lunes, 16 de mayo de 2011

El efecto dominó de la Sampdoria

Hasta yo mismo me sorprendo a veces de lo mucho que puede cambiar el fútbol. El 28 de septiembre de 2009 escribía en este blog un artículo titulado "El equipo de las segundas oportunidades". Ese no era otro que la Sampdoria, que por aquél entonces lideraba la tabla tras su victoria frente al Inter de Milán.

Era el comienzo de una gran temporada que terminaría de forma inmejorable con los "Blucerchiati" disputando la previa de la Liga de Campeones de la mano de Luigi Del Neri, el hombre milagro que ese mismo verano pondría rumbo a la Juventus. Ahora resulta fácil decirlo pero en ese momento la suerte cambió.

Para sustituir al veterano técnico llegó procedente del Chievo, Domenico Di Carlo, un hombre que había hecho un buen papel en años anteriores pero que no conocía lo que era jugar extramuros. Aquél paso atrás fue la primera pieza de un efecto dominó que ha terminado este fin de semana.

El técnico no estuvo a la altura en el momento clave de la temporada, la eliminatoria de fase previa ante el Werder. Recuerdo ver el partido de vuelta mientras cenaba en un restaurante italiano de Miami Beach que por cierto servía unos macarrones con queso de escándalo. En torno a una televisión de apiñaban algunos de los miembros de la poderosa colonia transalpina en la ciudad.

Ilusionados en un comienzo cuando la Sampdoria remontaba el 3-1 de la ida y forzaba la prórroga, el gol de Pizarro les cambió por completo el semblante alegre a uno de frustración y desolación. Cabreados apagaron la televisión sin saber que metafóricamente apagaban al mismo tiempo la luz de su equipo.

Nunca una derrota condicionó tanto el futuro de un club. Sin los ingresos que proporcionaba la máxima competición de clubes, en Génova tuvieron que reestructurar el proyecto deportivo y se centraron en la adquisición de jóvenes valores, a la postre una mala decisión pues su inexperiencia ha lastrado al conjunto cuando más falta hacían perros viejos.

Caída la segunda pieza, la que hacía referencia al plano económico, la tercera tendría nombres y apellidos: Antonio Cassano. Visiblemente desmotivado una discusión con el presidente del club, que sobrevino cuando el delantero se negó a recoger un premio, encendió la mecha y desestabilizó al vestuario.

Según recogían los medios del país el talentoso e impulsivo jugador le llamó al dirigente durante aquél intercambio de pareceres "viejo de mierda", lo que propició que fuera apartado del equipo y multado por su mala conducta. De poco sirvieron las disculpas posteriores del de Bari ya que la cúpula de la Sampdoria se negó a recular.

En esa tesitura, aprovechando que las aguas bajaban revueltas por Génova, apareció el Milán con la caña para pescar a Cassano en el mercado de invierno por la irrisoria cifra de cinco millones de euros, una contratación que no solo servía para apuntalar la plantilla en el tramo final sino a la vez para dejar tocado a un rival peligroso.

La marcha de Cassano despertó las alarmas de su compañero en el campo. Giampaolo Pazzini sería el siguiente en caer. Llegado en el mercado de invierno de la 2008-2009, esa temporada anotó 11 goles. Una cifra que siendo buena mejoraría aún más en la siguiente campaña, donde se proclamó cappocanonieri con 19 dianas.

Sintiéndose querido en la ciudad y con las perspectivas de la Champions en el horizonte, aceptó quedarse. A pesar de que ese objetivo se esfumó pronto, Pazzini siguió realizando encomiablemente su trabajo. Sus seis goles, unidos a los cuatro de Cassano, han sumado la tercera parte de los transformados por el equipo en todo el año, lo que explica muchas cosas.

Viendo que el barco se hundía con é,l supo subirse a la lancha a tiempo y se marchó al Inter. Fue el principio del fin. Sin sus dos estandartes Domenico Di Carlo fue destituido tras conseguir cuatro puntos en siete partidos, unos guarismos que su sucesor en el cargo, Alberto Cavasin, incluso empeoró sumando cinco unidades en ocho encuentros.

Con nueve en los quince envites finales, donde todo se decide, la entidad, última pieza que quedaba en pie, cayó ayer como consecuencia de todo lo demás. La imagen del capitán Angelo Palombo recorriéndose el campo de punta a punta con lágrimas en los ojos mientras pedía perdón a los aficionados, era el último acto del drama. Ahora se cierra el telón. Toca ensayar para, dentro de un año como mínimo, volver a representar la obra en el mejor escenario posible. Quizás esta vez, si atienden a la experiencia, prescindirán de las primmas donnas.

1 comentario:

futbollium dijo...

Justo cuando el Barça llega de nuevo a Wembley , su rival de aquella final del 92 , desciende de categoría . Esperemos que la Samp vuelva pronto a la serie A .

Un saludo