viernes, 18 de junio de 2010

Diario de un Mundial 7 (17-06-10)

Tengo una amiga, compañera de promoción, a la que encargaban en el periódico en el que trabajaba que hiciera el horóscopo. Ella, una humilde becaria que entre sus preferencias vitales había dejado de lado el esoterismo y los signos zodiacales, confesaba sin ningún pudor que todo se lo inventaba. Que ponía las cosas que creía que la gente quería oír y que lo bueno y lo malo lo asingaba según se levantara ese día.

Pongámonos en el caso improbable de que Raymond Domenech, seleccionador francés, decidiera por un casual consultar todo aquello que ella escribía. Es decir, que el día que el galo optara documentarse a mi compañera de profesión le hubiera apetecido que cáncer, libra y sobre todo escorpio fueran los damnificados de la jornada. Las consecuencias serían que esta muchacha, a la que el fútbol se la trae al fresco, estaría influyendo de forma decisiva en el destino de una selección de alto nivel.

Porque así funciona el técnico "bleu", seguramente uno de los tipos más peculiares que se han sentado en un banquillo de fútbol. Un hombre que no parece caer bien a nadie, que se mueve en una esfera vital diferente a los demás, que pasea por el fino alambre que divide a la fortuna de la desgracia haciendo cabriolas.

Sólo él es capaz de justificar la ausencia de Barthez con la frase "Consulté las estrellas, no era el día apropiado" o apartar a un jugador como Pirés de las convocatorias por ser escorpio, un signo contrario a sus intereses. Y con esos argumentos y nos los balompédicos ha seguido al frente, beneficiándose de aquella final del Mundial de Alemania donde lo astros (no Zidane y Ribery) parecieron querer darle la razón que no le daba el fútbol.

Leo mientras escribo estas líneas las características del símbolo maldito para el técnico galo. Y como creo, y lo digo en serio, que aquellos que nacemos bajo un mismo horóscopo tenemos algunas cosas comunes, entiendo que puedo haber descubierto el problema de su animadversión: "Los Escorpio deben aprender a controlarse, porque pueden llegar a ser demasiado críticos y resentidos con los demás". ¿No será que Domenech, un tipo que parece inseguro por naturaleza, no puede tolerar que le discutan ciertos aspectos?.

Más allá de estas cuestiones lo cierto es que Francia naufraga, que el ambiente es nefasto y que el cambio de generación se antoja de lo más desastroso. Si fuera galo, viendo como mi combinado se arrastra sin pena ni gloria por Sudáfrica, quizás hubiera preferido que Henry se hubiera cortado la mano. El mal de no viajar al Mundial habría durado un par de días pero podría haberse considerado un tropiezo solucionable con la decapitación del entrenador. Pudiera darse la remota posibilidad de que pasaran a octavos de final y me callaran la boca pero aunque lo hicieran no cambiaría esa sensación de que mucho hay que tocar para que todo vuelva a funcionar. El primer paso, aunque tomado con retraso, ya se ha dado pidiéndole a Domenech que abandone el barco.

Quizás cuando lo haga, en la soledad de su mente y de su casa, le dé por consultar libros de historia futbolística en vez de cartas astrales. Entonces descubrirá que cinco de los veintidós jugadores que ganaron el Mundial del 98 (casi la cuarta parte) eran escorpio y que uno de ellos era Laurent Blanc, el hombre que le sustituirá en el cargo.

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