martes, 22 de septiembre de 2015

Milagros y 'milagros'

Emilia Romaña, con sus sobresalientes materias primas y su mimo para promocionar el producto autóctono, es para muchos la región donde mejor come de toda Italia. Basta con decir que a Bolonia se le conoce vulgarmente como ‘la grassa’, que de esa zona procede el parmesano y que tan espectacular como pasear en bicicleta por las murallas de Ferrara lo es ver ensamblar a mano esos manjares locales bautizado como cappellacci di zucca; que no son sino el pariente cercano de los tortellinis pero rellenos de calabaza.

Las urbes compiten por conquistar los paladares del visitante en una guerra sin cuartel donde, sorprendentemente, ha entrado con fuerza Módena. Defendiéndose durante años con el más bien pobre argumento del aceto balsámico, ese concentrado que en forma de hilos se ha convertido en un arabesco innecesario que ya empieza a ser kitsch, ha encontrado en el cocinero Massimo Bottura a su mejor aliado.

Tras varios años entre los nombres más destacados de su gremio, la última lista elaborada por la revista ‘Restaurant’ ha situado a su céntrica Osteria Francescana como la segunda mejor mesa del mundo solo por detrás de El Celler de Can Roca. Un pequeño motivo por el que presumir teniendo en cuenta que, cuando se habla de fútbol, es mejor estar callado.

Descartando al decadente Parma, es comprensible que entre los 180.000 habitantes de Módena se haya instalado un profundo sentimiento de frustración. Se puede asumir, con dificultad, que el Bolonia es ya un histórico de la Serie A y por tanto la rivalidad con ellos es desigual. 

Sin embargo no hay consuelo suficiente cuando el club tirita a la sombra que proyectan el Sassuolo y el Carpi, más teniendo en cuenta que este último utiliza su bien cuidado y coqueto estadio; que destaca en el horizonte por sus focos casi inclinados. Un Alberto Braglia, por cierto, que la semana antes de que se estrenara allí como local el invasor ante el Inter estaba sometido a obras de aclimatación con más de una decena de empleados trabajando desde primera hora.

Para entender cuánto de milagroso hay en el éxito de estas entidades lo mejor es alquilar un coche con el que desplazarse hasta el corazón de las ciudades que las albergan y mezclarse con los pobladores, que sumando ambas apenas superan los cien mil en su totalidad. Llegados a este punto, una información de servicio: Conviene evitar a toda costa contratar el vehículo con Locauto; lo que parece barato acaba saliendo muy caro y el trato de los poco profesionales empleados en el aeropuerto romano de Ciampino es probablemente el más indeseable que uno se pueda encontrar en todo el país.

Maranello es un templo para los amantes de la velocidad, uno de esos núcleos urbanos que deben su fama a un producto. El rojo Ferrari salpica los rincones, desde el populachero museo hasta los pequeños garajes desde los que salen a toda velocidad curiosos dispuestos a pagar grandes cantidades de dinero por vivir la experiencia de ponerse al volante de uno de los caros automóviles italianos. Su fama bastaría por sí sola para desplazarse hasta territorio modenesí.

Es en el breve camino que guía a esa factoría de sueños sobre cuatro ruedas en donde aparece, sin hacer ruido y casi en la clandestinidad, la  poco atractiva localidad de Sassuolo. Un desvío de apenas un kilómetro lleva hasta el extrarradio, coraza despojada de atractivo que hay que cruzar para llegar a la génesis de lo que es hoy uno de los fenómenos sociales más atractivos del Calcio. A escasos doscientos metros del centro histórico se levanta un estadio que en poco difiere de cualquiera que se pueda ver en un pueblo o barrio español con posibles.
A media mañana aprieta la canícula y por el césped trota con poco garbo un empleado del club a quien la presencia de curiosos parece importarle entre poco y nada. No hay ruido alguno que altere el latir tranquilo del corazón de la entidad, el lugar donde todo se cocinaba cuando la modestia era ley y el dinero utopía. La situación ha cambiado.

Lo explica otro trabajador de características bastante similares al primero pero más locuaz. Casi avergonzado reconoce que estamos ante la génesis, pero que de eso queda poco o casi nada. El equipo que vio crecer se encuentra ahora en un dulce coma inducido del que despertará cuando Mapei deje de meter aire. La empresa de materiales para la construcción, que en su día hizo leyenda sobre las bicicletas que ganaban etapas en el Tour de Francia, se ha comprado un juguete distinto con todos sus accesorios.

Jugadores de renombre internacional portan ahora la camiseta verde y negra en un estadio situado a veinticinco kilómetros del epicentro. Quizás por ello uno pasea por las calles y siente que no hay sentimiento de orgullo sino resignación. De hecho es mencionar la palabra ‘milagro’ a los habitantes y acto seguido estos responden con cierta envidia: “El verdadero milagro es el del Carpi”. Basta esa frase para despertar el interés, para recorrer los treinta y cinco kilómetros de distancia y saber qué es lo que realmente sorprende allí.

Pero antes de que eso suceda merece la pena hacer el esfuerzo por entender en plenitud la realidad del Sassuolo. Descifrado ya el misterio de dónde viene, es interesante intentar adivinar hacia dónde va. Y para eso, la única forma, es viajar hasta el lugar donde disputa sus partidos.
Ubicado en un páramo a la entrada de Reggio Emilia, el Mapei Stadium es una estructura sin alma en mitad de la nada. Su soledad invita incluso a no acercarse y mirarla de reojo. La sorpresa llega cuando uno se decide a ir y se encuentra el párking un sábado sin fútbol lleno hasta la bandera. El misterio se destapa al torcer la esquina y descubrir que no todo es lo que parece. 

Las gradas son tan solo una excusa para dar relevancia al impresionante centro comercial que se aloja en sus entrañas, una pléyade de tiendas e incluso un cine donde hordas de jóvenes dilapidan la paga de la semana. El contraste con el lugar donde el relato empezó no puede ser más impactante. Confunde y en cierto modo decepciona.

Cae el día y el atardecer se materializa en la ruta hacia Carpi las horas anteriores al debut del equipo en Serie A contra la Sampdoria. Es un aliciente para asomarse por allí, quizás el único en una ciudad que apenas ocupa un cuarto de página en las guías por el discreto mérito de albergar una plaza de grandes dimensiones.
Como sucede en casi toda Italia, es sencillo llegar al estadio siguiendo la señalización que se divide entre el acceso para los locales y para los visitantes. No lo es tanto, por el contrario, asimilar que lo que uno tiene ante sus ojos cuando llega es la casa de un club de la máxima categoría. Tanto que surge este surreal diálogo con un hombre local.

-        ¿Esto es el campo de fútbol del Carpi?
-        Sí, lo es
-        ¡¡Es milagroso!!
-        ¿El qué?
-        Que aquí haya un equipo en la Serie A
-        Ahhhh. Bah.

El desdén descoloca. Más cuando es la misma actitud que representa el personal del club. Primero en el bar del estadio, donde un camarero seca vasos con un trapo al tiempo que vende bufandas sin ningún tipo de ilusión. Luego en las oficinas del segundo piso, que cuando cae la noche están ocupadas por tres jóvenes muchachas. Cual Romeo, desde la acera, un servidor les implora que le dejen acceder al estadio. Primero se hacen las suecas y acto seguido se empiezan a reír antes de afirmar que está cerrado y que vuelva otro día.

Toca ver la estructura por fuera. Vestido en algunas partes con muros pintados por los seguidores, en el entorno destacan una gasolinera de la omnipresente Esso y un negocio en vías de extinción como es el videoclub. Hace falta algo más y para ello nada mejor que asomarse al interior de la ciudad, dejando extramuros las ventanas que aparecen adornadas con banderas blancas y rojas.
Tras pasar una primera y coqueta plazuela engalanada de cafeterías con encanto se llega al gran núcleo que le da fama, el corazón de Carpi. Los andamios deslucen la fachada del Duomo y la mala iluminación desdibuja la inmensidad de un recinto en el que no es difícil imaginar a niños jugando con la pelota. Los mismos que hace meses soñaban con ser Messi o Cristiano y que hoy se pelean por ser Kevin Lasagna o Gaetano Letizia.

Historia del Renacimiento

Aquella noche del doce de mayo del año 1999 en Moscú, un ambicioso proyecto llegaba a la cumbre. Sobre el césped dos campeones del mundo y dos que lo serían después compartían celebración con algunos de los nombres más destacados del fútbol argentino por entonces.  Acababan de ganar la Copa de la UEFA defendiendo los colores del Parma, un club que varias campañas atrás ya había experimentado el goce continental tras levantar ese mismo trofeo y justo antes una Recopa.

Sin contar al hijo pródigo Asprilla, que se fue al Newcastle para volver después, solo Luigi Apolloni podía presumir de haber participado en los tres éxitos y haber cumplido el ciclo de forma ininterrumpida. El espigado central pelirrojo, que llegó a la entidad a finales de los ochenta, era el único capaz de dar testimonio en ese vestuario del gran cambio experimentado por la entidad y la ciudad.

Aquella urbe, fragmentada por el río con un Duomo clásico escoltado por un campanile y un baptisterio, había irrumpido de la nada en el panorama balompédico subida a lomos de un brioso corcel llamado Parmalat. Mientras le fue bien a la empresa de Calisto Tanzi, no le faltó de nada al equipo. Sin embargo los cimientos del sueño habían sido levantados con papel de fumar y a un hundimiento le siguió el otro. La historia no le valió al Parma para sobrevivir así que en el tramo final de la pasada campaña llegaron los postreros estertores y el previsible deceso.

No hay sin embargo tumba lo suficientemente profunda como para enterrar una leyenda ni categoría lo demasiado baja desde la que no se pueda empezar de nuevo. La Serie D es ahora la casilla de salida, un purgatorio donde se mezclan pueblos desperdigados por la ‘bota’ junto a otros penitentes ilustres con la cara también lavada como el Siena, el Rimini o el Padova.

Para salir de esa jungla de piernas como cuchillos nada mejor que poner al frente de la expedición al ‘último superviviente’. Apolloni se sienta ahora en el banquillo para dirigir a un grupo con salpicaduras de clase como la que aportan los desconocidos Corapi o Melandri y retazos de nostalgia que llegan de la mano de Alessandro Lucarelli, quien a sus treinta y ocho años se ha convertido en ídolo al entender que durante el ocaso es recomendable ser cabeza de ratón.
Todos ellos despuntaron de manera notable en el primer encuentro que el nuevo equipo disputó en el Ennio Tardini, un amistoso ante el Pontedera que reunió a mil trescientas personas en las gradas. Por diez euros, varios novios se regalaban arrumacos en la tribuna de sombra. Pagando la mitad, exaltados desprovistos de camiseta cantaban desde un fondo divisando en el horizonte a una decena de hinchas del visitante.

No puede decirse que aquello fuera una fiesta pero sí al menos que en ese estadio ahogado por las casas colindantes y decorado con una manierista puerta de acceso en su fachada principal, había voluntad de subirse al nuevo tren. Y es que, dentro de la desgracia que supone la orfandad, al menos se ha intentado embalsamar con cierta delicadeza el cadáver. Para endulzar la píldora que han de tragar los seguidores, nada mejor que una figura de consenso.

Con su pelo cano y un gesto ya desprovisto del amargor que acompaña a todo técnico tras varias campañas alejado del gremio, Nevio Scala asoma en el descanso desde las entrañas del estadio rumbo a un KIA que podría ser el de cualquier vecino de un barrio obrero. Intenta pasar desapercibido pero no es fácil cuando ejerce como el actual presidente y su cara ilustra la campaña de captación de abonados junto a un grupo de niños risueños bajo el lema: ‘Un nuevo inicio para un largo viaje’.
Quien forjara desde la banda un equipo ganador y ejerciera de maestro para su sucesor vigente, es capaz de atreverse con el inglés para dar detalles a un servidor acerca de una segunda juventud personal que camina de la mano con el renacimiento parmesano: “Tenemos mucho entusiasmo. Creo que es un buen equipo y espero que en poco tiempo veamos un fútbol muy bonito”.

Asimilando que toca olvidar el pasado glorioso, cree además que la acogida está siendo positiva: “La respuesta de la ciudad es muy buena porque le gusta ver a jugadores jóvenes. Espero que en unos años estemos todos juntos en la Serie A, aunque estaría bien también la Serie B. Estoy seguro que van a seguir al equipo porque a la gente le gusta nuestro trabajo, las personas que componemos la nueva estructura. Estoy seguro de que la ciudad estará junta con el equipo”.

El respaldo recibido por el plantel desde la grada en el intrascendente amistoso ante el Pontedera hace pensar que el proyecto cuenta verdaderamente con el beneplácito popular. Y es que no deja de ser meritorio que pese al calor, que obligó incluso a intervenir a los sanitarios para tratar un desvanecimiento, la tribuna principal y uno de los fondos presentaran un aspecto más que saludable para un choque del que apenas había constancia por el centro de la ciudad.

Duro y lleno de obstáculos será el camino. En el mejor de los casos, será placentero a las primeras de cambio. En el peor, se pondrá a prueba la fe de todos aquellos que tienen que adaptarse a una nueva realidad. Asumir que la gloria no volverá si no arriman todos el hombro es el primer paso para salir a buscarla de nuevo. Solo así puede que, como ya sucedió en los noventa, aparezca de la noche a la mañana. Con suerte, a la segunda será más duradera.

martes, 21 de julio de 2015

La cuadratura del círculo


Inmerso aún en la resaca posterior a la salida de Ferguson del banquillo, el Manchester United ha decidido solucionar este verano el problema por la vía rápida y es por ello que se ha lanzado al mercado con el dinero por castigo y la camiseta como argumento. La camiseta, con el símbolo de la marca alemana Adidas, que le aporta los beneficios suficientes como para que firmar cheques sea el menor de los problemas.

Los ingleses, que ya desde hace un año han decidido apostar fuerte por su resurrección aunque no con excesivo acierto de momento, son a día de hoy los grandes agitadores estivales. Sin embargo, a finales de julio, son más ladridos que mordiscos y si bien lo que ha llegado tiene calidad suficiente, se espera un poco más a juzgar por las previsiones.

Lo cierto es que los cuatro fichajes hasta la fecha (Depay, Schneiderlin, Darmian y Schweinsteiger) harían las delicias de muchos de los grandes clubes del Viejo Continente. Pero saben a poco cuando se habla de nombres como Sergio Ramos o Thomas Müller, este último perfecto para contentar a esa marca de la que irán de la mano en los próximos años.

Quizás el problema es que se tienen los billetes pero no el proyecto deportivo lo suficientemente atractivo como para decantar la balanza. A día de hoy, aunque hay serias opciones, no es seguro que la entidad dispute la Liga de Campeones. Y tampoco ayuda el ver como algunos que aterrizaron como esperanzas en el United hace unos meses están ahora en el disparadero.

Falcao apenas ha tenido protagonismo. Di María se ha convertido en un secundario. Luke Shaw no ha terminado de encontrar la forma exigida. Valdés ha jugador ciento dieciséis minutos en Premier. Todos ellos, y algún otro como el holandés Robin Van Persie, han chocado frontalmente con un muro llamado Louis Van Gaal.

El holandés, poco amigo del conformismo y de la mano blanda, ha mostrado desde su llegada un talante poco conciliador con aquellos llamados a dar un empujón al conjunto. Todo se sostendría si los resultados acompañaran, pero no es el caso. Empeñado en cuadricular un equipo redondo, su mentalidad rocosa podría ser un problema.

Habrá que ver su papel en esta versión 2.0 de los 'Diablos rojos'. Si consigue sacar lo mejor de los elementos de los que dispone, su plantel es candidato a todo. En caso contrario, las iras caerán sobre él y se buscará un heredero de Sir Alex. Y es que el dinero puede comprar grandes jugadores pero encontrar al mejor director de orquesta es otra historia.

miércoles, 8 de julio de 2015

Un coladero en el Pacífico


Pese a que en España existe una tradición futbolística más que arraigada, difícilmente alguien apostaría por un combinado alicantino en caso de que este se lanzara a la aventura de disputar un torneo internacional ya que el limitado espectro de seleccionables haría difícil formar un elenco de garantías para medirse a las grandes potencias.

Imaginemos pues que a este hándicap se le suma el hecho de que el deporte rey sea prácticamente desconocido para los habitantes y que además todos ellos vivan desperdigados en seiscientas siete islas. Pues bien, estos supuestos se juntan en Micronesia; cuya selección sub-23 ha encajado ciento catorce goles en tres partidos.

Dirigidos por un aventurero australiano de nombre Stan Foster, los veintitrés valientes que aceptaron defender a su nación en los Juegos del Pacífico sufrieron dos derrotas sucesivas ante Tahití (30-0) y Fiji (38-0). Quedaba pues el partido ante Vanuatu para lograr marcharse con un tanto a favor y evitar los cien en contra. Sin embargo un rival que necesitaba al menos treinta para superar la fase de grupos acabó endosándoles ni más ni menos que cuarenta y seis, con un tal Jean Kaltack convirtiéndose en héroe por un día gracias a sus dieciséis dianas.

Un panorama desolador para los pobres micronesios que, avergonzados, han decidido solicitar la ayuda de la FIFA en boca de su técnico. Este, único con carnet en todo el país, definió el duelo como una batalla de "niños contra hombres" al tiempo que hizo un llamamiento para lograr la afiliación con Asia. Pese a todo se mostró orgulloso de sus pupilos por el esfuerzo realizado al tiempo que confesó que, algunos de ellos, "no habían usado nunca una escalera mecánica o un ascensor". 

Humillados pero felices, al menos el fútbol les ha dado la oportunidad de conocer otras culturas. De hecho parece que el dolor no es suficiente y volverán a presentarse sin nada que perder en la próxima edición que tendrá lugar en Tonga en el 2017. Por entonces el bueno de Foster espera, cuanto menos, no hacer el ridículo y haberle metido el gusanillo en el cuerpo a más jóvenes.

Afortunadamente ese retorno no estará empañado por la mancha del precedente. Si bien en el imaginario colectivo el daño queda registrado, los libros de récords olvidarán todo al tratarse de un conjunto no afiliado a la FIFA y ser un torneo de categorías inferiores. Eso, al menos, es un pequeña victoria.

viernes, 26 de junio de 2015

Volver

El pasado miércoles se cumplieron ochenta años sin la voz de una figura clave en la historia de la música como fue el cantante Carlos Gardel. Nacido en Francia pero considerado como uno de los iconos culturales del pueblo argentino, donde pasó la mayor parte de su vida, tal es su influencia que cuando algo es insuperable en el país sudamericano lo adjetivan con su apellido.

Un accidente de avión en tierras colombianas se llevó su vida pero no así una voz que gracias a los instrumentos de grabación ha quedado para la posteridad en el imaginario colectivo. Iniciador del tango-canción, también compositor e incluso actor, tras de sí dejó éxitos como 'Caminito' o el inolvidable 'Volver; tema esencial para comprender el género.

En los días donde se conmemora ocho décadas de su deceso, el genio comparte protagonismo en los diarios con un tocayo apellidado Martínez, conocido futbolísticamente como Tévez y apodado 'apache' por su lugar de procedencia. Un hombre que vuelve a casa con la frente marchita y de forma inesperada.

Lo suyo es una demostración de amor por unos colores de las que ya no quedan. Criado en la cantera de Boca Juniors, resistió varios años vistiendo la camiseta de la entidad pese a recibir ofertas del Viejo Continente. Se fue y justo cuando parecía estar en el mejor momento de su carrera, después de dejar aparcada una fase de adaptación a otras culturas que le ha costado más de lo previsto, regresa a su Buenos Aires natal.

Viaje de vuelta inusual después de alcanzar la final de la Liga de Campeones con la Juventus y de sonar para equipos importantes como el Atlético de Madrid o el Paris Saint-Germain. Sin embargo hay cosas que el dinero no puede comprar y en el caso de Tévez, hombre atípico que siempre ha parecido alejado del halo de divismo que acompaña al gremio, el sentimiento puede más que la cartera.

En el fútbol actual un movimiento que antaño era normal se ha convertido en algo atípico. Pese a ello todo apunta a que este verano puede comenzar a revertirse la situación  y peloteros con cierto nombre al otro lado del charco no tienen problemas en volver a sus raíces para devolver todo aquello que han recibido en el exterior.

Y es que el punta no es el único que ha hecho las maletas para emigrar a Argentina. Otro jugador que abandonó la patria en su juventud para hacerse un nombre como es Javier Saviola ha decidido otra vez vestir la elástica de River. Se dice incluso que podría acompañarle en el vestuario Lucho González.

Distinto, pero al mismo modo igual de infrecuente, es también que hombres de peso en ligas importantes se marchen a competiciones que hasta hace no demasiado se consideraban un oasis para retirarse. Lo hizo, por ejemplo, Giovinco cuando se fue a Estados Unidos. Ese camino lo han seguido hace unas semanas Uche o Gignac, esta vez con destino a México.

El fútbol cambia y con él sus protagonistas. Cada vez hay sueldos más competitivos al otro lado del Atlántico y las mentes están más abiertas a la mudanza. Algunos jugadores comienzan a valorar las experiencias vitales tanto como el dinero y comprenden que ser feliz o enfrentarse a lo nuevo son retos lo suficientemente estimulantes como para romper con todo. La crisis pasará y, quizás, deje tras de sí una nueva realidad que no dista mucho de la pureza del deporte en sus orígenes.

miércoles, 24 de junio de 2015

¿Qué ha sido de... Carlos Luciano da Silva 'Mineiro'?


Chile acoge estos días la Copa América y como siempre sucede, Brasil es una de las principales favoritas pese a que en esta ocasión no está desplegando su juego más vistoso. El objetivo, para un combinado siempre obligado a ganar, es repetir el éxito del año 2007 en Venezuela. En aquel equipo jugaba Carlos Luciano de Silva.

Dicho así, probablemente a poca gente le suene. Sin embargo sí es más conocido por su apodo futbolístico. Y es que sobre sus hombros pesa el sobrenombre de "Mineiro", ese que representa a los nacidos en el estado de Minas Gerais. De entre todos él fue el elegido para portarlo, más por su personalidad tranquila que por haber caído en el mundo por esa zona o por su relevancia sobre el campo.

Nacido en Porto Alegre, fue en el Rio Branco donde comenzó su carrera profesional. Eran los primeros pasos en su país, a los que seguirían otros en el Guaraní y el Ponte Preta antes de ir un poco más allá para defender los colores del Sao Caetano y el Sao Paulo; con quien conquistaría la Copa Libertadores y la Intercontinental.

Esos logros, unidos a su progresión individual, fueron motivos suficientes para que fuese considerado apto en Europa. Así, le contrató el Hertha de Berlín. Sin embargo no duró mucho en Alemania ya que el Chelsea decidió reclutarle como recambio de Essien en el mediocentro. Sin embargo era el tercero en discordia por detrás del ghanés y de Obi Mikel, por lo que su participación fue testimonial.

Dada la situación, retornar a tierras germanas se planteaba como la mejor opción. Más si la oferta llegaba desde el Schalke. Ahora bien, nada se dio según lo esperaba y de nuevo calentó más banquillo del deseado. Se marchó y, tras un tiempo sin hacer nada, firmó por el TuS Koblenz. Al final acabaría colgando las botas, después de otro parón, en el TSV Marl-Hüls.

viernes, 19 de junio de 2015

Vidal, por encima del mal


La noticia llegó de forma aislada, como un relámpago en mitad de la noche. Los chilenos se acostaron pensando que ganar la Copa América en casa era posible y se despertaron con el corazón en un puño preocupados por la posibilidad de que ese sueño no se cumpliera. Entre medias del fútbol ficción y la realidad, solo un jugador.

No era, sin embargo, un futbolista cualquiera. Era el Rey Arturo, Celia Punk; el hombre de las mil caras. Ese centrocampista completo capaz de adaptarse con éxito a cualquier posición del campo que lleva durante los últimos años cargando sobre sus espaldas con el peso de la selección de una entidad histórica como la Juventus.

Pero... ¿Está preparado para ello? Esa es la pregunta que surge cada vez que salta a las portadas por motivos ajenos a lo que sucede sobre el verde. Su accidente con un Ferrari a las afueras de Santiago cuando regresaba del casino en su día libre, el posterior positivo por alcohol, las amenazas a la policía y su postrera detención y puesta en libertad dibujaron una película surrealista con tintes de secuela.

Y es que no es la primera polémica en la que se ve implicado vistiendo la elástica nacional. Hasta este episodio llegan los ecos de otro que puso patas arribas al combinado chileno y en el que no fue el único implicado. Sucedió durante el bautizo de la hija de Valdivia, previo al encuentro ante Uruguay en la clasificación para el Mundial de Brasil.

Vidal, acompañado del padre de la criatura así como de Carmona, Beausejour y Jara; se pasó con la botella. Tanto que, al llegar a la concentración tras el evento, hay quienes dicen que hubo algo más que palabras gruesas entre los convocados. El festejo se saldó con una sanción de diez partidos para todos menos para nuestro protagonista, que vio como le indultaban cuando solo se había cumplido cinco.

Así pues el futbolista de la Juve parece intocable, un mal necesario tendente al divismo a quien se le perdonan sin pudor todos sus pecados dada su importancia con el balón en los pies. Le bastó con salir a rueda de prensa y verter unas lágrimas para congraciarse con los aficionados y con su seleccionador. Le ayudaron a ello los dos tantos anotados frente a México.

En esta ocasión parece que el plantel respalda a sus compañero. Sin embargo... ¿El fin justifica los medios?. Resulta difícil cambiar la actitud de Vidal pero, pasado todo el revuelo y un torneo en el que Chile se juega mucho, quizás sea momento para tomar medidas.  La revolución no pasa solo por los nuevos valores sino por extirpar los elementos nocivos. Si no, todo volverá a repetirse. Y la imagen de un país está en juego.