En el fútbol hay clubes que no se entenderían sin el culto a una figura emblemática. Me refiero, por ejemplo, a la de Santiago Bernabeu en el Real Madrid o a la de Alex Ferguson en el Manchester United. Elementos totémicos que han dado su vida y su salud por hacer grandes unos colores.
En ocasiones hay hombres que van un paso más allá y consiguen además ser venerados a nivel nacional. Quizás exagero pero podría ser en unos años el ejemplo de Vicente del Bosque, ídolo del madridismo y figura histórica de la selección tras ganar el Mundial. Sin embargo, entre estos últimos, ninguno supera hasta la fecha al protagonista de hoy, el ucraniano Valeriy Lobanovski, sin cuya aportación el balompié en su país difícilmente podría haber llegado a nada.
Nacido en el año 1939 en la extinta URSS, se crió mamando de los pechos del Dynamo de Kiev, en cuya cantera empezó y en donde jugó siete de sus once temporadas como profesional. Los documentos de la época hablan de él como un extremo izquierdo con un guante por pie y una gran habilidad para la consecución de los siempre complejos goles olímpicos.
Sin embargo más que sobre el césped fue en los banquillos donde se ganó su fama. Tras su retirada probó primero suerte en el Dnipro y, tras cuatro temporadas allí, se embarcó en una aventura que duraría casi toda su vida, la de dirigir a su amado Dynamo de Kiev. Con unos métodos exigentes y un rostro adhusto, su formación, su forma de ser y sus valores no solo conquistaron a su club sino también al régimen soviético, que vio en él una figura que podría darle relevancia al territorio.
Por ello, y por sus éxitos al frente de su club de toda la vida, con el que en el año 1975 ganó la primera de sus dos Recopas, fue nombrado seleccionador de la URSS. Con el poder en sus manos, Lobanovskiy cambió radicalmente el panorama del fútbol en la zona y tranformó una selección eminentemente rusa en un combinado en el que pasaron a cobrar protagonismo principalmente los jugadores ucranianos.
El experimento funcionó pues a sus órdenes en tres diferentes etapas, los soviéticos lograron el bronce en los Juegos Olímpicos de Montreal y llegar hasta la final en la Eurocopa del año 1988 en un partido que será recordado por el estratosférico gol de Van Basten. Mientras todo esto sucedía, sin embargo, se mantuvo fiel a los colores del Dynamo y alternó ambos trabajos durante quince años.
Quizá desencantado por la caída del régimeno querieno alejarse de la zona en una etapa convulsa, Lobanovskiy decidió probar suerte fuera a comienzos de los 90 entrenando a las selecciones nacionales de los Emiratos Árabes unidos y de Kuwait en un pequeño retiro que le permitió volver, con mñas fuerza si cabe, a Ucrania para ligar una vez más su vida a la del equipo de Kiev.
A su retorno se encontró con una generación mágica de jugadores, entre los que destacaban Shevchenko y Rebrov, a la que consiguió llevar hasta las semifinales de una Copa de Europa al tiempo que creaba en el pueblo ucraniano un poderoso sentimiento de orgullo que no consiguió trasladar a la selección en su única experiencia en el año 2002, donde no logró llevarla al Mundial de Corea.
A pesar de que aquellas estrellas emigraron, Lobanovskiy se mantuvo fiel a sus colores hasta el final de sus días. De hecho falleció poco después de dirigir un partido ante el Metalurh Zaporizhzhya en mayo de 2002.
Sin embargo, aunque su figura física se acabara no lo hizo su espíritu. El Dynamo bautizó el estadio con su nombre y puso una escultura con su busto a la puerta, Shevchenko peregrinó hasta su tumba con la Copa de Europa tras ganarla con el Milán e incluso dejó allí la medalla que consiguió y, a treinta kilómetros de la capital ucraniana, un restaurante-museo que regenta su hija y que montó el propio Lobanovskyi mantiene una constante actividad gracias a los amantes del fútbol.
viernes, 21 de enero de 2011
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1 comentario:
Durante tres temporadas se nos hizo familiar la cara del viejo Valeriy gracias al Dinamo de Kiev en la Champions League. Primero se enfrentó al Barcelona, al que sorprendió y venció y luego se midió al Madrid en fase de grupos y eliminatoria y vaya si sorprendió. Recuerdo a Valeriy en la banda, dando órdenes en esos encuentros típicos del fútbol del Este, con mucha niebla o el campo totalmente nevado.
Magnífico post.
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