Suele ser habitual en el deporte, después de un varapalo, recurrir a la manida frase que dice que "lo importante no es caer sino saber levantarse". Claro, que nadie especifica lo difícil que es lo segundo después de haber pasado por lo primero. No todo el mundo está preparado para ello y en la jungla balompédica, la expedición sigue en busca de la supervivencia sin pensar en los que se han quedado por el camino, no vaya a ser que al mirar atrás acaben convirtiéndose en estatuas de sal.
Ese olvido puede ser a veces el mayor castigo para los que un día fueron a la cabeza del pelotón pero que, castigados por un virus momentáneo, agonizan en medio de la nada intentando reengancharse. Es el caso del Mónaco, cuyo descenso a los infiernos es, cuanto menos, preocupante.
Ya casi nadie habla de ellos y en ese anonimato que ahora sufre el que hace no demasiado fue finalista de la Liga de Campeones, se hunden en las arenas movedizas de la Ligue 2, agonizando en medio de una vulgaridad impropia de la tierra de glamour, el champagne caro y las boutiques de primeras marcas.
El fútbol no entiende de clases y por ello el Mónaco es hoy el colista. Un colista mediocre, el peor de los países punteros de Europa con permiso del Hansa Rostock, el único con guarismos semejantes. Ambos suman la pírrica cifra de once puntos, ambos han logrado solo una victoria en lo que va de ejercicio. Los monegascos contra el Arlés Avignon, un equipo que el año pasado les acompañaba en la máxima categoría y que este solo se encuentra un puesto por encima.
A priori no hay más explicación posible para la debacle que la falta de costumbre y el miedo al abismo. Por nombres la plantilla es lo suficientemente solvente no ya para mantenerse, sino para pelear por los puestos de ascenso. Giuly, aunque veterano, es probablemente el jugador con más caché de la categoría. Le acompañan otros como Marama Vahirua -un soldado curtido en mil batallas-, el brasileño Adriano (de lo poco salvable en el descenso) o el centrocampista Stepháne Dumont, recurso para Rudi García en el Lille que campeonó el pasado curso.
También tiene nombre el capitán de la nave. Tras los pobres resultados en las seis primeras jornadas, donde el equipo no conocía la victoria, Laurent Banide fue reemplazado, en una decisión que buscaba ganar apoyo popular, por Marco Simone. El italiano, por nombre y no por juego se ganó el corazón de la grada con las botas puestas, no tenía experiencia alguna como entrenador y con él se pretendía buscar un revulsivo a nivel anímico.
La situación lejos de mejorar es aún más preocupante. Con él llegó la primera victoria pero siete puntos en diez jornadas no suponen tampoco un bagaje tranquilizador. Mas teniendo en cuenta que de los últimos cuatro choques, tres han acabado en derrota. Resultados negativos con un denominador común: O el equipo no sabe cerrar los partidos o entra en ellos demasiado tarde.
El ex delantero tiene el crédito que le da su pasado como goleador y lo más probable es que se coma el turrón. Nadie le garantiza llegar más allá, sobre todo teniendo en cuenta que antes de final de año le esperan el Le Havre y el Clermont, cuarto y primero respectivamente. Con muy altas posibilidades y salvo sorpresa, la plantilla acabará como colista en la primera vuelta.
Quizás ese sea el punto de inflexión que ponga a la entidad en su sitio. Descartado el ascenso inmediato, toca arrimar el hombro, asumir que el periplo en el infierno se prolongará más de lo previsto y apretar los dientes para evitar un desastre impensable cuando el Oporto de Mourinho les vencía en el partido más importante en 88 años. La capital de la distinción merece un equipo a la altura.
lunes, 12 de diciembre de 2011
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1 comentario:
Es curioso (y extremadamente triste) que un equipo que realmente tiene jugadores creo que muy válidos incluso para la Ligue 1, esté en esta situación.
No ya sólo Giuly, Adriano o Vahirua... veteranos como Afolabi, Helstad, Dumont, Peter Hansson... o jóvenes que prometían, como Nampalys Mendy, Malonga, Nimani, o incluso Sambou Yatabaré (enorme el año pasado en Caen).
La explicación... bien difícil, la verdad. O esa conjunción de veteranos y jóvenes no ha sido la correcta para adaptarse a la categoría, o como bien dices, la presión está siendo tal que los está agarrotando.
Seguramente, Simone tampoco esté dando mucho de sí...
Una auténtica pena.
P.D.: gran blog amigo!! Te sigo con asiduidad!!
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