Sucede en muchas ligas sudamericanas que de repente aparecen equipos con nombres de lo más peculiar como es el caso del "The Strongest" boliviano o del "Club Deportivo Mineros de Guayana" venezolano. En otros casos son nombres propios lo que bautizan a un conjunto y dentro de este grupo el FBC Melgar (Foot Ball Club Melgar), es uno de ellos.
Morador habitual de la zona media de la tabla, este club, sito en Arequipa, es quizás en la actualidad conocido por dar cabida en sus filas a Fernando del Solar, hermano del mítico Chemo, probablemente el peruano más conocido que pasó por la liga española dejando su clase en el mediocampo para equipos como el Tenerife, el Salamanca, el Celta de Vigo o el Valencia.
Pues bien, el hombre encargado de bautizar a la entidad es Mariano Melgar, una importante figura en la historia del país andino. Nacido a finales del siglo XVIII ya de joven apuntaba maneras como erudito, unas maneras que con la edad refrendaría siendo destacado como una de las figuras más reconocidas en el panorama cultural y social de la época.
Gran mérito en su formación tuvo el Convento de San Francisco, donde ingresó de joven y del que exprimió al máximo la biblioteca, una de las más completas que se podía encontrar en Perú. Tan completa que incluía algunos libros prohibidos por su carácter revolucionario de los que bebió Melgar, al igual que otros, para implicarse a la postre en la vida política.
Pero antes de que eso sucediera, nuestro protagonista abandonó el convento tras recibir las órdenes menores y el flechazo de Cupido, que puso en su vida a Manuelita Paredes. Era la época en la que comenzó a desarrollar su faceta literaria y en la que volcaba con mayor maestría sus sentimientos.
De hecho para la historia quedan plasmados en su obra no sólo el desengaño amoroso que sufrió con Paredes sino el que a la postre le produjo María Santos Corrales (bautizada como Silvia en sus escritos). De esta última en especial quedó profundamente enamorado hasta el punto que regresó a Arequipa desde Lima, donde había acudido a formarse.
En la capital, en la Universidad San Marcos (que para los lectores más avezados también aparece en "La ciudad y los perros" de Vargas Llosa) continuó con sus estudios de leyes y forjó su fragor revolucionario, en el que se refugiaría cuando en la familia de Silvia le dijeron que jamás podría casarse con su hija.
Desengañado, decidió pelear por la independencia peruana y se unió al ejército para combatir en la batalla de Umachiri. Allí fue derrotado y hecho prisionero por las tropas españolas encabezadas por el general Ramírez. Poco después de esto fue fusilado con 24 años y, con el tiempo, reconocido por su país como uno de los primeros adalides de la Revolución y, por supuesto, por el equipo de fútbol de su localidad natal.
viernes, 18 de febrero de 2011
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