Uno de los principales clubes protagonistas en el mercado de invierno ha sido el Ajax de Amsterdam, que ha sufrido en sus carnes la venta de su gran figura, Luis Suárez, y uno de sus principales escuderos, Urby Emanuelson, al Liverpool y al Milán respectivamente. Nada que no haya sufrido el equipo holandés con anterioridad, acostumbrado a criar a excelsos jugadores para luego sacar beneficios económicos de ellos con los que seguir subsistiendo.
Una pequeña labor hercúlea de autoabastecimiento que en cierta medida tiene que ver con el hombre que aparece en el escudo del club, ese tipo barbado con casco que bautiza a la entidad y que en vida fue un héroe de la mitología griega representado en la Ilíada de Homero, uno de los paradigmas de la literatura clásica.
Como la situación actual del equipo que representa, Áyax no destacaba en nada con respecto a los otros guerreros pero tampoco desentonaba en la mayoría de las facetas. Los había más sabios, más habilidosos e incluso más fuertes, aunque aquí solo tenía por delante a su primo Aquiles. Sin embargo estaba muy bien considerado entre la élite de los guerreros principalmente por su valentía y su capacidad para valerse por sí mismo.
De hecho fue uno de los pocos que se embarcó en las guerras sin solicitar ayuda divina, lo que da muestra de su enorme valentía en el combate y lo que a la postre cointribuiría a su suicidio por esos avatares de la venganza de las dedidades.
Nacido de Telamón, Áyax debía su nombre a Hércules. Éste anunció a su padre, del que era amigo, que ese debería ser el nombre de su vástago después de que el águila de Juzeus se posara sobre su hombro cuando ambos se encontraban juntos. Telamón hizo caso del hombre ilustre cuya leyenda sirvió para bautizar al equipo de Alicante y así entró en la historia nuestro protagonista de hoy.
Homero le describió en su libro como "un guerrero de gran estatura y fuerza colosal", que se entrenó a las órdenes del centauro Quirón junto a su primo Aquiles, el del talón. Cuenta la historia que ambos combatieron con ardor en la mítica batalla de Troya, en la que Áyax se las vio y se las deseó con otro guerrero llamado Héctor.
Los dos mantuvieron un par de encarnizadas batallas, una que duró un día entero y que acabó, por decirlo de alguna manera, en tablas; y otra en la que el hombre del que tratamos hoy dejo moribundo a Héctor. Convertido en enemigos íntimos, fruto de la primera batalla este último acabaría regalándole a Áyax la espada con la que a la postre se quitaría la vida.
Este desgraciado incidente sucedería tiempo después. El hecho que lo provocó no fue otro que los efectos colaterales que se produjeron cuando le fue negada la armadura de su primo Aquiles, que fue a parar a manos de otro héroe griego llamado Odiseo como consecuencia de la decisión de Agamenón.
Tras conocer la noticia Áyax caía al suelo y al levantarse, en un delirio de ira (en el que se sospecha que influyó Atenea, enfadada porque este nunca había pedido ayuda a los dioses) se pasó por la espada a un rebaño entero de ovejas. Por aquél entonces estaba mal visto asesinar a animales domésticos con las armas de guerra y, viendo el futuro de oprobio y deshonor que le esperaba, creyó conveniente quitarse la vida.
Así acababa la historia del hombre que con sus virtudes, y sin quererlo, acabaría siendo recordado miles de años después por los fundadores del un club de fútbol de Amsterdam que, en su medida, también será mencionado en el futuro por los libros.
viernes, 4 de febrero de 2011
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