jueves, 8 de julio de 2010

Diario de un Mundial 25 (07-07-10)

No he podido evitar llorar cuando Victor Kassai ha pitado el final del partido. Todo el mundo a mi alrededor celebraba la victoria, el pase de España y esperaban que yo saltara de alegría, que empezara a cantar, a animar la fiesta. Pero la reacción ha sido la que ha sido, mi cara entre mi manos y mi llanto emocionado por vivir algo que nadie antes en nuestro país había sentido.

Y realmente, a pesar de todo, aún me cuesta creer que vayamos a jugar la final de un Mundial, un sentimiento que creo que es común al resto de españoles. Al salir a celebrarlo a las calles de Miami con un nutrido grupo de compatriotas mi sensación ha sido que aún no somos conscientes de la magnitud de lo que acabamos de lograr, que en realidad estamos celebrando algo sin saber muy bien el qué.

Tras ganar la Eurocopa interpretamos lo de hoy como algo normal, que sucede por su propio peso y porque tenemos una tendencia ganadora que nos hace sentirnos fuertes, justo esa que siempre ha acompañado a los que levantan los trofeos. Entre cervezas y música cañí nadie hablaba sobre la superioridad con la que hemos pasado por encima al que muchos consideraban el mejor equipo del torneo, ni sobre el partidazo de Busquets, Xavi o Xabi Alonso. En lugar de ello la gente se preguntaba donde sería la celebración del domingo tras vencer a Holanda o hasta que niveles llegaría la borrachera de ese día.

Damos pues por sentado que una vez que hemos llegado a la final (o que hemos pasado de cuartos, porque el sábado tuve pensamientos parecidos) nadie es capaz de pararnos y que, esta vez sí, seremos los protagonistas. Y no seré yo ahora el que oculte que somos favoritos pero sí el que diga que aún nos queda un partido para ser grandes.

Noventa minutos, quizás ciento veinte, quizás alguno más, que recordaremos el resto de nuestras vidas para bien o para mal. Todos contaremos con quién y dónde lo vivimos, recitaremos de carrerilla la alineación de ese 11 de julio en Johannesburgo y transmitiremos nuestras sensaciones a generaciones futuras, comentándoles que ahí fue donde empezamos a ser grandes o que esa fue la vez en la que estuvimos más cerca de serlo.

Lo decía el otro día y lo repito hoy. Independientemente de lo que suceda ha llegado al fin el momento de sentirnos orgullosos de nuestra selección y de paladear lo que con mucho esfuerzo hemos perseguido durante años. Porque esto no es fruto de un día, hay otros que vinieron antes y que lo intentaron sin éxito.

De ellos también es esto, de esos que consiguieron que España sea la quinta mejor selección por resultados (que no por títulos) de la historia de los Mundiales sólo por detrás de Brasil, Italia, Argentina y Alemania. Ganar se antoja pues una obligación, la misma que tendrán los holandeses, que ya se quedaron a las puertas en dos ocasiones. Dicen que la historia no siempre da segundas oportunidades. Aprovechemos pues la primera.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si que ha calado bien el pase a la final, menudo sentimentalismo :)

Saludos desde El silbato de Collina

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