martes, 28 de septiembre de 2010

¿Qué ha sido de... Marcelinho Carioca?

Sucede en ocasiones que jugadores con un paso efímero por nuestro fútbol acaban siendo recordados sin que uno sepa muy bien porqué. Este es el caso de Marcelo Pereira Surcin, más conocido como Marcelinho Carioca, un menudo mediapunta que apenas jugó cinco partidos con el Valencia pero al que aún se recuerda en la ciudad del Turia.

La explicación posible a este fenómeno podría radicar en el gran cartel con el que aterrizó en Manises en el año 97 tras sus dos buenas experiencias en el fútbol brasileño formando parte del Flamengo y el Corinthians, el equipo al que más ligado estuvo. De hecho fue este el que le repescó en invierno tras su intento fallido en España. Por aquél entonces "Pé de Anjo" (Pie de ángel), conocido así por un arte para lanzar faltas que inspiró al mismísimo Marcos Assuncao, era muy querido en su país e incluso la Federación quiso traerlo de vuelta mediante un revolucionario sistema. Este no era otro que habilitar un número de teléfono de los actuales 806 para que los aficionados llamaran y pidieran a Marcelinho para su equipo, siendo premiado con su fichaje el que más apoyo popular hubiera mostrado.

Al final, desconozco por qué proceso, acabó enrolándose de nuevo en el Corinthians, donde dio muestras del carácter conflictivo que le acompañó toda su carrera. A pesar de su 1,67 de estatura era pequeño pero matón y fue capaz de echarse al equipo entero en su contra por su actitud a pesar de ser el jugador con más títulos en la historia del club.

Acusado de dañar la imagen del Corinthians fue despedido y entrenó en solitario hasta la llamada del Santos. En el que fuera el equipo de Pelé duró apenas un año y luego decidió probar suerte, como tantos otros, en un destino exótico como era Japón. Fue su época asiática que comenzó allí, en el Gamba Osaka, y se prolongó en el Al Nassr tras un paso efímero por el Vasco de Gama.

Precisamente allí volvió tras su paso por Oriente Medio justo antes de volver a mirar hacia Europa jugando para el Ajaccio. De vuelta de todo regresó de nuevo a Brasil. Primero jugó para el Brasilense, luego de nuevo para el Corinthians, aunque fue cortado por Emerson Leao cuando este llegó al banquillo, y finalmente para el Santo André, donde aún sigue.

Sin embargo no es por ello por lo que llama la atención en las últimas fechas. Como tantos otros futbolistas (Romario o Bebeto) se ha unido a la moda de las elecciones brasileñas y compagina su actividad en el club de Sao Paulo con su campaña para ser elegido diputado federal del estado homónimo. En concreto Marcelinho ha decidido apostar por la educación y darle gran relevancia, con frases populistas del estilo de: "Como deportista, siempre voy a defender el deporte (como herramienta de integracion social). Pero como brasileño, nunca pondre nada por delante de la educacion". Este fin de semana sabremos si tiene suerte.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Francia no es país para "viejos"

Qué algo está cambiando en el fútbol francés es innegable. Quizás sea el estilo o quizás sea la forma de hacer las cosas pero el caso es que nos encontramos ante una liga que ha aumentado su nivel competitivo en los últimos años, tras las temporadas de dictadura del Lyon.

Sin embargo, si yo tuviera que decantarme por un hecho concreto para explicar tal revolución apuntaría directamente al cambio de mentalidad de los clubes en lo que a los banquillos se refiere. Es cierto que es una tónica que comienza a ser común en varias ligas europeas, también pasa en la española, pero lo que nadie puede discutir es que la juventud de los entrenadores es el mejor activo de los equipos que comandan la liga gala.

Los directivos han decidido comenzar a asumir riesgos dándole las riendas de sus juguetes a gente con poca experiencia pero con muchas ganas y parece que el experimento da sus frutos. De hecho basta con mirar la clasificación para comprobar como los siete primeros clasificados tienen entrenadores con edades inferiores a los cincuenta años siendo uno de ellos Didier Deschamps, técnico del vigente campeón.

De esta forma poco a poco se ha producido un proceso de renovación que amenaza con adquirir visos de continuidad en el futuro a juzgar por los réditos que está aportando. Estos técnicos, algunos de los cuáles vivieron en primera persona como jugadores el fútbol de los 90, son los que mejor saben que este ha cambiado en los últimos tiempos y que lo de antaño comienza a quedarse obsoleto en beneficio de las nuevas formas. Lo que antes era un 4-4-2 hoy se ha tornado en un 4-3-3 y dónde antes primaba el físico ahora impera la técnica. Cambios a veces evidentes, otras inapreciables, que han ido moldeando lo que se ve hoy en día.

Técnicos como Christophe Galtier, que mantiene al Sain Ettienne líder, o Franck Dumas, que dirige al Caen desde que se retirará en 2004 y que lo mantiene en una sorprendente cuarta posición son dos ejemplos de una escuela a la que pertenecen otros como el actual seleccionador Laurent Blanc o el técnico del Lyon Claude Puel, que a pesar del pésimo inicio de campaña de los suyos logró lo que nadie había hecho antes clasificando al equipo francés para semifinales de la Champions.

Y todo ello es una competición doméstica en la que no hay ningún técnico foráneo, algo realmente sorprendente en los tiempos que corren. Francia ha entendido al fin lo que nadie ha hecho, que no hace falta buscar lejos lo que al final uno tiene en su propia casa y que el que arriesga, muchas veces, acaba ganando.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Nombres del fútbol: Sukru Saracoglu

Es común en ocasiones usar la expresión "equipo del gobierno" cuando, estando en el poder un partido político, el equipo del que su líder suele ser aficionado comienza a ganar. A menudo suele ser una afirmación injusta y una buena forma de meter presión a los árbitros y prefiero pensar que sigue siendo así y que el Fenerbache de la década de los 40 ganó porque era el mejor.

Nunca lo sabré pues aquella es una época que me pilla un poco alejada pero si que queda en los registros que el equipo tuvo una época floreciente coincidiendo con la presidencia de nuestro protagonista de hoy, que bautiza al estadio del equipo de Estambul. Hasta 19 títulos en 16 años de mandato consiguió sumar Saracoglu, si bien es cierto que por aquél entonces había multitud de trofeos dispersos.

Nacido en 1887, se marchó a estudiar ciencias políticas a Génova con 28 años dejando de lado su vocación de profesor de matemáticas en la ciudad de Izmir. No regresó allí hasta que esta fue ocupada por los griegos. Una vez allí se puso al frente de los turcos y participó como diputado de su ciudad a la Asamblea Nacional, ejerció como Ministro de Educación y además fue nombrado presidente de la Comisión de Población encargada de negociar con los helenos.

Entonces, al más puro estilo picassiano, comenzó una nueva etapa, la de los asuntos económicos. Tras una etapa como Ministro de Hacienda fue enviado a los Estados Unidos para tratar varios asuntos comerciales y posteriormente a París para solucionar los problemas de la deuda pública otomana.

Sus servicios a la patria fueron bien reconocidos y a su vuelta en 1933 se ganó un jugoso puesto como Ministro de Justicia y, posteriormente, uno aún más relevante como titular de Exteriores. Por aquella época, en la que se le vaticinaba un futuro político relevante, ya estaba al frente del Fenerbache, al que empezó a presidir en 1934.

Tras cuatro años al frente de la cartera de los asuntos relacionados con el extranjero, era cuestión de tiempo que cayera en sus manos el cargo de Primer Ministro, algo que sucedió en 1942 tras la muerte de Rafik Saydam. Durante su mandato, como musulmán, recibió numerosas críticas como consecuencia de una ley de impuestos que castigaba de forma excesiva a los ricos de las minorías no musulmanas y que apenas duró dos años.

Mientras todo esto sucedía en ningún momento dejó su cargo al frente de su equipo de fútbol, que conquistó ocho títulos, incluídas tres ligas nacionales, durante 1942 y 1946, año en el que Saracoglu fue nombrado Presidente de la Gran Asamblea Nacional hasta 1950. Entonces, con 63 años a sus espaldas, dejó la política y el fútbol y se retiró de la vida pública para morir tres años más tarde.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

¿Qué ha sido de... Martín Cardetti y Walter Silvani?

Como algunos lectores habituales del blog sabréis, entre los equipos por los que siento predilección se encuentra el Salamanca, algo que viene de familia pues allí radican mis orígenes. Ahora que el equipo va bien (como todos los años a estas alturas) no he podido evitar recordar esas temporadas en las que la Unión disfrutaba de las mieles de la Primera División, contando en sus filas entre otros con los dos jugadores que hoy protagonizan el post.

Ambos coincidieron una sóla temporada, la 98-99, la única que el transhumante Cardetti disputó en la ciudad castellanoleonesa. Conocido como "El Chapulín" (o saltamontes), este menudo futbolista vivió su primera temporada en España cedido por el River Plate, a donde volvió tras pasar sin pena ni gloria con una modesta aprotación de cinco goles en veinticuatro partidos.

De hecho fue en el equipo bonaerense fue uno de los pocos sitios donde aguantó más de una temporada. Concretamente tres desde su regreso. Fueron sin duda sus mejores años hasta el punto que llegó a ser pichichi del Apertura 2001 con 16 tantos y a compartir delantera con Saviola, méritos que le valieron para volver a Europa.

Su destino fue el Paris Saint Germain, donde volvió a coincidir con Pauleta, alma mater de aquél Salamanca triunfal. En la capital gala disputó una temporada antes de poner rumbo de nuevo a España oara jugar con el Valladolid. En el conjunto pucelano fue carne de banquillo en una temporada que acabó en descenso.

Tras su segunda aventura fallida en el Viejo Continente regresó a su país para jugar en el Racing y de nuevo hizo las maletas, esta vez rumbo a México para unirse a los Pumas. Tampoco allí cuajó y tuvo que volver de nuevo a su Argentina natal unos meses después y enrolarse en el Gimnasia de la Plata, otra vez sin éxito.

Hombre de fe intentó una vez más triunfar en el extranjero, esta vez la buena, fichando por el Deportivo Cali. Poco duró allí ya que ese mismo año retornó a casa para jugar con el Colón y posteriormente con Quilmes, paso previo a colgar las botas tras jugar en once equipos durante sus quince años de carrera.

No le fue mejor a Silvani, al que no sólo se recuerda en Salamanca sino también en su época en el Extramadura, cuando el equipo de Almendralejo llegó a Primera División de forma sorpresiva. Su trayectoria y la de Cardetti guardan ciertos paralelismos. De hecho el Cuqui también jugó en River Plate, justo antes de la llegada del que luego sería su compañero en el Salamanca, y fue cedido, concretamente al Argentinos Juniors.

Tras su paso por el club millonario se marchó a jugar al Universidad de Chile y de ahí a sus dos equipos en España. Con el descenso de la Unión tuvo que buscar nuevos horizontes y puso rumbo a México para prestar sus servicios al Pachuca. Sus goles, uno de ellos desde el medio del campo que desniveló el partido que decidía el título, le valieron para convertirse en uno de los primeros afortunados con un contrato en las emergentes ligas árabes.

Firmó por el Al Sawed de Emiratos Árabes por donde pasó de puntillas antes de regresar a Argentina y militar una temporada en Newells y otra más en Estudiantes, paso previo a su fichaje por el Liverpool (el de Uruguay, no alamarse) y a su ulterior retirada.

No habría motivo para hablar de los dos a la vez en un mismo artículo si no fuera porque tras dejar el fútbol en activo sus vidas volvieron a unirse junto a la de otro futbolista que ya pasó por aquí, el "Mono" Montoya. Con el dinero que amasaron a lo largo de sus carreras los tres decidieron permitirse el capricho de hacerse cargo de un equipo y fundaron la primera sociedad anónima deportiva de Uruguay en el Boston River, de segunda división, donde nuestros dos protagonistas de hoy entrenan a las categorías inferiores.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Veteranos

A pesar de que el fútbol está cambiando, de que cada vez son más jóvenes los que empiezan y de que la técnica y los regates inverosímiles triunfan por encima de los demás, yo soy de los que piensa que en el fútbol, como en la vida, hay que guardarle cierta pleitesía a los mitos.

Hemos caído últimamente en una espiral en la que la veteranía ha dejado de ser en un grado para pasar a transformarse en un lastre difícil de llevar. Cualquier jugador de más de treinta años se ha convertido en el blanco de los fracasos de su equipo y él solo carga sobre sus espaldas con los males del resto de sus compañeros.

Y lo duro no es que se pida su cabeza con premura exigiendo que le cambien por otro más jóven que generalmente no está a su nivel. Lo duro es que en la mente colectiva acaban diluyéndose todos los méritos que otrora realizara el ídolo caído y que estos sólo se recuerden con afán comparativo y no como una impecable lista de servicios al club que les vio crecer y por el que dieron sus vidas. Al futbolista veterano se le exige que vuelva a ser el de siempre -cuando las leyes naturales indican que eso nunca es posible- y jamás sale ganando en esa balanza que mide por un lado un bajón no excesivamente pronunciado en su rendimiento y por el otro los años impagables de trabajo incansable.

Por eso me alegro cada vez que uno de estos veteranos es reconocido, como pasa en el Milán como Inzaghi. Desde fuera resulta típico decir, seguro que yo también lo he hecho alguna vez, que es difícil que un equipo triunfe con "abuelos", usando como paradigma a gente como Pirlo o el propio "Pippo" en el equipo rossonero. Pero me encanta saber que desde dentro, entre los aficionados del club, estos jugadores son venerados y se les respeta dando por sentado que debe depender de esos futbolistas y no de los demás el decidir cuando apartarse para abrir paso a lo que viene.

Y ellos, agradecidos, siguen obsequiándoles con su mejor fútbol, que quizás no sea el mejor de sus vidas pero si el de más quilates que pueden dar sus maltrechas piernas. Con eso y con un profesionalismo indudable, porque generalmente los que llegan en buena forma al ocaso de sus carreras son aquellos que vivieron por y para el fútbol durante las mismas.

Trsite sería el fútbol si la competitividad obligara a desaparacer de los campos de fútbol a figuras como la de Inzaghi, que ya no mete veinte goles como antaño pero que garantiza entre diez y quince cada temporada (sin contar la pasada), algunos de ellos decisivos como el que este fin de semana rescató a su equipo contra el Catania o aquellos que le dieron la Liga de Campeones contra el Liverpool.

Por suerte las críticas hacia su figura serán pasajeras. Cuando nuestros nietos vean fútbol sólo recibirán los ecos de todo esto. Igual que yo no recuerdo en qué temporadas Pelé o Di Stéfano bajaron en su rendimientos ellos sólo oirán hablar de las cifras de futbolistas como Inzaghi, Raúl o Del Piero... y sabrán que fueron grandes.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

¿Qué ha sido de... Kizito Musampa?


Hoy el Ajax visitará el Santiago Bernabéu en Champions. Atrás quedan aquellos tiempos en los que el equipo de Amsterdam dominaba en la Champions con una generación mágica capitaneada por Louis Van Gaal. Muchos de aquellos jugadores triunfaron y dieron de sí lo que se esperaba de ellos. Otros no tanto.

En este último grupo se encontraba Kizito Musampa, que comenzaba a despuntar por aquél entonces tras sus buenas actuaciones en las categorías inferiores Ajacied. Nacido en el Zaire fue internacional hasta la sub-21 con Holanda e intentó, sin éxito, debutar con la absoluta. Para ello dejó su primer club rumbo al Girondins de Burdeos con las miras puestas en el Mundial de Francia.

Sus dos temporadas en tierras galas no fueron excesivamente provechosas a pesar de ser un futbolista que lo daba todo sobre el campo. Tras dejar a los bordeleses se marchó a la Costa del Sol, donde vivió con diferencia sus mejores años. Musampa formó parte de aquella plantilla que disputó de forma brillante la UEFA y que sorprendió a todos junto a futbolistas de la talla de Dely Valdés o Darío Silva.

De su traspaso se habló durante varios veranos pero sólo se decidió a cambiar de aires en el 2003 antes la sugerente oferta del Atlético, que además dejó tres millones de euros en las arcas malacitanas. En su primer año contó con minutos pero poco a poco se fue diluyendo y acabó siendo cedido al Manchester City.

Allí jugó un año y el equipo optó por extender su cesión uno más. Mala decisión pues Musampa dejó de contar en las alineaciones y acabó siendo carne de banquillo. Tras su experiencia en Inlgaterra se marchó libre al Trabzonspor, donde fue cortado para empezar un duro periodo de contratos efímeros.

El primero fue con el AZ. Probó hasta noviembre y luego firmó un contrato que rompió en enero. De ahí se marchó al Seoul de la liga coreana. Comenzó su contrato en marzo y se fue en junio. Tras sus malas experiencias volvió a Holanda para jugar en el Willem II. Más de lo mismo. Llegó en marzo e hizo las maletas en junio. Finalmente probó suerte en el Metz en septiembre del año pasado aunque el equipo francés no picó y decidió no darle la oportunidad. A pesar de todo no está oficialmente retirado, y más de un año después sigue esperando oportunidades.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El telefilm teutón

Todos hemos visto esa típica película americana de televisión de las tres y media de la tarde en la que un exdeportista joven que sufre una grave lesión se ve obligado a retirarse y a buscar consuelo en los banquillos. Lo encuentra en un equipo modesto sin aspiraciones, generalmente formado por niños graciosillos o por adolescentes pendencieros. Poco a poco nuestro protagonista va dando forma a lo que tiene y tras ir ganando partidos va metiéndose sucesivamente en las finales locales, estatatales, nacionales... y todas esas tipicas demarcaciones territoriales norteamericanas. Finalmente acaba llegando a la gran final, contra un equipo de tipos prepotentes que generalmente visten de negro y les desprecian. Y normalmente ganan.

El perfil, por lo menos en lo que a la primera parte de la historia, la que toca lo del entrenador y el progreso, es el argumento del cuento de hadas que de momento vive el Mainz 05, colíder de la Bundesliga junto al no menos modesto Hoffenheim. Lo de los segundos es menos meritorio en la medida en la que es de sobra conocido que el dinero no es un problema, pero lo del equipo de Maguncia es cuanto menos sorprendente.

Convertido en uno de los punteros de la segunda división el equipo lograba hace dos años volver a lo más alto en la que sería su cuarta temporada en la Bundesliga de los últimos seis años. Sin embargo pocos apostaban por ellos para mantenerse y más cuando en el mes de agosto se despedía al artífice del ascenso, Jorn Andersen, por su derrota ante el modesto Lubeck en Copa y se ponía en frente al joven de 36 años Thomas Tuchel.

El bagaje del nuevo inquilino poco decía. Proyecto de futbolista en su juventud, una lesión cortaría su progresión y le obligaría a replantearse su futuro, entrenando a equipos de categorías inferiores. En este periplo caería en sus manos el sub-19 del Mainz, trampolín que le aupó al primer equipo tras ganar la liga.

Sin apenas experiencia entraba en el vestuario de un equipo que no había empezado bien y que necesitaba altas dosis de motivación en cada partido para sumar poco a poco con miras a la salvación. Y el experimento salió redondo. Con una plantilla sin grandes estrellas Tuchel fue poco a poco ganándose el respeto de sus futbolistas e inculcándoles los elementos necesarios para crecer.

Con él al frente el equipo de Maguncia conseguía terminar undécimo la temporada pasada y, lejos de bajar su nivel, este año han comenzado como un tiro, sumando tres victorias en tres partidos ante rivales de la entidad del Stuttgart y el Wolfsburgo, al que venció por 3-4 después de remontar un 3-1 en el segundo tiempo.

Una muestra del carácter de un equipo que juega concentrado y no baja los brazos, que trabaja en conjunto al ritmo que marca la batuta de uno de los entrenadores más prometedores del Viejo Continente. Nadie sobresale por encima de nadie pero todos rinden a un nivel muy alto. Toca ahora ver la capacidad de resistencia del equipo y su habilidad para controlar el temblor de piernas en los momentos clave.

Cuajar una buena temporada sería un buen premio para su estadio, que construído en 1929, dejará espacio a una nueva estructura más grande y más moderna a partir del año 2011. Quizás este año lleguen las ansiadas tardes de gloria al Stadion am Burchweg, en el que resuena una canción de carnaval cada vez que los locales marcan gol. Que siga la fiesta.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Ya son dos años

Hoy es un día especial como lo son todos en los que un blog cumple años. Dos exactamente hace "De paradinha", que comenzó como una modesta aportación a la blogosfera y que poco a poco se ha ido haciendo un hueco y cobrando importancia para vosotros, los lectores.

En lo personal me siento muy orgulloso de mi "hijo" que continúa creciendo fuerte y saludable desde que arrancara su andadura con aquél post titulado "Lo que el fútbol ha unido que no lo separe nadie". Han sido dos años de compartir lo poco o mucho que sé de fútbol internacional con todos aquellos que habéis tenido cierta inquietud y que hos habéis pasado por esta página, dejando vuestros comentarios o simplemente leyendo los artículos.

Y me agrada saber que a cada año que pasa sois más los que apostáis por "De paradinha". De hecho miraba el post que escribí con motivo del primer aniversario y no puedo sino dejar de sorprenderme. De 19.118 visitas el blog ha pasado ha 55.859. También ha crecido el número de followers, que ya se eleva hasta los 65 y el número de comentarios, que ha pasado de 660 a 1305.

Y por supuesto el número de post. Ya son trescientas tres historias las que se han contado, trescientos tres pequeños textos dedicados al fútbol internacional, a peloteros, a equipos a ligas... Y a pesar de tanto tiempo, de tanta dedicación, mi ilusión sigue intacta como el primer día por lo que prometo que seguirán siendo muchas más.

En cuanto al futuro, pronto empezará una sección llamada "Españoles por el mundo" en la que de vez en cuando algún futbolista de nuestro país nos contará como es su experiencia jugando en el extranjero y, si todo va según lo previsto, pronto se celebrará la primera edición de los premios "De paradinha" en los que todos podréis participar.

No quiero terminar estas líneas sin unos cuantos agradecimientos. El primero para mi hermano, que me animó a crear el blog. Sin él nada de esto habría sido posible. No me olvido tampoco de Carlos Cruz, que sigue colaborando de forma fiel con sus artículos sobre la Premier, y de Pablo Peña, que diseñó la cabecera. En la misma medida también quiero tener unas palabras hacia la gente de Marcador Internacional, que me metieron el gusanillo del fútbol internacional en el cuerpo, hacia los chicos de Futbólogos, hacia la gente de Radio Deportiva y hacia el brillante periodista Enric González. Él vio en mi trabajo algo diferente y lo recomendó en su bitácora sobre el Mundial. Gracias a esto mucha gente ha descubierto "De paradinha". Por todos ellos, por todos vosotros, lectores fieles, este blog seguirá adelante, espero que por muchos años más.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Qué ha sido de... Avi Nimni?


Hay una estirpe de futbolistas cuyo nombre produce pavor entre los aficionados del que fue su equipo y les hacen recordar épocas pretéritas en las que nada parecía salir bien. Cada club tiene el suyo. Son los Petit y Bogarde del Barcelona, los Rodrigo y Balic en el Real Madrid, Marcelinho Carioca en el Valencia y nuestro protagonista de hoy entre otros en el Atlético de Madrid.

Durante su estancia en la ribera del Manzanares jugó poco y jugó mal pero es seguro que aquellos que vivieron esa época no olvidan su nombre como una de las peores inversiones ecónomicas en la historia de los rojiblancos. El israelí llegó avalado por Antic como un jugador capaz de encontrar en cada momento la mejor jugada posible y lo que encontró fue acomodo en el banquillo, en parte por culpa de una inoportuna lesión.

Y a pesar de todo, a pesar de los palos, de los pitos, de los insultos o de las pintadas que aparecieron en su contra, de que en España será recordado a modo cómico por varias generaciones, a pesar de todo eso, es historia en su país. Uno de esos extraños casos de futbolistas que tras la defenestración en las grandes ligas consiguen encontrar acomodo en otro lugar y convertirse en héroes. Pero vayamos por partes.

Nimni debutó a comienzos de los años 90 como profesional en las filas del Maccabi del Tel Aviv. Con sólo 18 años consiguió hacerse con un puesto en el primer equipo gracias a su gran talento, que combinaba con una sorprendente capacidad anotadora. Estas virtudes llamaron la atención del Atlético, que en el año 98 decidía pagar cuatro millones de euros por sus servicios.

Poco más de diez partido jugó con la elástica colchonera antes de volver a la capital israelí durante un año y de probar de nuevo suerte en una gran liga. El Derby County se lo llevó cedido y a pesar de marcar en su debut, jugó aún menos que en la capital de España. Entendiendo que el fútbol de élite no se había hecho para él volvió de nuevo a su casa, que siempre le recibió con los brazos abiertos al igual que su selección -con la que llegó a disputar 80 partidos-.

De hecho muchos son los episodios que le encumbran como leyenda del conjunto hebreo, sobre todo en la etapa posterior a sus viajes fallidos por la Liga y la Premier. A su regreso en el año 2000 coincidió con el que fuera seleccionador Shlomo Sharf. Este le criticó duramente y en público tras un partido e intentó convercer al dueño para que le traspasara. El tiro le salió por la culata y acabó siendo despedido.

No fue la única vez que Nimni acabó quitándole la razón a un entrenador. La segunda ocasión que esto sucedió, sin embargo, lo hizo sobre el terreno de juego. En la temporada 2002, con otro mítico del club como Nil Kringer de entrenador, fue relegado al banquillo en la jornada catorce en favor de Baruch Dego. Dieciséis después su sustituto se lesionaría del tobillo y le volvería a tocar coger el mando. Él solito remontaría el decisivo encuentro ante el Beitar Jerusalén, anotaría un hat-trick ante en Bnei Yehuda y abriría la lata en el partido que le dio el título liguero a su equipo frente al Hapoel Petah Tikva. Y encima sería el pichichi del equipo con 14 goles.

Tal demostración de superioridad no debió sentar bien dentro del vestuario y este acabó dividiéndose en dos bandos. Por un lado los que apoyaban al bueno de Nimni y por otro los que no, abanderados por el exjugador del Brescia Tal Banin. La disputa la zanjó Kringer de forma salomónica echando a los dos.

Mientras Banin tuvo que conformarse con lo que pudo, Nimni se marchó dos años al Beitar Jerusalén donde se convirtió en la estrella indiscutible del equipo y anotó 20 goles en dos temporadas desenvolviéndose, como siempre, de mediapunta. Mientras, en el estadio de Maccabi el ambiente era infernal y los aficionados del equipo peregrinaron al estadio durante dos años con camisetas negras en señal de luto por la marcha del jugador. Incluso se llegaron a oir cánticos como"Llevamos el 8 en la sangre, Nimni siempre será del Maccabi".

Ante esta tesitura Kringer tuvo que tragarse sus principios y volver a fichar al israelí para el equipo de sus amores, donde se retiró en 2008 como el máximo goleador de la historia del club y el tercer máximo goleador de la historia de la liga. En la actualidad desempeña la labor de Manager General del club y, a final de año, la directiva ha anunciado que retirará el dorsal número 8 en su honor. El fútbol siempre da una segunda oportunidad. Ver para creer.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Un país que piensa en verde

Francisco "Kikín" Fonseca es un actor completamente secundario en el fútbol mexicano, un tipo al que se critica con bastante frecuencia por su escasa capacidad anotadora en las filas de los Tigres. De nada sirve su pasado, donde realizó actuaciones más que dignas en el Cruz Azul. Desde su vuelta del Benfica todo han sido palos (fundados, todo hay que decirlo) y probablemente la del domingo en el diario Récord sea una de las pocas portadas que haya protagonizado en los últimos años.

Su imagen, celebrando un tanto en el amistoso de su equipo ante el América es la última que vi antes de subirme en el avión de vuelta de México. Leer el texto que acompañaba a la foto fue como alcanzar el Nirvana y comprender al fin, tras varios días de reflexión, cómo se ve el fútbol en el país.

El periódico titulaba "¡Extra Extra! anotó Kikín Fonseca". Si sólo se quedara ahí podría no pasar de anécdota e incluso podría tomarse como algo ingenioso pero había un trasfondo en todo ello. A su lado, en un pequeño inciso, se añadía: "Algo raro está pasando en el fútbol mexicano cuando hasta el Kikín consigue robarle la portada al Tri. El juego de anoche fue una vergüenza; México cayó 2-1 ante Ecuador".

El centroamericano es un país que vive por y para su selección, que no perdona un tropiezo y que exige a su combinado nacional muy por encima de sus posibilidades. No hay piedad ni excusa cuando el nombre patrio está en juego y la derrota es el escenario perfecto para disparar a discreción.

Basta por ejemplo ver las puntuaciones en las crónicas del partido. De Torrado se dice: "Para qué esperamos hasta el 2014, mejor nos deshacemos del jugador que pica piedra en el medio campo y nos buscamos a otro". No son más benévolos con Vela, que fue abucheado en su vuelta al estadio del Chivas: "Los traidores a la patria, de espaldas al paredón y con los ojos cerrados. Ahí te ve, Wenger".

La prensa no tiene piedad y en el fondo es la única que levanta la voz entre un pueblo alicaído en el plano futbolístico. Asumí que el resto ya habían bajado los brazos el día anterior cuando, caminando por la calle, un tendero le preguntaba a otro la hora del partido de "La decepción". Y a pesar de todo, de ese pesimismo intrínseco, la gente sigue apoyando a los suyos, se sigue vistiendo de verde el día del partido en todo el país.

A pesar de que el partido se celebraba en Guadalajara decenas de personas paseaban por la callejuelas coloniales de Puebla con la elástica nacional y otros tantos tomaban café en el Zócalo, cerca de la preciosa e imponente catedral, enfundándose la gorra oficial. Cerca, tiendas de deporte destartaladas mostraban camisetas burdamente falsificadas de equipos de todo el globo, principalmente del Madrid y el Barcelona, reyes absolutos en cuanto a preferencia.

Los punteros españoles ganan de calle a los demás y ni siquiera el boom que ha supuesto la llegada de "Chicharito" (del que se hacen, entre otras cosas, seriales sobre su infancia) a la Premier ha cambiado la mentalidad de una sociedad que sigue respetando a Hugo Sánchez y que últimamente se había orientado hacia la Ciudad Condal con la irrupción de Márquez.

Por el que fuera delantero del Madrid aún se pregunta. La gente en la calle quiere saber si realmente era tan conocido en España y les encanta que les regalen los oídos diciéndoles que es un icono en el equipo blanco y que quizás algún día pueda llegar a sentarse en el banquillo del Santiago Bernabéu.

En la misma medida les gusta conocer la opinión de los españoles sobre Javier Aguirre. En los taxis, fuentes auténticas de sabiduría balompédica, la opinión se pulsa al cincuenta por ciento. Unos ensalzan su labor como salvador de la Tri mientras que otros le atacan sin piedad por dejar fuera a Ochoa del equipo titular del Mundial. Algunos incluso se atreven a explicar esta decisión con rumores sobre la negativa del Memo a ser representado por el apoderado de "El Vasco".

Sea como sea el caso es que montarse en uno de estos vehículos es un espectáculo amén de una alternativa barata para el desplazamiento. Dentro de ellos se pueden oir todo tipo de teorías descabelladas, cientos de nombres diferentes para ocupar el puesto de seleccionador nacional e incluso llegué a presenciar la escena de un conductor aficionado de Pumas que soltaba las manos del volante y mirando hacia atrás cantaba: "Cómo no te voy a querer, como no te voy a querer, si mi corazón azul es y mi piel dorada siempre te querré...".

Aquél mítico personaje, de nombre Julio, fue uno de los más pintorescos que me cruce en mi periplo. Un tipo que se había recorrido el mundo viendo fútbol, o eso aseguraba, y que recurría a estrategias de lo más pintorescas para sacarse unos cuántos pesos de más a final de mes. Nada extraño en un país en el que cualquier cosa vale y en el que por la calle uno puede hacerse con un título universitario perfectamente falsificado por poco más de treinta euros.

Julio, sin embargo, no era excepción en México DF. Cómo él, topé con muchos aficionados del equipo universitario y alguno también del Cruz Azul pero sin conocer a ninguno en el gremio que alentara al América, el equipo que supuestamente tiene mayor apoyo popular. De hecho se le atacaba con voracidad en la misma medida en la que otros criticaban a Pumas argumentando que los aficionados eran "los jóvenes universitarios que se pasaban el día consumiendo droga".

Sin embargo y pese a todo no es sino el América el que ocupa en sus partidos uno de los mayores templos del fútbol a nivel mundial, el Estadio Azteca. Durante mi estancia fue, evidentemente, parada obligatoria. Uno de esos hitos de peregrinación que destila sabor a historia, que todo buen aficionado debe visitar al menos una vez. Un recinto de grandes proporciones que sin embargo no parece mastodóntico.

Sus 120.000 localidades imponen, a pesar de que gran parte de su aforo está destinado a los palcos privados, explotados por sus dueños y sus descendientes durante un período de noventa y nueve años. El recinto alberga también un coqueto museo en honor al club que lo ocupa cada fin de semana en el que se puede ver desde una de las famosas boinas de Lapuente hasta vídeos que reproducen los goles del ídolo Cahuatemoc Blanco.

Su figura, ya algo contundente, sigue teniendo gran predicamento dentro del pueblo por su garra y los detalles técnicos que destila de vez en cuando. Él es el máximo exponente de la situación actual del fútbol azteca (con la anécdota del Chivas en la final de la ibertadores), pesado, conformista y admirador de los que algún día fueron alguien. Con estabilidad y mayor compromiso de los que vienen por detrás, quizás algún día se cambien las tornas.