Hace dos viernes (el pasado no pude escribir por culpa de internet), por esta sección pasaba el periodista Mario Filho, personaje cuyo nombre bautizaba de forma oficial al mítico estadio de Maracaná. Nadie se acuerda de él cuando se hace referencia a la construcción pero la historia le pondrá ese añadido a la denominación por todos conocida.
Pues bien, en caso de Filho no es único. Hay al menos otro más que merece la pena resaltar, el de Antonio Vespucio Liberti. Dicho así, a secar, probablemente a algunos no os diga nada pero esta es la denominación real de otro de los templos futbolísticos de América Latina: El Monumental de River Plate. Cancha que, dicho sea de paso, aparece como fondo en la cabecera de este blog desde hace tiempo.
Vespucio Liberti poseía, como no podía ser de otra forma, antepasados italianos, y era hijo de genoveses por lo que llevaba el fútbol en la sangre. Además tenía la suerte de pertenecer a una familia acaudalada, que le proporcionaba el soporte económico necesario cuando solo era el utillero de los "Millonarios".
Porque así fue como comenzó su carrera en el club, limpiando botas y trasladando equipajes y bidones con la expedición rioplatense. Una labor que le permitió conocer el club por dentro y que despertó aún más su pasión por los colores. La relación duradera al final acabó fraguándose en un matrimonio marcado por los altibajos en los años sucesivos.
Sucedió cuando, después de haber adquirido la popularidad suficiente, dio un paso adelante para ocupar la presidencia de River en el año 1933. En esta primera etapa revolucionó el modelo con la compra de futbolistas importantes y sobre todo con los pasos dados para la construcción de un nuevo estadio, el actual Monumental, en el barrio de Nuñez.
En concreto su intención era erigirlo sobre los terrenos que se situaban en la zona del río. Por ello procedió a su compra en octubre de 1934 y siete meses después ya colocó la primera piedra de un proyecto para el que pidió donaciones de cemento y que finalizaría en mayo de 1938, un año antes de que Vespucio iniciara su segunda etapa como mandatario.
Con la obra terminada, "El Gordo" (como así se le conocía), pasó a ocuparse de cambios estructurales y llevó a cabo una política de "Zidanes y Pavones" con las limitaciones de la época. Las contrataciones de jugadores extranjeros de nivel en combinación con el buen trabajo de cantera dieron mucho nombre al equipo.
Una línea de actuación que seguiría en su tercera escaramuza presidencial, acometida entre 1943 y 1952. Fue la de mayor duración y en ella controló poco a poco todos los estamentos del club en profundidad. Su mítico sombrero se veía tan pronto en el palco como en los vestuarios o en los entrenamientos y su voz se escuchaba en la misma medida en que nadie discutía sus opiniones.
Aquella forma de guiar el club le valió para ganarse aún más el cariño de la grada, que admiraba su compromiso. Por ello nadie discutió que se animara a presidir el club por cuarta vez entre 1960 y 1967, quizás los años más bonitos de él como dirigente pues tuvo que enfrentarse al poderío económico de Boca Juniors.
Tanto él como Alberto J.Armando, presidente de los xeneizes, no dudaron en tirar de talonario y en buscar fuera de sus fronteras para hacer equipos lo más competitivos posibles, una batalla que acabó perdiendo Vespucio. Al final la falta de títulos le "obligaron" a dejar el club y aceptar un puesto como cónsul general en Génova durante la presidencia de Perón. Tras su muerte se premiaron sus esfuerzos añadiéndole al Monumental su nombre.
viernes, 20 de mayo de 2011
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1 comentario:
Gran presidente, durante su mandato River creció como institución y formó muy buenos equipos, además de ganar muchos títulos.
Saludos
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