Con la historia de esta temporada en Europa ya escrita solo falta el punto final, el epílogo, el mejor desenlace posible. No hay que esperar mucho, hasta el sábado que se midan en Wembley el Barcelona y el Manchester United con la Liga de Campeones en juego. Un duelo morboso por eso de que los azulgrana vuelven al lugar donde levantaron su primera Copa de Europa y los Red Devils necesitan saldar cuentas pendientes dos años después de caer en Roma.
Aquél día los aficionados ingleses salían ya derrotados. El trofeo hubiera hecho pasar menos mal el trago pero en cualquier caso la felicidad no hubiera sido completa. La grada estaba destinada a perder para la causa al que probablemente era el mayor de sus ídolos, un emblema del club, el hombre que había triturado todos los records de fidelidad posibles vendiendo su alma futbolística a los "diablos".
Ryan Joseph Giggs había dejado caer, esta vez casi de forma definitiva, que se iba. Su retirada se daba por sentada después de dieciocho temporadas dando lustre y esplendor al ya de por sí gran nombre del club. A sus 35 años se sentía viejo para seguir y prefería abandonar en lo alto antes que marcharse a unos de esos cementerios de elefantes donde los emblemas se difuminan cayendo en el olvido.
Nunca se sabe en qué momento cambió de opinión, si fue al recibir el premio de mejor jugador de la temporada en Inglaterra o tras aquella noche amarga de Roma. Puede quizás que un día tuviera algún sueño y al despertarse se diera cuenta que aún no estaba preparado para dedicar sus mañanas a pasear al perro e ir a comprar el periódico.
Solo él lo sabe pero al final dio un paso atrás. Bendito paso atrás. Lejos de convertirse en un estorbo sigue siendo, probablemente, el mejor activo del United, el jugador que aparece en los momentos clave, el que utiliza su experiencia para guiar a los demás hacia la victoria. Un tipo que funciona por motivaciones, que nunca tiene suficiente.
La pasada campaña también amenazó con decir adiós. Sin embargo la sensación que queda es que una Copa de la Liga le sabía a poco, que estaba destinado a dejar un legado mejor. Y quizás a eso y a la ilusión de cumplir veinte años en el club, se agarró psicológicamente. Una decisión correcta a juzgar por lo visto esta temporada.
Da la sensación de que Giggs podría seguir jugando veinte años más y hacerlo como el primer día. Desde que renunciara a las mieles del famoseo y las revistas a comienzos de los noventa ("Decidí que la vida de estrella no era para mí. Pensé que el fútbol era mi pan y mi mantequilla y me dije a mí mismo que tenía que ir, y siempre iría, en primer lugar"), el galés se ha convertido en un ejemplo absoluto de profesionalismo.
Solo viéndole jugar pasando por alto su carnet de identidad nadie diría que es el futbolista con más partidos en la historia del club, el que más veces ha saltado al campo desde que se creara la Premier League, el único que ha levantado el título 12 veces, el más veterano en marcar un gol en partido de Liga de Campeones...
Resulta difícil saber que pasa a día de hoy por su cabeza. De hecho este año no ha abierto la boca acerca de su futuro no vaya a ser que una vez más se retracte como consecuencia de su amor por el fútbol. Esa es una posible conclusión. La otra, es que no se pronuncia a la espera de lo que pueda pasar en la Champions. Ganarla podría ser la guinda que lleva persiguiendo un par de años. Una vez puesta sería el momento de apartarse del camino y aprender en los banquillos para convertirse en el nuevo Ferguson. El verano dictará sentencia. Por el bien del fútbol esperemos que, una vez más, vuelva a echarse para atrás.
lunes, 23 de mayo de 2011
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