viernes, 2 de septiembre de 2011

Nombres del fútbol: Spyros Louis

Se están celebrando estos días los Mundiales de atletismo en la ciudad surcoreana de Daegu. De momento la actuación española está siendo discreta con el bronce de Natalia Rodríguez en 1.500 como única presea a la espera de lo que pueda hacer Olmedo en la versión masculina de la prueba y con las sorpresas de Usain Bolt en el hectómetro y de Yelena Isinbayeva en la pértiga.

Como hablaba el otro día de perchas, ésta es la perfecta para acercaros hoy la figura de Spyros Louis, toda una leyenda de este deporte cuya relación con el fútbol viene dada porque es su nombre el que bautiza el estadio olímpico de Atenas, donde actualmente juegan sus partidos el Panathinaikos y el AEK.

Un homenaje de la capital ateniense a una ilustre figura nacida entre sus muros, concretamente en el barrio de Marousi en el año 1873. Hijo de un vendedor de agua, Louis se dedicó a ayudar a su padre con el transporte en el paupérrimo negocio familiar, que les permitía vivir de forma apurada. Así pues, kilómetros y kilómetros día a día con el agua a cuestas a lo largo y ancho de la ciudad del Partenón.

Con tanto movimiento, evidentemente gozaba de una forma física estupenda a la que decidió dar una vuelta de tuerca con un reciclaje profesional, si es que se podía hablar de profesionalismo deportivo en aquella época. Sucedió cuando, con motivo de la creación de los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna a celebrar en Grecia en 1894, se pensó en introducir una prueba hasta entonces inédita llamada marathon.

Por tener connotaciones históricas para el país, ya que con ella se honraba la gesta de Filípides, los helenos se centraron en lograr el oro. De ahí que hicieran unos "trials" al más puro estilo estadounidense en busca de los talentos que pudieran hacer el mejor papel posible. Estos fueron organizados por el coronel Papadiamantopoulos, el encargado de convencer a Louis para que participara en la previa.

El papel de éste fue discreto (finalizó quinto en su serie) pero suficiente para formar parte de la expedición de trece atletas, a los que se unían cuatro de otros países. Así pues la superioridad local era aplastante en cuanto a cantidad. No en cambio en cuanto a calidad pues los foráneos venían con ganas de dar guerra.

De hecho, el día de la prueba, fue el francés Lermusiaux el que tomó la delantera al comienzo. Mientras este se encaminaba decidido a la meta, Louis hacía parada en una taberna local para avituallarse muy seguro de sí mismo. Finalmente el galo se desfondó y pasó a liderar la prueba el australiano Edwin Flack, que se había proclamado con anterioridad campeón de 800 y 1.500.

Con Spyros pisándole los talones, Flack corrió (nunca mejor dicho) la misma suerte que Lermusiaux, dejando líder al griego para orgullo de todos los aficionados, que le aclamaban cuando entró en solitario en el estadio. Sus últimos metros fueron gloriosos, con dos de los hijos del rey acompañándole en los metros finales.

Por detrás de él llegaron otros dos griegos, aunque solo uno recibiría medalla pues el tercero, Spiridon Belokas, fue acusado a posteriori de haber sido transportado en carruaje durante la prueba. La gloria fue toda para Louis, al que Jorge I le prometió concederle lo que el más deseara por su gesta.

El ganador, hombre de gusto sencillos, pidió un carro con el que aliviar su trabajo como aguador. Con el retornó a su localidad natal y poco más se supo hasta que en el año 1926 fue encarcelado acusado de falsificar documentos militares. Pasado ese mal trago, su ultima aparición pública tuvo lugar durante los Juegos Olímpicos de 1936, donde Hitler le reclutó como invitado de honor. Acabaría falleciendo en 1940.

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