miércoles, 7 de julio de 2010

Diario de un Mundial 24 (06-07-10)

Cuando uno describe a un buen jugador lo primero que le viene a la cabeza son inevitablemente sus caratcerísticas técnicas. El futbolista que destaca debe poseer un disparo potente y preciso o realizar regates inverosímiles o ser diestro en el remate. En otros casos, principalmente en los hombres de la retaguardia, lo que se suele destacar son las habilidades tácticas como la colocación o la capacidad para hacer coberturas. Sin embargo, da igual lo que se pondere, siempre hay un elemento que pasa desapercibido. Ese es la mirada.

Acostumbrada a fijar su objetivo en las piernas de los futbolistas o en el balón, la cámara raras veces se centra en los ojos. Y es en ellos donde se puede leer el presente, el pasado y el futuro de una persona. Donde se puede comprobar el estado de tensión en la que se encuentra, donde se adivina el aspecto psicológico, donde se interpreta si está concentrado o disperso, enfadado o temeroso.

La mirada de un buen pelotero es facilmente identificable. Es difícil de describir pero todo el mundo sabe como es. Desprende seguridad en uno mismo, poder e incluso en ocasiones algo de altivez y de chulería, también llamada carácter. Todos los buenos equipos tienen un jugador que la posee. En la Francia que quedó finalista en Alemania se reflejaba en el rostro de Zidane o Ribery, si bien es cierto que ninguno de los dos alcanzaba la que mostraba Cannavaro, que podía ser incluso contagiosa hacia el resto de sus compañeros.

Es esa que posee Rooney cuando juega para el Manchester, la que no se borra del rostro de Cristiano Ronaldo o la que luce Messi cada vez que se enfunda la camiseta azulgrana. Una mirada curtida en mil batallas, en la que se refleja el paso del tiempo y las experiencias vividas así como la ansias de victoria y de reivindicación personal.

La selección holandesa tiene varias y quizás en ellas radique gran parte de su éxito. La oranje ha juntado a un gran grupo de futbolistas con una necesidad imperiosa de demostrarse cosas a sí mismos y al mundo. Basta con mirar a Sneijder a los ojos para adivinar en él una confianza ciega en sí mismo, cultivada a lo largo del último año gracias a su esfuerzo y a su afán por demostrar que no debieron dejarle marchar del Madrid.

La misma la tiene Robben, que parece haberse olvidado por completo de su miedo a lesionarse y que ha ido creciendo semana tras semana para alcanzar el cúlmen en Sudáfrica. No le va a la zaga Van der Vaart, otro defenestrado que lo ha dado todo para hacerse un hueco donde no lo tenía y cuyo tesón parece no tener fin.

También se aprecia en Van Bommel cada vez que se lanza a la caza de un tobillo o de un balón, lo mismo le da, o en Robin Van Persie, cuyo hambre atroz le lleva a matarse en cada partido o incluso a pedir la cabeza de sus compañeros si es necesario para disfrutar de algún minuto más sobre el terreno de juego con el que reivindicarse.

Con Van Marwijk es innegable que el equipo ha perdido en fluidez y nadie negará que juega peor pero lo cierto es que el mérito de actual seleccionador holandés es otro. Desde el banquillo el técnico ha conseguido canalizar todos esos sentimientos internos de sus jugadores hacia un único objetivo común, la conquista de la Copa del Mundo. Consigue que cada uno haga la guerra por su cuenta pero que redunde en el beneficio del equipo. Y cuando una pieza chirría, como la de Van Persie, soluciona el problema con máxima efectividad. Y si no mirad como se abrazaban y departían en amigable compaía el jugador del Arsenal y Sneijder después de la victoria contra Brasil.

Al principio de este Mundial dije que veía a Holanda desganada pero poco a poco me he dado cuenta de que el problema era que necesitaba desperezarse. Una vez que lo ha hecho se han empezado a ver sus virtudes, que no pasan por el juego sino porque, esta vez sí, se ven capaces de conseguir grandes cosas. Se les nota en la mirada.

1 comentario:

Roger Sánchez dijo...

Y que decir de Kuyt, un jugadorazo que se reinventa partido a partido. Se sabe sacrificar en ver que el papel de estrella no está reservado para él, y rinde como el que más