viernes, 6 de junio de 2014

Hambre de Mundial

Falta menos de una semana para el comienzo del Mundial y, como en toda ceremonia que se precie, hay ansiedad antes del clímax. Los obreros sudan cataratas echando las últimas paladas de cemento, los seleccionadores se llevan las manos a las sienes en busca de su once ideal, los jugadores aprietan en los amistosos previos para ser ellos los elegidos y los aficionados enfocan toda su dialéctica hacia el mismo tema.

Es la locura, el frenesí ante lo inesperado. Cientos de porras, miles de apuestas, millones de sueños en cada uno de los países participantes. La pasión congela las mentes analíticas y la euforia hace pensar en lo imposible. Tampoco ayuda, desde luego, que nos encontremos ante uno de los Mundiales más abiertos de los últimos años aunque pueda no parecerlo.

Brasil sigue siendo Brasil. Y es más Brasil si cabe cuando tiene de su lado a la torcida y el reto de hacer historia dando muerte en el proceso al fantasma del Maracaná. Negar su favoritismo no tiene demasiado sentido. Ahora bien, si en el fútbol ganaran siempre los mejores probablemente no suscitaría tanta expectación. Lo hace especial el hecho de que, en un momento, todo cambia.

Una mala tarde, un poste caprichoso o el repentino proceso febril de una estrella pueden abrir esa rendija por la que se cuelen el resto de candidatos. Son muchos pero, como el inicio de la vida misma, solo uno podrá fecundar el trofeo otorgándole las características genéticas propias de su juego y creando tendencia con ello.

España lo hizo hace cuatro años instaurando una dictadura del toque únicamente contestada de forma postrera por el cholismo. 'La Roja' mataba así al padre de la sobriedad italiana y este a su vez la oda al individualismo que acompañaba a la canarinha reinante en tierras orientales. Difícil saber qué dialecto se hablará de aquí a poco más de un mes.

Lo único seguro es que nadie va a renunciar a nada. Ganar cuatro títulos seguidos es el leitmotiv del combinado de Vicente del Bosque. Ser el mejor jugador de su país primero y de la historia después el motor que mueve a Messi. Pasar del "casi" al "por fin", el ideal que persigue Alemania. Dar legitimidad a una portentosa generación que viene pegando fuerte, el aliciente de Francia. Conservar su status de ADN ganador, un motivo para Italia. Cumplir con las cábalas y las casualidades que rodearon a la victoria de 1966, el único argumento de Inglaterra.

Por detrás de ellos aparecen otros contendientes con objetivos más modestos. Portugal, quiere hacer disfrutar a Cristiano y acercarle al "Balón de Oro". Bosnia buscará no desentonar en su primera participación y Bélgica un tanto de lo mismo con la presentación en sociedad de una generación portentosa. Los africanos y los asiáticos, alcanzar semifinales. Uruguay hacer un papel digno en honor a los héroes del cincuenta. Las más modestas, no marcharse con el casillero sin estrenar.

Poco importan los motivos si traen de la mano espectáculo. El estreno de España como campeona dio algo de lustre a una cita, la de Sudáfrica, que dejó a varios aficionados con sensación de insatisfacción por lo visto en líneas generales sobre el césped. El mejor escenario en el mejor momento de algunos de los mejores jugadores de la historia debería ser suficiente  para que la edición del 2014 sea recordada durante muchos años. El balón dictará sentencia.

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