miércoles, 30 de junio de 2010

Diario de un Mundial 19 (29-06-10)

Aún recuerdo cuando empecé a jugar al fútbol. Yo no entendía de posiciones a los seis años, sólo de meter goles. No importaba como entraran, lo fundamental era que lo hicieran. Y cuántos más mejor, porque cuántos más transformaras más podías alardear de ello en ese campo de batalla que era el patio del colegio.

Está claro, nunca fui especial. Cómo yo eran generalmente todos los demás chavales por lo que ante el superávit de delanteros acabé convirtiéndome pronto en carne de banquillo. Y es que el gol es el premio supremo, una sensación de poder que te hace sentirte importante, de la que todos quieren disfrutar pero que sólo unos pocos catan por partido.

El que consigue que el balón traspase la raya es de quién se habla, en el que la gente se fija. Cuántos más goles haces en edades tempranas más llamas la atención, de tu entrenador, de tus compañeros; porque el que se gana la confianza de las tres letras se convierte a la vez en el tipo popular, privilegio compartido con el que tira más fuerte.

Entonces, si esto es así, si el gol aporta todas esas cosas... ¿Por qué los niños portugueses parecen empeñados en no querer ser delanteros?. El asunto debería ser objeto de estudio en un país que ha dado jugadores magníficos pero que se niega en rotundo a aportar a la historia del balompié la figura de un nueve contrastado.

Los lusos carecen de ese hombre de área, el que transforma en gol todo lo que toca, el que no perdona en los metros finales. Veía hoy los movimientos torpones de Hugo Almeida y no podía sino preocuparme por el futuro de la selección, que ha necesitado nacionalizar a Liedson, tampoco muy brillante con la casaca nacional, ante la escasez de delanteros.

En un país de excelentes extremos, de tipos veloces con habilidades innatas para el desborde y el centro, falta el que finalice las jugadas. Hay un overbooking de tipos técnicos en el medio del campo con capacidad para pisar área, pero no un rematador, un estilete ofensivo. Y lo que es más preocupante es que tampoco existen precedentes, lo que hace indicar que la tendencia seguirá siendo bajista.

Bien es cierto, no le quitaremos su mérito, que con Pauleta ese rol estaba más o menos bien cubierto. Nunca fue una estrella, de hecho nunca consiguió fichar por un grande de Europa y sólo fue referencia en el fútbol francés, pero al menos llevaba con relativa frecuencia el balón a las mallas convirtiéndose incluso en el máximo goleador de la selección das quinas.

Pero nadie le recordará seguramente de aquí a veinte años, nadie dirá en Portugal eso de "Si estuviera Pauleta ese balón habría sido gol" o eso otro de "Ya no quedan jugadores como Pauleta". Lo mismo es aplicable a Nuno Gomes, el otro delantero referencia del conjunto ibérico en los últimos 20 años. Y antes, páramo absoluto.

Incluso en tiempos de Eusebio era él, jugador de banda, el que tenía que meter los goles ante la imposibilidad de que lo hiciera el hombre destinado para ello, un tipo torpón de 2,04 y cejijunto llamado José Torres.

Le convendría pues a la Federación hacérselo mirar, buscar algún tipo de motivación para que los chavales empiecen a sentir curiosidad por conocer cuál es esa posición que parece producir tanto respeto. En un equipo con un portero y una defensa de calidad, con un centro del campo imaginativo y con uno de los mejores jugadores del planeta, no se puede entregar la responsabilidad de la suerte máxima a jugadores como Edinho, Makukula o Boa Morte, algunas de las probaturas de los últimos años. O la cosa cambia o pintan bastos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Portugar tiene un serio problema con los delanteros, pero también sería interesante que la Federación Portuguesa estudie la forma de evitar a España en los torneos, por que en la paliza de ayer Cristiano parecía un cualquiera.

AMG.