jueves, 29 de julio de 2010

Nombres del fútbol: Artemio Franchi

Inicio hoy una nueva sección para los viernes llamada nombres del fútbol. En ella trataré de descubriros que historia hay detrás de esas personas generalmente anónimas que bautizan un estadio, un trofeo, una grada... Personas que por uno u otro motivo han sido lo suficientemente importantes como para que su recuerdo permanezca.

Artemio Franchi es el encargado de dar nombre a dos estadios italianos, el de la Fiorentina y el del Siena, ciudades apenas separadas por 90 kilómetros y cuyos equipos guardan una fuerte rivalidad futbolística. Nuestro protagonista de hoy es pues el único nexo entre ambos clubs debido a cuestiones extradeportivas derivadas de su nacimiento y su fallecimiento.

De hecho hay incluso controversias en torno al lugar donde vio la luz por primera vez porque si bien es cierto que lo hizo en Florencia esto sucedió cuando sus padres sólo llevaban dos meses en la ciudad, procedentes de... Siena. Hasta que metió la cabeza en el mundo del fútbol su vocación se derivói hacia el derecho internacional, donde se graduó con honores en la ciudad de Florencia después de haber formado parte del ejército en 1943.

Tras ser director deportivo de la Fiorentina se convirtió en el Presidente de la Federación Italiana, donde cosechó sus mayores éxitos. Si bien es cierto que él no jugaba para la azzurra, durante su mandato (1966-1976) la selección consiguió la Eurocopa del año 68 y posteriormente ser finalista del Mundial del 70.

Su buena gestión le permitió compaginar esta labor con la de Presidente de la UEFA del 72 al 74 y con la de Presidente de la FIFA hasta el 76, cuando renunció a liderar la federación nacional para desempeñarse en este último puesto. Sin embargo volvió a encabezar el ente federativo de su país dos años después hasta 1980, donde el escándalo de las apuestas le obligó a dimitir.

En lo que se refiere al fútbol europeo y mundial fue presidente del comité organizador de la Eurocopa, y vicepresidente de la federación futbolística internacional, presidente de la comisión de finanzas de la FIFA y presidente del comité de arbitros, estando además siempre presente en los comités organizadores de la Copa del mundo. Además fue el encargado de la creación del centro técnico federativo de Coverciano, de mucha utilidad para el futbol transalpino.

Todo ello antes del trágico final de su vida, que le llegó en el año 1983 al sufrir un accidente de tráfico en una curva mojada de Siena. Desde entonces su figura ha sido motivo de constantes homenajes como el Mermorial Artemio Franchi y la copa con el mismo nombre.

El primero se celebra anualmente desde 2008 como un amistoso veraniego que tiene como protagonista a la Fiorentina y a otro club (el Barcelona en la primera edición, el PSG en la segunda y probablmente el Liverpool en la tercera). La segunda se celebró en dos ediciones (1985 y 1993) y enfrentó a la nación campeona de Europa y a la campeona de Sudamérica.

miércoles, 28 de julio de 2010

¿Qué ha sido de... Goran Drulic?


Me visita estos días en Miami un amigo de Zaragoza, fan acérrimo como es lógico del equipo maño y socio desde hace varios años. Durante su estancia no sólo me ha transmitido su pesimismo con la plantilla de este año sino que además me ha dado hecho el post de hoy con su información sobre el paradero de un mítico del equipo aragonés como fue el serbio Goran Drulic.

Mítico no por su aportación, sino porque el punta balcánico es a día de hoy el fichaje más caro de la historia del club, que pagó por él 12.8 millones de euros. Apodado "El Vieri de los Balcanes" (en analogía con Elvir Balic, al que bautizaron como "El Rivaldo de los Balcanes") tras anotarle cuatro goles al Celta de Vigo en un partido de la Copa de la UEFA, se formó en las categorías inferiores del Estrella Roja, donde llegó a anotar 51 goles en una sola temporada.

Sus primeras patadas como profesional las dio a modo de cesión en el Hadjuk Veljiko, y tras pasar por el equipo que le formó se marchó por una temporada al Barcelona B. Allí, a las órdenes de Juande Ramos, apenas contó con oportunidades y fue incapaz de ver portería en 14 partidos.

A su vuelta a Serbia su nivel mejoró y llamó la atención de muchos equipos punteros, siendo finalmente el Zaragoza el que ganó la partida en un polémico traspaso que acabó llevando a juicio al por aquél entonces presidente de la federación Dragan Dzajic. Tras una presentación digna de un crack se rompió los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda durante la pretemporada en Benasque y desde entonces no volvió a ser el mismo.

Esa misma temporada el equipo descendió y con él Drulic, que aguantó cuatro temporadas en el conjunto maño donde pisó más los hospitales que el césped. En ese periodo de tiempo apenas pudo jugar cuarenta partidos convirtiendo tres goles.

Al finalizar su periplo por España probó suerte en el fútbol belga jugando para el Lokeren. Allí estuvo una temporada antes de poner rumbo a Grecia para enrolarse en la tripulación del OFI Creta, donde disputó más encuentros en dos temporadas que en cuatro años en Zaragoza, anotando 13 goles. No terminaría allí su aventura en tierras helenas pues aún tendría tiempo para disputar una campaña más con el Kavala.

Con morriña de Aragón volvió para probar suerte con el Huesca en una relación que finalmente no llegó a cuajar. Sin embargo no quiso romper su vínculo con la comunidad autónoma. En el año 2009 decidió marcharse a jugar a La Muela, ese pueblo de apenas 5.000 habitantes con plaza de toros cubierta, zoo y tres museos en el que se destapó uno de los mayores escándalos de corrupción urbanística de la historia reciente de España, causando la detención de 28 personas, entre ellas la alcaldesa. El equipo subió la pasada temporada a Segunda B y allí es dónde podremos ver al serbio esta temporada.

lunes, 26 de julio de 2010

Las sorpresas de la clase media

Tomar un par de semanas de merecidas vacaciones tras un mes de Mundial tiene ciertas consecuencias negativas, derivadas principalmente de la pérdida del hábito futbolístico. Si encima es tu selección la que se alza con la Copa del Mundo, produciéndote una poderosa sensación de felicidad de la que sólo te despierta la consecución del Tour por uno de tus paisanos, los efectos son aún más nocivos.

Vamos, que en este espacio de tiempo de asueto que me he tomado he desconectado bastante de la actualidad del fútbol internacional. Sin embargo eso no es óbice para que ciertas noticias sueltas del mercado de fichajes sean aún capaces de sorprenderme. Siempre hay alguna adquisición peculiar que me llama poderosamente la atención, una de esas que no se prodiga demasiado en los medios y con la que te encuentras de morros un día en el que te paseas por internet.

Tres me han llamado poderosamente la atención. Una por exótica e impredecible. Otra porque ya había asumido que nunca se llegaría a producir su traspaso y, porque de hacerse, sería a algún equipo de mayor entidad dónde probablemente sería carne de banquillo. Y la tercera porque podía haber aspirado a más

El fichaje de Eduardo Da Silva por el Shaktar Donetsk pone nombre a la primera. Es un hecho que desde aquella entrada caníbal de Martin Taylor que casi le cuesta una pierna no ha vuelto a ser el mismo pero no lo es menos que es un jugador de primera clase llamada a grandes cosas en equipos grandes.

Acostumbrado a marcar y asistir en proporciones similares no ha adquirido el nivel que tenía antes de aquél fatídico día pero su temporada, firmando a partes iguales siete tantos y siete regalos, hacían de él un futbolista más que apetecible teniendo en cuenta las necesidades económicas del Arsenal y que Chamakh estaba llamado a convertirse en el punta de referencia en el equipo.

Sin embargo nadie ha movido pieza y en plena fase de crecimiento, cuando tiene que dar ese paso adelante para triunfar, se ha marchado al nido de brasileños que es el equipo ucraniano, donde será (a pesar de estar nacionalizado croata) el séptimo de la plantilla por unos irrisorios 7,5 millones de euros, cifra más que asumible para otros muchos.

El segundo caso al que me refería es el del austriaco Marc Janko. Habitual en los últimos años de las listas de los máximos goleadores europeos por sus interesantes cifras en la liga local, a sus veintiséis años (mucho ha tardado) ha dejado el Red Bull Salzsburg para formar en el Twente una de las delanteras más sugerentes del panorama europeo junto a Bryan Ruiz.

Janko ocupa pues el vacío dejado por Nkufo, ídolo de la afición local, que se marchó después de hacer a su equipo campeón de liga. Al igual que otros muchos peloteros pisa Holanda como liga trampolín pero bien es cierto que lo hace tarde y que los cuatro años de contrato firmados pueden llevarle a superar la frontera de los treinta en la ciudad de Enschede, perdiendo así todas sus posiblidades de llegar algún día a jugar en un grande y resolvernos a todos la duda de si sería capaz de triunfar con su 1,97 de estatura (un servidor opina que no).

Albert Riera es el tercer protagonista en cuestión. El manacorí ha pasado de ser internacional español a ser traspasado al Olympiakos, todo después de perder el favor de Benítez en el Liverpool. A pesar de ser un extremo de gran nivel y aún altamente aprovechable se marcha a la liga griega como uno de los fichajes más caros de la historia de la competición pero dando muestras de escasa ambición.

Así pues todo hace indicar que en un mercado donde, salvo el City, nadie parece dispuesto a hacer grandes inversiones, son los equipos de nivel medio de la Champions los que agitarán la bolsa de fichajes en busca de "gangas" que en otras ocasiones no estarían a su alcance. Seguro que en los próximo algún equipo vuelve a sorprendernos.

viernes, 23 de julio de 2010

Resaca de un fracaso mundialista (y IV): Italia

Claro está: el fútbol no saca a un país de la crisis. Pero su actitud, su afición, a veces se convierte en un extraño espejo de sus ambiciones. El lunes 12 las calles de Madrid echaban humo; Italia se silenció el día que Eslovaquia le dio su merecido, en un partido que ni siquiera los propios italianos alcanzaban comprender, callados, rabiosos, incrédulos y con el deseo, en realidad, de que su equipo desapareciera lo antes posible del mapa.

Italia corrió un tupido velo el día 24 de junio. Apenas unos días antes, burlaba la eliminación de Francia, su eterno rival. “Qué vergüenza de Francia”, decían los comentaristas. Poco después se resignaron a callar.
Los bares se quedaron vacíos. El ‘calcio’ –por primera vez en cuatro años- pasó a un segundo plano y, en pleno Mundial, nadie tenía ilusión por ver rodar el balón. En Roma, la pantalla gigante que habían instalado en Villa Borghese se hizo invisible. El Mundial se quedó en una atracción turística. Desaparecieron de los escaparates todos los artilugios que hasta entonces habían hecho gala del “made in Italy” más osado: ropa interior de Dolce Gabanna, mochilas de Armani, pegatinas, estuches... Ni rastro. Los taxistas cambiaron de dial y se pasaron a la radiofórmula, y preguntar por cómo había terminado tal o cual partido era meterse en un litigio innecesario.

Durante unas horas, el país vivió entre la decepción y la incredulidad. Poco después, al día siguiente, los periódicos hablaban de vergüenza, responsabilidad que asumió el propio entrenador, Marcello Lippi. Mantuvo la misma fórmula, pero el equipo llegó “con miedo en las piernas, en la cabeza y en el corazón”, dijo. Palabras muy poéticas a las que habría que añadir falta de ganas y el exceso de confianza de los ganadores. La soberbia del campeón.

Y quizás a eso se refería Lippi cuando atribuía el fracaso a “motivos psicológicos”. También a las dos bajas, Buffon y Pirlo, que serán los “intocables” de la nueva selección. Mientras, la prensa lo tenía claro -“no hay excusas”- y la Liga Norte acudía a su manido discurso federalista -“con jugadores de Padania esto no habría sucedido” . Entre los tifosi, la decepción dio paso a la indiferencia y a un ligero atisbo de confianza depositado en Maradona, su héroe nacional.

Otra decepción, pero Italia no se rinde. Cuando España se proclama campeona del Mundial, el ‘calcio’ encuentra su consuelo: el pulpo Paul. De la manera más inesperada, cantaron victoria, porque el octópodo fue capturado en la isla de Elba. “Ha ganado un italiano”, proclamaban los periódicos. Ahora ya pueden dormir tranquilos.

Mònica Faro, Roma

martes, 20 de julio de 2010

Resaca de un fracaso mundialista (III): Inglaterra

Cuando hace frío y llueve, los ingleses beben cerveza en el pub. Cuando sale el sol y comienza el calor, los ingleses beben cerveza en la calle. Menos cuando se juegan un Mundial. El fútbol es su religión y David Beckham su profeta así que aquí nadie se sorprende cuando los datos económicos del país repuntan, según los analistas, "animados por las ventas minoristas que crecen de cara al Mundial", ni cuando la actividad en la Bolsa de Londres se paraliza porque los brokers están más pendientes del partido de la selección de Capello que de las cotizaciones del parqué.

En estos días, a nadie le importan las connotaciones elitistas y exclusionistas de la bandera de Inglaterra: hay que apoyar a la selección y el emblema ondea en cada balcón y cuelga de cada ventana del país. Mientras, los supermercados hacen su agosto equipando a los aficionados con pinturas para la cara, banderolas para los retrovisores del coche y una edición especial de patatas fritas del Mundial. Así que, antes de que sonara en Sudáfrica la primera vuvuzela, ese espíritu "Come on England" ya se había apoderado de la nación entera.

Todo estaba preparado para la gran actuación de Inglaterra, pero tras el primer partido comenzaron las críticas y las dudas. La cantada de Green frente a Estados Unidos, que impidió que Inglaterra pasara del empate, fue tan criticada como parodiada. Hasta la BBC 24 horas tuvo como estrella del "día después" a un perro brasileño que paraba goles como nadie y hasta por la escudra.

Bromas a parte, a nadie se le escapa que a Inglaterra le costó clasificarse, le costó eliminar a Eslovenia, le costó tanto esfuerzo todo, que pasó a octavos como segunda de grupo, lo que propició el cruce con el rival más temido.

"El fútbol es un deporte que inventaron los ingleses, juegan once contra once, y siempre gana Alemania". Era inevitable que la frase que inmortalizó el delantero inglés Gary Lineker tras la derrota de su equipo frente a la selección germana en los penalties de la semifinal de Italia '90 comenzara a resonar de nuevo en la mente de los aficionados. ¡Y vaya si resonó! Los ingleses sudaron, sufrieron, bebieron, lloraron, pero, sobre todo, se enfadaron. Se enfadaron con Thomas Müller, con el arbitro por no conceder un tanto clarísimo de Lampard, con los jugadores, que dejaban atrás una temporada más marcada por sus escándalos sexuales que por sus éxitos deportivos... pero, sobre todo, se enfadaron con Capello. Los ingleses fantaseaban con la dimisión de un entrenador que, desde el minuto cero, fue rotundo en su respuesta: "no me voy". Había renegociado su contrato antes del Mundial y si quería su salida la Federación de Fútbol Inglesa tenía que pagarle una indemnización de unos 12 millones de libras (alrededor de 13,6 millones de euros), una solución más cara que mantener al italiano al frente de los pross hasta la Eurocopa de 2012.

Los jugadores volvieron a casa entre críticas, no sin antes pegarse un buen homenaje, a base de habanos y cerveza, para festejar su dudosa hazaña. Capello fue confirmado como entrenador. En el número 10 de Downing Street, la residencia oficial del primer ministro británico, retiraron la bandera inglesa que se había izado para apoyar a la escuadrilla nacional. Las tiendas pusieron de oferta las chanclas con los colores de la selección y los británicos, que con tanta ilusión se prepararon para este Mundial, tuvieron que consolarse con la perspectiva de que, al menos, habría un inglés en la final, el árbitro Howard Webb, del que mejor ni hablamos. El único nacido en Inglaterra que cumplió con las expectativas de la nación y del mundo entero fue el Pulpo Paul. Quizá porque ahora vive en Alemania.

Carmen de Águeda, Londres

sábado, 17 de julio de 2010

Resaca de un fracaso (II): Francia

La generación del 98


La salvación en Francia tiene nombres y apellidos. Laurent Blanc. El nuevo seleccionador llega al cargo con la misión de resucitar a una Francia muy, muy tocada. Hundida. Los “bleus” han sido, sin ningún tipo de duda, los tristes protagonistas del Mundial, tanto a nivel deportivo –sólo superados en esta faceta por Italia, gloriosa en 2006- como sobre todo, a nivel extra deportivo, donde el papel de los galos fue peor que lamentable. Francia fue un polvorín.

Una selección que empieza a sembrar su fiasco después de la final del 2006, al retener a un técnico sobrevalorado, engreído, chulesco y maniático, capaz de realizar convocatorias según el horóscopo de sus jugadores. La sobreprotección que tuvo Doménech por parte de la Federación Francesa de Fútbol aún es un misterio. Nadie en todo el país se explica como semejante individuo se convirtió en el seleccionador con más partidos dirigidos al frente de Francia. Un entrenador, por ejemplo, que después de caer en la primera fase de la Eurocopa de Austria y Suiza en 2008, con todo el país cabreado, decide pedirle matrimonio a su novia en directo por televisión, cuando tendría que haber rendido cuentas por el mal papel de su equipo. Un técnico que no contaba ni con el apoyo popular ni con el de los medios de comunicación. Un superviviente, al menos.

En Sudáfrica el único aval que tenía era su condición de finalista en 2006, algo que explotó hasta la saciedad. Incluso después de una fase de preparación horrible (2-1 a Costa Rica, 0-0 contra Túnez y derrota ante China 0-1) Doménech se agarraba a esto, pese a que los jugadores ya cuestionaban sus tácticas y su manera de hacer – reclamaron jugar con más presencia arriba, o hasta la titularidad de Henry-. Un técnico con fecha de caducidad y sucesor anunciado antes del Mundial, por lo que nadie en el equipo se iba a partir la cara por él.

Confeccionó una lista sin figuras como Benzema, Nasri o Ben Arfa –se dice que el sector africano de la selección vetó a los magrebíes- pero con estrellas como Ribéry, Gourcuff o Anelka. El desenlace es conocido por todos: derrotas, insultos (vete a tomar por culo, sucio hijo de puta), expulsiones, motines y la eliminación final y vuelta a casa como auténticos apestados.

Fue lamentable ver cómo después del “caso Anelka” Frank Ribéry interrumpía en calzón corto y chancletas una entrevista a Doménech en directo en la televisión o cómo el capitán Patrice Evra en lugar de calmar los ánimos echaba más leña al fuego al señalar y poner en busca y captura al “traidor” que escampó el improperio del jugador del Chelsea. Dos jugadores incapaces de pronunciar tres palabras seguidas sin decir una en argot. Los “Raperos de suburbios”, como definió en un editorial durísimo “L’Équipe”, después de la derrota ante México (2-0), que tomaron el mando de la selección.

"Estos jugadores no merecen las lágrimas ni el enfado de la gente. Sería dar demasiado a unos hombres que no saben regalar nada. Tenemos que reírnos de nuestros pilares (Ribéry, Gallas y Anelka) que se creen más que el resto”, publicó el director de “L’Équipe”.

La afición no fue menos comprensiva. Centenares de seguidores se congregaron en el aeropuerto para recibirles, aunque no pudieron ni verlos bajar por las escaleras del avión. Buscaban culpables y no se conformaban sólo con Doménech. Ahí estuvo el error de los jugadores. Si hubieran sido eliminados jugando todos los palos habrían recaído en el técnico francés, un “Mourinho perdedor”, muy lejos de las capacidades del entrenador portugués. Pero no, actuaron, hicieron su huelga y dieron una imagen de Francia al mundo esperpéntica. Convirtieron su espectáculo en una cuestión de Estado, que finalmente se llevó por delante a Doménech, al presidente de la FFF, Jean Pierre-Escalettes y probablemente a algún jugador.

Y es que después de todo este embrollo desastroso, la generación del 98 ha tomado el mando. Los jugadores protagonistas de la única estrellita que impera encima del escudo francés se han hecho mayores, y desde su condición de campeones del mundo se sienten con legitimidad para mandar, ya sea de manera oficial u oficiosa.

Blanc es el nuevo seleccionador, y el que debe decidir qué hacer con los protagonistas del motín, entre los que se encuentran cada vez más jugadores implicados (Patrice Evra, Eric Abidal, Frank Ribéry o Jérémy Toulalan fueron algunos de los cabecillas). Barthez formará parte del organigrama técnico, mientras que Lilian Thuram es miembro del Consejo Federal de la FFF y el que más se ha mojado en este tema.

El ex central del Barça, Juventus y Parma ha reclamado, en lo que algunos consideran como un acto político, que el capitán de Francia, Patrice Evra, no vuelva a jugar nunca más en la selección francesa por su implicación en los hechos.

Por otro lado, otros que han intervenido y criticado a los “bleus”, son jugadores como Petit, Dugarry, Lizarazu, Leboeuf o Desailly, que copan las tertulias en los medios de comunicación como analistas técnicos, con una repercusión notable.

Y es que ante un desastre monumental (más se perdió en Cuba), siempre surgen respuestas, y la generación del 98 ha dado su paso adelante.

Victor Mur i Mila, París

miércoles, 14 de julio de 2010

Resaca de un fracaso (I): Brasil

Quien no se consuela es porque no quiere (o la eliminación de Brasil en el Mundial)

Brasil vivió con tristeza la eliminación de la Canarinha en el Mundial de Sudáfrica. El viernes 2 de julio, 192 millones de brasileños protestaron la anulación del primer gol de Robinho contra Holanda y celebraron eufóricos el segundo; acabado el primer tiempo, cuando Brasil ganaba por 1-0, la sensación de euforia quedaba diluida por cierta desconfianza. Todavía quedaban 45 minutos de juego y los holandeses estaban dando guerra: ¿serian capaces los guerreros de Dunga de mantener la victoria?

Tras un cúmulo de despropósitos, durante el segundo tiempo la selección de Dunga no supo sobreponerse a los dos goles de Sneijder. Nerviosos, casi histéricos, fueron incapaces de jugar con coherencia y acabaron con uno menos. Cuando el árbitro pitó el final del partido, el sueño del “Hexa” había acabado. En todo el país hubo lágrimas, llantos y una tremenda sensación de vacío, de haber dejado escapar la oportunidad de conseguir el tan ansiado sexto Mundial de Fútbol para la única selección que ya tiene cinco estrellas en su escudo.

Pero la tristeza y el derrotismo no son nada propios del carácter brasileño. En las declaraciones que hizo al día siguiente de la eliminación, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva lamentó el tropiezo de la Canarinha pero instó a los brasileños a confiar en la selección durante el próximo Mundial de 2014, que además se celebrará en Brasil.

Los medios de comunicación se centraron más en buscar responsables que en lamentar la caída de la selección “verde-amarela”. Poco se habló de la expulsión de Felipe Melo, del bajo rendimiento de la estrella Kaká o de la decepcionante actuación de novedades como Michel Bastos o Grafite. Como en la mayoría de casos, fue el comandante del barco el que tuvo que rendir cuentas tras el fracaso de la selección.

Carlos Caetano Bledorn Verri “Dunga”, que siempre mantuvo una difícil relación con la prensa, fue blanco de críticas, burlas y de un irritante “ya te lo dijimos” que se repitió en todas las emisoras, canales de televisión y periódicos del país. Ya cuando presentó la lista de jugadores convocados a mediados de mayo, la prensa se le tiró al cuello mientras el técnico defendía su elección con cierta prepotencia. La Confederación Brasileña de Fútbol anunció su destitución sin hacer mucho ruido mediante un comunicado en su página web.

Amantes de la fiesta y deseosos de celebrar los triunfos de su selección, los brasileños habían decorado las calles, edificios, comercios, bares y restaurantes de todo el país de color verde y amarillo. Los objetos y artículos más variopintos se vendían con el lema “Rumo ao Hexa” (Rumbo al Hexacampeonato): pulseras, gorros, camisetas, vuvuzelas, pañuelos, material de escritorio, banderillas para el coche… Casi una semana después de la eliminación, los objetos van desapareciendo poco a poco de los escaparates y las calles. Al fin y al cabo, todavía servirán dentro de cuatro años.

Por último, los brasileños tuvieron el placer de ver caer también a sus archienemigos futbolísticos. La derrota de Argentina ante Alemania (y por goleada) hizo olvidar todo lo sucedido el día anterior, y la alegría por la derrota de los “Hermanos” superó con creces la decepción por la eliminación de Brasil. En el “País del Fútbol” (así es como los brasileños, modestamente, se consideran a sí mismos), el deporte rey tiene una importancia desmesurada, sólo equiparable a la rivalidad existente con los argentinos. Así que, al final, “no estaba todo perdido”. Quien no se consuela…

Alba Fernàndez Candial, Río de Janeiro

lunes, 12 de julio de 2010

Diario de un Mundial 29 (12-07-10)

El Mundial tocó a su fin y lo hizo con un colofón inolvidable para la afición española. El triunfo de "La Roja" es, probablemente, el mayor hito deportivo de la historia de nuestro país. Tantos sufrimientos, tantos sinsabores a lo largo de los años, al fin han tenido su recompensa con la entrada en el Olimpo de los más grandes.

Y lo hemos logrado con una generación mágica, un grupo de extraterrestes futbolísticos vestidos de humanos que tocan como los ángeles pero que tienen la humildad del que sabe lo que es trabajar para alcanzar un sueño. No son los más mediáticos, no han protagonizado los anuncios de más relumbrón del Mundial, ni su imagen se asocia a las grandes marcas. Ni siquiera son reconocidos como los más grandes pese a su éxito porque lo son tanto en conjunto que resulta más fácil darle el reconocimiento individual a otro ante la imposibilidad de repartir 23 premios diferentes.

Ganadores de la Eurocopa y del Mundial, muchos de ellos además sobresalientes con sus clubes o considerados los mejores del mundo en su puesto, parece que aún resulta difícil y doloroso para los demás encumbrar a un español como el más grande. Quizás este sea el año en el que al fin encontremos al sucesor de Luis Suárez, más por verguenza torera de los que ya se han quedado sin argumentos para asumir que España, y por ende los jugadores españoles, son hoy los más grandes.

La celebración ha estado a la altura, con un país entero en la calle para celebrar el título, un país que por tradición futbolística ya merecía este premio. Miles de momentos inolvidables desde el gol de Iniesta hasta la camiseta del Barcelona impuesta a Cesc (¡Vaya marrón para el jugador del Arsenal!) pasando por el beso de Casillas a Sara Carbonero, se agolparán en la retina de aquellos que hemos vivido la primera Copa del Mundo de España.

Sin embargo, y a pesar del estado de euforia en el que todos nos encontramos (yo el primero), no se puede pasar por alto que para llegar a esto hemos necesitado cuatro semanas en las que hemos visto en acción a la mayor parte de los mejores jugadores del planeta. Un mes de Mundial que no podemos obviar ya que ha dejado muchas cosas que analizar.

La primera es la organización en sí, que despertaba enormes dudas entre los aficionados al fútbol. Se puede decir que África ha demostrado, en líneas generales, que es capaz de organizar el segundo evento deportivo más importante del planeta con garantías. No ha sido desde luego el Mundial más glamouroso pero no era eso lo que se buscaba en este caso.

En una edición que recordaremos en lo étnico por el ensordecedor ruido de las vuvuzelas y por el "waka-waka" (un intento de canción africoamericanizada), Sudáfrica ha presentado muchos inconvenientes pero a su vez ha conseguido solventar de forma aseada algunas dudas razonables establecidas a priori.

La asistencia ha sido desastrosa, con muchas calvas en los estadios por culpa en gran parte de la FIFA que aunque democratizó su elección no hizo lo propio con el precio de las entradas, prohibitivo para los sudafricanos.

Ahora bien, los estadios han lucido excelentes y la seguridad en gran medida también. No se puede omitir que ha habido robos a periodistas que deben ser condenados, pero en líneas generales se ha superado con nota esa materia así como la de las infraestructuras, de las que apenas se han oído quejas al respecto.

Bien es cierto que el circo no ha reflejado lo que es África (algo que se esperaba), que tampoco han salido a la palestra los problemas del continente y que el anfitrión se enfrenta a la dura prueba del postpartido, de ver cómo organizarlo ahora todo ahora que sólo hay páramo; pero al menos ha quedado demostrado que otro Mundial es posible.

Posible a pesar de haber contado con la baja de la baza más importante que tenía. El principal ausente no ha sido Ballack, ni Essien; ha sido Nelson Mandela. La figura más histórica y emblemática del país, quizás de todo África, no ha podido formar parte de lo que en el fondo era una celebración en su honor.

Analizado el continente toca pues ponerse el mono de faena y analizar el contenido, la esencia, el fútbol. Me atrevo a afirmar, en líneas generales y después de ver todos y cada uno de los partidos, que salvo dos casos concretos como el de Alemania y España hemos visto mal fútbol. Ha sido un torneo de pocos goles, marcado por el miedo en la primera fase y por los sistemas tácticos que han llevado a los equipos a recular.

Este será el Mundial en el que se ha instaurado la figura del único punta, característica casi genérica en todos los equipos. Y ello ha ido en detrimento del espectáculo. Juego ramplón en la mayoría de los casos y mucho resultadismo, poca fluidez ofensiva y grandes fallos del mediocampo hacia atrás. Muchas patadas, muchas tarjetas y poca imaginación, pocas jugadas de esas que dejan sin aliento.

Competición además de grandes fracasos, sobre todo los de los dos finalistas anteriores. Uno, Italia, por incapacidad y otro, Francia, por desfachatez, han sido sin duda las grandes decepciones. De la primera poco hay que decir, última en un grupo en el que estaban Nueva Zelanda y Eslovaquia. La segunda da para escribir ríos y ríos de tinta por su actitud, por la actitud de su entrenador, por la imagen vergonzosa, dantesca y deleznable que dejó a su paso por Sudáfrica.

No se salvan tampoco de la quema Inglaterra, Brasil y Argentina. La primera en ningún momento dio muestras de peligro a pesar del respeto que imponía, en parte gracias al señor que se sentaba en su banquillo. A Capello se le podrán reprochar muchas cosas pero no la actitud, propia de un tipo siempre correcto en el césped.

No podemos decir por contra lo mismo de Dunga y Maradona, dos tipos malencarados, chulos y lenguaraces que viven de los aires de grandeza que les soplaron en tiempos mejores. Las formas burdas del primero, reducido a un agresor de banquillos fruto de la impotencia que le producía el apático juego de su selección, tiene todavía un pase por ser consecuencia de una lucha interna con su propia persona.

La del segundo es incalificable. Sin duda se mostró partidario de la escuela de Mourinho, esa que establece que la mejor forma de restar presión a los jugadores es echársela sobre uno mismo. El problema es que para poder hacer eso no sólo hay que tener ganas sino además conocimientos que permitan que tu equipo rinda en el campo. Maradona en ningún momento los tuvo y fue más un animador que un entrenador, arrasando con la que probablemente sea la mejor generación que ha tenido el país desde que el propio Diego hacía malabares con mandarinas en los calentamientos.

Yo también era de los que pensaba que la albiceleste era aspirante a todo sólo por el nombre y por sus jugadores e incluso me atreví a defenderla como la mejor selección de la primera fase pero a la larga se vio que cuando tuvo que vérselas con un equipo de entidad quedó reducida a cenizas.

Y ese equipo no fue otro que Alemania, la gran Alemania, sin duda la mayor delicia de este torneo con permiso de la mejor España de la historia. Máquinas perfectas del contraataque y la definición se antojan como uno de los mejores equipos de la próxima década. Ozil, Muller, Kedhira, y los menos utilizados Marin y Kroos; todos en conjunción con la emergente generación de los que vienen que cuenta con talentos como Götze o Butchmann; auguran un futuro de oro para la selección si no renuncian a las señas de identidad que han demostrado durante este mes y mejoran su juego cuando no tienen la posesión del balón.

Los caprichos del cuadro les privaron de disputar de una final que merecían, privilegio que recayó más por carambola en Holanda. Se puede decir que la Orange llegó al último partido gracias a su acierto contra Brasil. Poco más han exhibido los europeos salvo un repleto manual de como repartir estopa y leña. Han ido a lo práctico y a punto ha estado de salirles cara por mucho que ello supusiera escupir en aquellas señas de identidad que les llevaron a sus dos finales anteriores.

Si bien al menos les queda el consuelo de haber tocado la gloria con la punta de los dedos, privilegio que le fue arrebatado a Uruguay. Se puede decir que nunca un equipo llegó tan lejos con tan poco (exceptuando Corea, que en cada partido contaba con un jugador número 12 que siempre resultaba decisivo, y no me refiero precisamente a la afición). Forlán, Suárez, un cuadro inusual que les despejaba el camino hasta semifinales y la divina providencia, permitieron volver a soñar a los charrúas con algo grande y de paso acabar con los sueños de todo un continente entero.

Los sueños que se esfumaron con aquél penalty de Gyan. Una vez más el fútbol, volvió a ser injusto con África sólo que esta vez además consumó su maldición en las narices de sus habitantes y de una forma cruel y casi obscena, en un partido que decidía de forma definitiva quién sería la revelación del torneo. Junto a uruguayos y ghaneses entran también en el apartado de sorpresas paraguayos, japoneses, eslovacos y neozelandeses, que pese a que muchos les consideraban incapaces de dar una patada a un bote volvieron para casa sin perder un sólo partido.

Y sí, no terminaré esta crónica sin hacer mención a los dos grandes borrones que se han visto sobre el césped este mes. Uno han sido, como siempre, los arbitrajes. No me gusta criticar a los colegiados porque son humanos como un servidor y seguro que se equivocan menos de lo que lo haría yo, pero hay cosas flagrantes que no se pueden pasar por alto. Me refiero a situaciones como el gol de Inglaterra, el fuera de juego de Argentina o la patada voladora de De Jong contra Xabi Alonso. Al menos este Mundial ha conseguido que se intensifique el debate sobre la presencia del vídeo o no durante los partidos. Veremos en que queda.

El otro punto negro tiene nombre propio: Jabulani. Se creó con el fin de mejorar el espectáculo y lo único que ha hecho ha sido estropearlo de forma notable. Se quejaban los porteros y a la vista ha quedado que con razón. Sus movimientos caprichosos en el aire, sus efectos inverosímiles, sus botes traidores, le han convertido en un instrumento casi tan odiado como las vuvuzelas.

Creo que poco me dejo en el tintero y que a grandes rasgos he analizado todo. Eso sí, me permito, como no puede ser de otra forma, dejar unas últimas pinceladas escuetas a modo de reconocimientos.

Mejor equipo/ España: Porque es la campeona, porque supo reponerse del patinazo inicial, porque fue superior a sus rivales en todos los partidos, porque ganó en el duelo directo al otro gran equipo del torneo... Da lo mismo. Cualquier argumento vale.

Mayor decepción/ Italia: La que hasta ayer era vigente campeona del mundo hizo un ridículo estrepitoso cerrando un grupo de equipos muy inferiores a ella. Con una imagen pobre y poco fútbol ni siquiera el nombre les valió para ganar a Nueva Zelanda.

Mejor entrenador/ Gerardo Martino: Repito la opinión que emití en la primera fase. Paraguay fue, en todo el Mundial, el equipo que más problemas le dio a España sin practicar por ello el fútbol sucio de los holandeses. En el resto de partidos de los guaraníes el planteamiento fue magnífico, dando grandes muestras de orden y solidez.

Peor entrenador/ Raymond Domenech: No puedo evitar repetir. Ninguno ha hecho tantos méritos como el francés para conquistar este dudoso reconocimiento. Bien es cierto que no lo habría logrado sin el apoyo incondicional de sus hombres pero entre todos hay que reconocer a uno sólo.

Equipo revelación/ Uruguay: El que alcanzara las semifinales por su parte del cuadro iba a ser sin duda el ganador de este entorchado. Se colaron de milagro en la repesca, fueron sorpresivos líderes en la fase de grupos y progresaron con casta y suerte, mucha suerte, hasta la penúltima ronda. Allí plantaron cara a Holanda al igual que dieron mucha guerra en el tercer y cuarto puesto ante Alemania, demostrando que estaban capacitados para competir contra equipos fuertes.

Mejor jugador joven/ Thomas Muller: Hace un año jugaba en tercera división y hoy es el pichichi del Mundial, premio que suma a sus tres asistencias. Su baja ante España la notó mucho su equipo por su capacidad de sorpresa y su habilidad para crear y aprovechar espacios. Está llamado a convertirse en pocos años en uno de los mejores jugadores del planeta.

Jugador revelación/ Sammi Khedira: Esta es una de las categorías que más problemas me plantea. Podría ser Busquets, pero no le hemos descubierto en el Mundial. Podría ser Honda, pero desapareció del mapa ante Paraguay. Podría ser Ayew, pero nunca llegó a ser del todo decisivo. Por ello me quedó con Khedira. Llegó a la cita como un currante perdido en un apagado Suttgart y aunque todos sabíamos de su clase, ha explotado en Sudáfrica como un mediocentro completísimo clave en el esquema de Loew.

Mejor jugador/ Iker Casillas: Muchos pensaréis que me puede ser español. Me da lo mismo. Considero que los buenos jugadores son aquellos que aparecen en los momentos decisivos, cuando más falta hacen. El capitán de "La Roja" no ha encajado un sólo gol desde la fase de grupos, paró un penalty decisivo ante Paraguay (con ayuda de Reina, todo hay que decirlo) y sacó un balón a Robben que valió media final. Una lástima que ser guardameta esté infravalorado.

Mejor gol/ Giovanni Van Bronckhorst: Zapatazo impresionante desde un lateral que entró por toda la escuadra y sorprendió a Muslera, abriendo el cerrojo uruguayo. El último servicio del capitán a su selección.

Mejor partido/ Alemania-Inglaterra: Aunque el resultado fuera muy abultado para los primeros el caso es que pocas veces se vivirán minutos tan intensos como los que encerraron el gol de Upson y el gol, usurpado, a Lampard. Además se apreció una excelente exhibición teutona y un par de muestras perfectas de cómo se monta una contra, amén de ser el encuentro que consagró a Muller.

La imagen/ Djibril Cissé: A pesar de que hay cientos de ellas y que a los españoles se nos quedará grabada la del alzamiento de la copa, me quedo con una que pasó casi desapercibida. Sucedió durante el Sudáfrica-Francia cuando el delantero galo rompió a llorar de impotencia tras la expulsión de Gourcouff. Sus lágrimas reflejaron a la perfección lo bajo que había caído su país y fueron una muestra de lo que es sentir los colores.

Once ideal: Casillas (España); Sergio Ramos (España), Puyol (España), Mertesacker (Alemania), Van Bronckhorst (Holanda); Busquets (España), Schweinsteiger (Alemania); Robben (Holanda), Xavi (España), Muller (Alemania) y Forlán (Uruguay).

Aprovecho para deciros que después de tanto ajetreo con el Mundial me tomaré un par de semanas de merecido descanso. Sin embargo "De paradinha" no se frena. En mi ausencia os ofreceré una serie de artículos en los que un grupo de jóvenes periodistas a los que llamo orgullosamente amigos os contarán en primera persona, pues residen en esos países, cómo se han vivido los grandes fracasos de Italia, Francia, Inglaterra y Brasil.Textos más que recomendables que os invito a leer según vayan apareciendo.

Diario de un Mundial 28 (11-07-10)

Pese a haber llorado durante más de veinte minutos con el triunfo de la selección y haberlo celebrado durante casi seis horas me temo que aún no soy del todo consciente de la magnitud de lo que hemos logrado y creo que me veré obligado a reposarlo y a consultarlo con la almohada para poder sacar conclusiones y hacer un análisis detallado del Mundial. Me temo que eso lo dejaré para mañana, que me parece lo más propio.

Hoy es día de fiesta, de celebración, de paladear nuestra primera noche como los nuevos reyes del mundo. Veía por televisión a todo Madrid saliendo a la calle y no he podido evitar sentir cierta envidia pero lo cierto es que, en Miami, el triunfo de "La Roja" se ha vivido con total intensidad en Española Way, una pequeña callejuela peatonal con casas de aire Mediterráneo enclavada en el medio de la zona de South Beach. Los cánticos de "Villa maravilla" y "¡Qué viva España!", los petardos y la cerveza han sido los principales protagonistas de una tarde de regocijo y desenfreno en la que han participado personas de diferentes países todas hermanadas bajo los colores de España. Y precisamente con eso os dejo, con las imágenes del festejo por estos lares. Mañana hablaré de fútbol.



domingo, 11 de julio de 2010

Diario de un Mundial 27 (10-07-10)

Me preocupa lo del pulpo. No puedo evitarlo, soy de los que piensa que vamos en picado hacia una sociedad en la que cualquier cosa bien adornada acabará convirtiéndose en noticia y me inquieta que por mi cabeza circule algo así, más siendo periodista.

España está cerca de jugar el partido más importante de su vida, ese que llevan esperando muchas generaciones, y en vez de darle importancia a los jugadores, principales protagonistas de todo esto, el "trend topic" es un octópodo de un zoológico alemán al que desde los medios se le atribuyen propiedades adivinatorias.

Es cierto que el animalito no suele fallar en sus "pronósticos" y que, de momento, ha acertado todos los resultados sobre los que ha sido cuestionado este Mundial. Pero no es menos cierto que siempre se decanta por el equipo visitante y que algunos expertos aseguran que lo que motiva sus decisiones no son sino los colores de las banderas o sus entrenadores.

Muchos se afanan en defender que el pulpo es uno de los animales más inteligentes del planeta, que puede abrir un tarro en busca de comida, pero ¿Acaso el pulpo ve fútbol como para emitir sus pronósticos? Lo triste en cambio no es que en el acuario de Oberhausen exploten el fenómeno, algo normal, sino que la gente haya empezado a creer en esta especie de circo, hasta el punto de enemistarse o simpatizar con él. Un pobre pulpo cuya única misión es comerse un mejillón. Porque a fin de cuentas todo se reduce a eso.

Al principio la situación, por rocambolesca, me pareció incluso graciosa, pero creo que ya ha hemos llegado a un punto que roza lo absurdo. En Facebook se cuentan por más de quinientos los grupos sobre él, es capaz de abrir portadas de periódicos nacionales y deportivos e incluso crónicas, y ha saltado también a la política. José Blanco lo compara con Rajoy asegurando que tiene "más poder de decisión" mientras que el Ministro de Industria pide "protección" para su figura. (http://www.cadenaser.com/deportes/audios/miguel-sebastian-pido-proteccion-pulpo/csrcsrpor/20100707csrcsrdep_8/Aes/).

¿A qué clase de situación psicótica hemos llegado?. ¿Hemos decidido darle más importancia a lo que diga un pulpo que a aquellos que se jugarán sobre el césped el futuro del fútbol de nuestro país?. Toda la historia del pulpo está a la altura, y quizás sea consecuencia directa, del pobre Mundial que hemos vivido, quizás el menos espectacular en mucho tiempo. Bien es cierto que todo lo que le rodea ha conseguido atraer hacia el fútbol a mucha gente que no sentía curiosidad por él, como bien leía el otro día, pero no deja de parecerme triste. Por favor, seamos serios, hoy (mañana en Estados Unidos, desde donde escribo) España se juega la final de un Mundial. Centrémonos en ello y en que tenemos una selección que juega al fútbol como nadie y no desvirtuemos todo lo logrado asignándole el protagonismo a un pulpo.

viernes, 9 de julio de 2010

Diario de un Mundial 26 (09-07-10)

Hoy tenía pensado tomarme un descanso en el blog pero el hecho de que sea fecha señalada me ha obligado a escribir unas pocas líneas. Porque un nueve de julio de hace cuatro años Italia se proclamaba campeona del mundo en Berlín.

Aquello queda ya lejano, difuminado entre la mediocridad en la que ha caído la azzurra y el camino semejante seguido por la otra finalista, Francia. Sin embargo la senda vital que hemos recorrido los amantes del fútbol nos obliga a hacer parada y fonda para reflexionar sobre todo aquello que nos hemos ido encontrando a nuestro paso.

En este tiempo la retirada del gran Zidane ha dejado paso a la irrupción del gran Messi, siempre con permiso de Cristiano Ronaldo, que ya en nada se parece a aquél niño de veintidós años que se echó encima a todo su país adoptivo por la acción con Rooney. Brasil en cambio sigue ofreciendo la imagen poco convincente que dejó en tierras germanas al tiempo que los equipos de fuera de Europa han ido creciendo en importancia, por mucho que sean dos escuadras del Viejo Continente las que se jueguen el trofeo el domingo.

Una de ellas será España. ¿Quién nos iba a decir tras el palo de 2006 que dos años después ganaríamos la Eurcopa y cuatro más tarde jugaríamos la final de un Mundial? Seguramente nadie. Quizás la revolución de "La Roja" haya sido la mutación más grande jamás vista, sin duda apoyada por un gran Barcelona, capaz de conseguir lo que nadie había logrado a lo largo de la historia.

Yo personalmente me sigo pareciendo al de entonces y sólo ha cambiado que ahora tengo un título de periodista bajo el brazo (nada del otro mundo) y esta humilde bitácora en la que puedo contar reflexiones como estas, que me vienen a la cabeza según aporreo el teclado. Quizás este no estará entre mis mejores posts pero me veía en la "necesidad" de escribirlo, golpeado por una mezcla de nostalgia y reflexión momentánea. Cómo pasa el tiempo.

jueves, 8 de julio de 2010

Diario de un Mundial 25 (07-07-10)

No he podido evitar llorar cuando Victor Kassai ha pitado el final del partido. Todo el mundo a mi alrededor celebraba la victoria, el pase de España y esperaban que yo saltara de alegría, que empezara a cantar, a animar la fiesta. Pero la reacción ha sido la que ha sido, mi cara entre mi manos y mi llanto emocionado por vivir algo que nadie antes en nuestro país había sentido.

Y realmente, a pesar de todo, aún me cuesta creer que vayamos a jugar la final de un Mundial, un sentimiento que creo que es común al resto de españoles. Al salir a celebrarlo a las calles de Miami con un nutrido grupo de compatriotas mi sensación ha sido que aún no somos conscientes de la magnitud de lo que acabamos de lograr, que en realidad estamos celebrando algo sin saber muy bien el qué.

Tras ganar la Eurocopa interpretamos lo de hoy como algo normal, que sucede por su propio peso y porque tenemos una tendencia ganadora que nos hace sentirnos fuertes, justo esa que siempre ha acompañado a los que levantan los trofeos. Entre cervezas y música cañí nadie hablaba sobre la superioridad con la que hemos pasado por encima al que muchos consideraban el mejor equipo del torneo, ni sobre el partidazo de Busquets, Xavi o Xabi Alonso. En lugar de ello la gente se preguntaba donde sería la celebración del domingo tras vencer a Holanda o hasta que niveles llegaría la borrachera de ese día.

Damos pues por sentado que una vez que hemos llegado a la final (o que hemos pasado de cuartos, porque el sábado tuve pensamientos parecidos) nadie es capaz de pararnos y que, esta vez sí, seremos los protagonistas. Y no seré yo ahora el que oculte que somos favoritos pero sí el que diga que aún nos queda un partido para ser grandes.

Noventa minutos, quizás ciento veinte, quizás alguno más, que recordaremos el resto de nuestras vidas para bien o para mal. Todos contaremos con quién y dónde lo vivimos, recitaremos de carrerilla la alineación de ese 11 de julio en Johannesburgo y transmitiremos nuestras sensaciones a generaciones futuras, comentándoles que ahí fue donde empezamos a ser grandes o que esa fue la vez en la que estuvimos más cerca de serlo.

Lo decía el otro día y lo repito hoy. Independientemente de lo que suceda ha llegado al fin el momento de sentirnos orgullosos de nuestra selección y de paladear lo que con mucho esfuerzo hemos perseguido durante años. Porque esto no es fruto de un día, hay otros que vinieron antes y que lo intentaron sin éxito.

De ellos también es esto, de esos que consiguieron que España sea la quinta mejor selección por resultados (que no por títulos) de la historia de los Mundiales sólo por detrás de Brasil, Italia, Argentina y Alemania. Ganar se antoja pues una obligación, la misma que tendrán los holandeses, que ya se quedaron a las puertas en dos ocasiones. Dicen que la historia no siempre da segundas oportunidades. Aprovechemos pues la primera.

miércoles, 7 de julio de 2010

Diario de un Mundial 24 (06-07-10)

Cuando uno describe a un buen jugador lo primero que le viene a la cabeza son inevitablemente sus caratcerísticas técnicas. El futbolista que destaca debe poseer un disparo potente y preciso o realizar regates inverosímiles o ser diestro en el remate. En otros casos, principalmente en los hombres de la retaguardia, lo que se suele destacar son las habilidades tácticas como la colocación o la capacidad para hacer coberturas. Sin embargo, da igual lo que se pondere, siempre hay un elemento que pasa desapercibido. Ese es la mirada.

Acostumbrada a fijar su objetivo en las piernas de los futbolistas o en el balón, la cámara raras veces se centra en los ojos. Y es en ellos donde se puede leer el presente, el pasado y el futuro de una persona. Donde se puede comprobar el estado de tensión en la que se encuentra, donde se adivina el aspecto psicológico, donde se interpreta si está concentrado o disperso, enfadado o temeroso.

La mirada de un buen pelotero es facilmente identificable. Es difícil de describir pero todo el mundo sabe como es. Desprende seguridad en uno mismo, poder e incluso en ocasiones algo de altivez y de chulería, también llamada carácter. Todos los buenos equipos tienen un jugador que la posee. En la Francia que quedó finalista en Alemania se reflejaba en el rostro de Zidane o Ribery, si bien es cierto que ninguno de los dos alcanzaba la que mostraba Cannavaro, que podía ser incluso contagiosa hacia el resto de sus compañeros.

Es esa que posee Rooney cuando juega para el Manchester, la que no se borra del rostro de Cristiano Ronaldo o la que luce Messi cada vez que se enfunda la camiseta azulgrana. Una mirada curtida en mil batallas, en la que se refleja el paso del tiempo y las experiencias vividas así como la ansias de victoria y de reivindicación personal.

La selección holandesa tiene varias y quizás en ellas radique gran parte de su éxito. La oranje ha juntado a un gran grupo de futbolistas con una necesidad imperiosa de demostrarse cosas a sí mismos y al mundo. Basta con mirar a Sneijder a los ojos para adivinar en él una confianza ciega en sí mismo, cultivada a lo largo del último año gracias a su esfuerzo y a su afán por demostrar que no debieron dejarle marchar del Madrid.

La misma la tiene Robben, que parece haberse olvidado por completo de su miedo a lesionarse y que ha ido creciendo semana tras semana para alcanzar el cúlmen en Sudáfrica. No le va a la zaga Van der Vaart, otro defenestrado que lo ha dado todo para hacerse un hueco donde no lo tenía y cuyo tesón parece no tener fin.

También se aprecia en Van Bommel cada vez que se lanza a la caza de un tobillo o de un balón, lo mismo le da, o en Robin Van Persie, cuyo hambre atroz le lleva a matarse en cada partido o incluso a pedir la cabeza de sus compañeros si es necesario para disfrutar de algún minuto más sobre el terreno de juego con el que reivindicarse.

Con Van Marwijk es innegable que el equipo ha perdido en fluidez y nadie negará que juega peor pero lo cierto es que el mérito de actual seleccionador holandés es otro. Desde el banquillo el técnico ha conseguido canalizar todos esos sentimientos internos de sus jugadores hacia un único objetivo común, la conquista de la Copa del Mundo. Consigue que cada uno haga la guerra por su cuenta pero que redunde en el beneficio del equipo. Y cuando una pieza chirría, como la de Van Persie, soluciona el problema con máxima efectividad. Y si no mirad como se abrazaban y departían en amigable compaía el jugador del Arsenal y Sneijder después de la victoria contra Brasil.

Al principio de este Mundial dije que veía a Holanda desganada pero poco a poco me he dado cuenta de que el problema era que necesitaba desperezarse. Una vez que lo ha hecho se han empezado a ver sus virtudes, que no pasan por el juego sino porque, esta vez sí, se ven capaces de conseguir grandes cosas. Se les nota en la mirada.

domingo, 4 de julio de 2010

Diario de un Mundial 23 (03-07-10)

Toda nuestra historia hemos invocado a modo de guija al famoso fantasma de cuartos, ese individuo invisible que siempre llegaba con las grandes competiciones para acabar de golpe y porrazo con todas nuestras ilusiones. Unas veces el árbitro, otras jugadas aisladas, siempre tropezábamos en el mismo escalón fuésemos o no favoritos. Al fin hemos conseguido llegar a semifinales tras infinitos sinsabores y en vez de disfrutarlo nos dedicamos a exigir que la selección haga buen fútbol y que nos divierta.

Así es el deporte en nuestro país. Estar entre los cuatro mejores del mundo vende un día, pero al segundo ya huele y toca sacar otros argumentos diferentes, en este caso la forma de jugar. No merece la pena analizar el porqué del resultadismo de España o los réditos que ha traído; es mucho más asequible hablar de una Alemania invencible o condenar al ostracismo a aquél delantero que hace dos años era el ídolo abosluto.

Cuando jugábamos bien porque caíamos en cuartos y cuando llegamos a semifinales porque no jugamos con la perfección reciente, el caso es sacarle defectos a todo con el fin de seguir llenando páginas. Del Bosque ha pasado de ser un gran entrenador capaz de manejar con maestría a la mejor selección de todos los tiempos a un tipo de mente cerrada que no da una al derechas y todo porque España no gana todos los partidos 6-0.

Es cierto que la selección no toca como en los amistosos previos ni como la de la Eurocopa, pero igual convendría analizar quién se ha cruzado en nuestro camino y el hecho de que estamos en un Mundial. Cuando España ha podido tener la posesión del balón (Suiza y Portugal) han jugado a su antojo y han alcanzado cotas de dominio altísimas independientemente del resultado.

Ahora bien, no todos los días es fiesta y una Copa del Mundo también te obliga a jugar contra escuadras como Chile o Paraguay, carentes de nombre pero quizás más difíciles de doblegar al convertirse el césped en un campo de batalla en el que no basta sólo con vencer sino que además interesa salir con el menor número de heridos posibles.

Porque hasta esa Alemania a la que todo el mundo admira las pasó canutas cuando tuvo que vérselas con Ghana, equipo con características similares a las de los rivales sudamericanos de nuestro combinado.

Bien es cierto que los teutones han pasado por encima de dos rivales de entidad (venida a menos eso sí) como Argentina o Inglaterra, pero no lo es menos el hecho de que ambos equipos le han dejado tener el balón a su antojo. Habrá que ver ahora cómo se manejan contra "La Roja", a la que también le gusta mimar el cuero y pasearlo por el campo.

Resulta duro ver como afrontamos con cierto derrotismo nuestra primera aparición en semifinales. Tanto esfuerzo para que la opinión generalizada sea que nos van a pintar la cara. España ya ha ganado su Mundial, el psicológico, y podemos conformarnos y disfrutar, pero no por ello tenemos que renunciar a nada.

Nos enfrentamos a un territorio hostil. Nuestros enemigos conocen mejor el campo de batalla por experiencia pero los españoles tenemos mejores armas. Porque nos encanta alabar a Ozil... ¿pero le cambiaríamos por Xavi? ¿Acaso Klose es mejor que Villa o Podolski mejor que Iniesta? ¿Si fuérais director técnico elegiríais a Piqué o a Fiedrich?. Con lo conseguido podemos darnos por contentos por lo histórico de lo mismo pero no vayamos de víctimas. Ni antes éramos invencibles ni ahora por buscar ganar ante todo somos carne de cañón. Lástima que en España aún no dominemos el arte del término medio.

Aprovechando que estos días no se juega competición y que es fiesta en Estados Unidos, me tomaré un descanso y no habrá post hasta el lunes o el martes.

sábado, 3 de julio de 2010

Diario de un Mundial 22 (02-07-10)

Siempre me ha gustado la figura tradicional del loco, ese tipo que por x motivos se sale de lo habitual para desconcertar a sus allegados. Todos los pueblos tienen un "loco", todos tienen un amigo que esta "loco" y cada vez se hacen más comunes frases como "el otro día vi un loco por la calle que...".

Y también hay orates en el fútbol. De hecho el mote ha ido poco a poco asentándose desde tiempos de Gatti y ahora es de lo más común, sobre todo en Sudamérica. De hecho en este Mundial de manicomio que se celebra en Sudáfrica, donde los balones hacen cosas raras, se oyen ruidos histriónicos de fondo y los árbitros paracen no ver cosas que luego son; tres locos en sus diferentes versiones se han convertido en protagonistas.

El primero fue el "Loco" Bielsa, técnico chilena que ya viajó con su selección de vuelta a su país pese a no haber hecho un mal Mundial aderezado, eso sí, con altas dosis de estopa. La locura del técnico argentino es la propia del que acaba siendo tan perfeccionista que vive por y para sus cosas alejándose del resto de los mortales.

Es un poco esa figura del hermitaño que acaba encerrado en su propio mundo dándole vueltas a lo divino y lo humano persiguiendo un fin. Se encierra en sí mismo, con sus vídeos y su mente y sólo sale para que le dé el sol de vez en cuando, algo que parece molestarle a juzgar por la inquietud que muestra en la banda.

El problema de su locura es que es contagiosa, que pretende que todos comulguen con ella. Toma decisiones radicales sin preocuparse de las consecuencias para los demás en busca de la perfección, virtud esta última que ya poseía desde pequeño según me contaba el otro día un hombre que fue profesor suyo y que ha acabado en Miami como vendedor de empanadillas (fuente, creedme, totalmente fiable).

Luego está la locura de Abreu. El uruguayo es ese que hace las cosas sin pensar en las consecuencias, el temerario. Es el que responde "¿Qué no?" a la frase "A que no hay huevos a...". Sale al campo a disfrutar y no le preocupa demasiado lo que pueda pasarle. Es un hombre que ha nacido para ser libre en los encorsetados clichés del fútbol y que juega donde se le quiere, habiendo dejado su impronta en siete países diferentes a lo largo de su carrera.

Su forma de ser no es contagiosa, pero es previsible. De hecho muchos ya vaticinaban que haría la maravilla que dejó ayer en el partido contra Ghana. Como siempre decidió pasearse por la línea del éxito y el fracaso sin miedo al vacío y esta vez salió cara, como las otras que hizo lo mismo. Muchos futbolistas, después de un fallo como el suyo que dio la vuelta al mundo, habrían perdido la confianza en sí mismos y jugaría con más precaución. Sin embargo no él, que parece destinado a hacer lo que quiera mientras viva.

Y luego está un tercer tipo de locura, la de Felipe Melo. La del mediocentro brasileño es la llamada "transitoria". Pequeños brotes que aparecen momentáneamente pero que cuando lo hacen son los más peligrosos de todos. Suelen suceder en momentos de tensión emocional, en los que uno se siente frustrado.

A la gente con tendencia a ellos se les tiene identificados pero nunca conctrolados. Se sabe que pueden tener esos ataques pero como nunca se sabe cuándo lo único que se puede hacer es rezar para que sean en el mejor momento posible y para que afecten al menor número de personas.

Lamentablemente el de Melo de ayer tuvo consecuencias para más de ciento noventa millones de personas... y para Robben, que se llevó una patada inexplicable fruto de la frustración. Y la verdad es que el partido del jugador de la Juventus sería excelente desde el análisis sociológico para analizar la degradación humana.

Primero empezó con pase magistral a Robinho en el gol que habria firmado el mismísimo Xavi, luego prosiguió metiéndose el gol de cabeza en su propia portería (algo de lo que no le culpo) y acabó con su ataque final pasando de la gloria al hundimiento en sesenta y dos minutos. Lo duro es que es reincidente y a pesar de todas las consecuencias que traerá todo esto para él, probablemente volverá a hacerlo. De locos.

viernes, 2 de julio de 2010

Diario de un Mundial 21 (01-07-10)

Al margen de los dos colegiados del Inglaterra-Alemania y el México-Argentina, que ya descansan en sus casas, el Mundial ha tenido a otros protagonistas involuntarios que han despertado todo tipo de críticas. Estos son los porteros, cuyas actuaciones dejan mucho que desear en lo que llevamos de competición con honrosas excepciones como la de Eduardo y la del partido de Enyeama contra Argentina.

Bien sea por el balón o porque el nivel de los mismos es muy bajo lo cierto es que se han cometido bastantes fallos. Sin embargo, en defensa de los guardametas que han viajado a Sudáfrica diré que esto es algo común a todos los Mundiales. Me propongo ilustrároslo con un top-10 de los mayores fallos de los porteros en la historia del torneo. Por supuesto hay un representante de esta edición ¿Quién creéis que puede ser?

10. Seman (España 82: Checoslovaquia-Inglaterra): Una de las peores salidas que se recuerdan en un Mundial. El meta checo salió con los puños a despejar un córner botado desde su derecha y el resultado no pudo ser más lamentable.

http://www.youtube.com/watch?v=WLfc3iFShPs

9. Rubiños (México 70: Perú-Bulgaria):
Partido apasionante que dejó una de las mejores jugadas de estrategia que se conocen, una remontada heroica de los peruanos... y el fallo garrafal del meta sudamericano tras el lanzamiento de una falta. Todo sale en el vídeo.

http://www.youtube.com/watch?v=woaK-tWMpdU&feature=related

8. Zubizarreta (Francia 98: España-Nigeria): Una de esas imágenes que quedarán marcadas para la historia en el imaginario futbolístico español como el fallo de Cardeñosa o el de Arconada. Zubizarreta sale a tapar un centro e inexplicablemente acaba metiéndose el gol en su propia portería.

http://www.youtube.com/watch?v=2sHOZY9DRAE&feature=PlayList&p=92C59BB4ADDB2C5F&playnext_from=PL&playnext=1&index=42

7. Pumpido (Italia 90: Camerún-Argentina): Balón que queda bombeado dentro del área y un jugador camerunés remata como puede de cabeza en escorzo. La pelota iba a las manos del meta albiceleste pero...

http://www.youtube.com/watch?v=ldss7IDQhQ0&feature=related

6. Bonner (EEUU 94: Irlanda-Holanda): Perfecta ilustración gráfica del concepto conocido como "manos de mantequilla". Jonk dispara desde la frontal y el meta irlandés se encarga del resto. (Minuto 1' 35).

http://www.youtube.com/watch?v=R_tVF5ucv-Y&feature=PlayList&p=FE1DF21F3FDA98B7&playnext_from=PL&playnext=1&index=77

5. Peres (España 82: Brasil-URSS): Un claro ejemplo de como no colocar el cuerpo para atajar un balón. Los conceptos básicos dicen que el meta debe situarlo detrás de la pelota. Peres parece perderse esa lección.

http://www.youtube.com/watch?v=1Mq38IEFJHo

4. Lindenberger (Italia 90:EEUU-Austria): El meta europeo aún anda preguntándose por dónde se le pudo colar aquél gol de Bruce Murray. Bien es cierto que era un remate desde dentro del área pero a pesar de todo resulta inexplicable. (44'')

http://www.youtube.com/watch?v=6oNZcrDRBSk

3. Muamba (Alemania 74: Escocia-Zaire): Otro remate a bocajarro pero esta vez de cabeza y con el balón suavecito rumbo al cuerpo del guardameta. El africano reacciona como si la pelota le quemara y ésta acaba introduciéndose en las mallas. (2'02).

http://www.youtube.com/watch?v=MAMvCgecQxc&feature=player_embedded#!

2. Green (Sudáfrica 2010: EEUU-Inglaterra): Efectivamente, creo que todos acertásteis con qué gol de este Mundial entraría en la lista. Sin duda será una de las imágenes del torneo. Un disparo a la media vuelta, desde fuera del área, que va rasito a las manos del portero y que acaba suponiendo el empate estadounidense.

http://www.youtube.com/watch?v=OxspfInbLV8&feature=related

1. Higuita (Italia 90: Colombia-Camerún):
Solo uno de los porteros más excéntricos de la historia podía hacer la cantada más grande de los Mundiales. En el tanto, que encima eliminó a Colombia, el guardameta hace una de sus famosas salidas casi a campo contrario. Prueba a jugar con fuego... y se quema. El gol también será recordado por la celebración de Milla, que podéis ver ahora en el anuncio de Coca-Cola. (1')

http://www.youtube.com/watch?v=TyGYJagvhoE&feature=related

jueves, 1 de julio de 2010

Diario de un Mundial 20 (30-06-10)

Como bien sabéis los que seguís "De paradinha", la bitácora también cuenta con la colaboración de Carlos Cruz, que desde Leeds de vez en cuando se descuelga con algún artículo de lo más interesante que yo le publico gustoso. En plena vorágine del Mundial me envió este, y le prometí que cuando la competición parara un día lo colgaría. Os dejo pues con una historia de lo más curiosa que espero que os guste.


Ivor Powell, el padre de todos los entrenadores

Unas semanas atrás, viendo las noticias en Inglaterra, una de ellas realmente me sorprendió, algo que yo creo solo podía ocurrir en la cuna del fútbol. El que se cree es el entrenador de fútbol más viejo del mundo, Ivor Powell, se retiró del fútbol hace escasas semanas. A sus 93 años ha decidido ‘colgar la pizarra’ y dejar de dirigir a un humilde club universitario inglés, el Team Bath, al cual llevó en 2002 hasta la primera ronda de la apuesta por la FA Cup. Dicen que Sir Alex Ferguson a su lado es un mero principiante y es que, los 68 años del técnico del Manchester United, que a muchos ya parece una auténtica burrada, nada tienen que ver con los 93 años con los que Ivor Powell se jubila de la que ha sido su pasión durante toda su vida, el fútbol.

Ivor Powell nació en Gales haya por 1916, siendo uno de los mejores jugadores galeses de su época. Como jugador pasó por el Queens Park Rangers (QPR) londinense, equipo por el que fichó en 1933. Tras la Segunda Guerra Mundial, la cual pasó en India donde al parecer conoció a Ghandi, Ivor Powell se empleó para el Blackpool, equipo que ha ascendido a la Premier League este año, y después fichó por el Aston Villa, convirtiéndose en el Wayne Rooney de la época, ya que el club Villano pagó 17.500 libras por él en 1946, una cifra record para la época. Tras su anudadura por Villa Park, Powell se convirtió en jugador-entrenador del Port Vale, donde solo jugó seis partidos debido a una lesión de rodilla.

Después de pasar por el banquillo de equipos como el Bradford City o el Carlisle United, además de un corto periplo por la liga griega (PAOK), Powell se asentó en 1973 en el Team Bath, equipo afiliado a la Universidad de Bath y al cual ha entrando desde entonces y hasta hace escasas semanas. En concreto ha pasado 37 años en él, en los cuales ha visto pasar a miles de jóvenes jugadores. En Inglaterra se dice que durante toda su carrera ha entrenado a más de 9.000. Toda una vida dedicada al deporte rey y a modo de broma, Ivor Powell siempre dice que él ha querido dejarlo durante años, pero que nunca le han dejado.

Después de tantos años dedicados a este deporte, Ivor Powell ha sido galardonado en varias ocasiones. En 2004 entró en el Salón de la Fama del Deporte Galés (Welsh Sports Hall of Fame). Tan solo dos años después, pasó a la historia de los Record Guinness por ser, a sus 90 años, el entrenador en activo más mayor del mundo. En 2008 fue condecorado con la Excelentísima Orden del Imperio Británico por sus servicios al deporte. Premios y condecoraciones bien merecidas por haber sido hasta hace poco ‘el abuelo’ del deporte rey.

A finales del mes de mayo, y a la edad de 93 años, anunció que se retiraba del fútbol pasando a ser Presidente del Team Bath. A pesar de haber dejado de ser el entrenador del equipo, Powell declaró a la prensa inglesa que todavía se pondrá las botas de fútbol y se pasará una vez a la semana por los entrenamientos para ver que todo va bien. He escuchado por ahí que el padrino de su boda fue el legendario Stanley Matthews, jugador con el que coincidió en el Blackpool.

Carlos Cruz (Leeds, UK)