le fuera la vida en ello.
Y poco a poco se fue metiendo en el partido. Él, que siempre ha sido fan incondicional del béisbol (de hecho no hay día que no discutamos sobre él ya que a mi me sigue pareciendo que es un juego en vez de un deporte) comenzó a rajar contra Koman Coulibaly (protagonista de la jornada junto con Undiano, ya tardaban en aparecer los árbitros en escena) por el gol legal anulado en fuera de juego y a arengar a los once hombres que pisaban él césped como si se le hubiera aparecido la Virgen de Fátima en las ondas de la ESPN.
Poco importaba que no supiera donde juega Donovan, a fin de cuentas esos datos acabarán siendo irrelevantes algún día. Estaba sonrojando a la patria que lleva dentro un país de apenas dos millones de habitantes. Motivo suficiente para disfrazarse de hincha por un día y cambiar la pelota pequeña y el bate por el Jabulani.
Al final acabó preguntando por las posibilidades de Estados Unidos de pasar a siguiente ronda y por los rivales que podrían tocarles, con una seguridad en su combinado a prueba de bombas. Y encima se atrevió a sentenciar que Estados Unidos aún no había hecho nada en la historia del balompié porque no había decidido invertir dinero en ello. Orgullo, patriotismo y algo de soberbia. Así es el deporte por estos lares.
sábado, 19 de junio de 2010
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2 comentarios:
Aún tienen posibilidades matemáticas. Si vencen a Argelia están en octavos.
Saludos desde La Escuadra de Mago
muy bueno tu blog. podrias extenderte en la idea del beisbol juego/deporte?
yo soy un chileno en DC (por eo sin tildes)
muchas felicitaciones
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