Antes de que los jeques aterrizaran en la "Ciudad de la luz" para dejarse los petrodólares, el Paris Saint Germain tuvo un pasado. De hecho cuando nadie podía imaginar que llegarían nombres como los que ahora componen la galaxia capitalina, se hizo una encuesta para elegir al futbolista más importante en la historia del club. Había nombres como el del Balón de Oro George Weah o el de Luis Fernández pero el ganador fue Safet Susic, actualmente seleccionador de Bosnia.
Su figura nunca ha sido considerada como una de las más grandes del Viejo Continente a pesar de que capacidad tuvo para ello. Quizás dar sus mejores años en entidades que por entonces no despuntaban le hicieron perder puestos en una lista en la que por calidad bien pudo ocupar un lugar de honor.
Elegante en la conducción, verle sobre el césped desenvolviéndose como mediapunta debió ser una delicia. Levitaba sobre el pasto y manejaba como nadie el arte del regate cambiando la pelota de pie. Lo ejecutaba con velocidad y maestría para luego zafarse de la presión del adversario con un delicado movimiento de cadera. Parecía elástico.
A su habilidad para dejar con cara de circunstancias a los rivales añadía además otras virtudes como la precisión de cirujano en el pase y la llegada desde segunda línea. No resultaba extraño verle iniciar la jugada, abrir los huecos que dejaban los defensas desconcertados y acabar la faena acompañando el cuero a la red tras apoyarse en un compañero.
Eso cuando no optaba por fabricarse la gloria él solo en una de sus grandes tardes. Testigo de ello fueron los argentinos, que tuvieron que sufrirle en un amistoso contra Yugoslavia en el año 1979. Ese día decidió que tenía que ganar el partido y así lo hizo. Anotó tres goles, todos dejando tras de sí un rastro de cinturas quebradas y palabras malsonantes.
A Francia llegó procedente del Sarajevo. Cuentan que en su fichaje tuvieron mucho ver los que luego serían sus compañeros, hipnotizados por su magia tras la disputa de un amistoso entre ambas escuadras. Al final, frente al interés de los dos clubes de Turín, pudo más su sueño de ser un artista en París. Lo bueno se hizo esperar ya que los problemas con el transfer retrasaron su puesta de largo. Pero mereció la pena.
Convertido en mariscal, guió a "Les-Rouge-et-Bleu" a la conquista de su primera liga en la 85-86. Además levantó una copa en la 82-83. Por supuesto se hizo regular e indispensable en el once, deleitando a una grada que todavía recuerda uno de sus grandes servicio. Fue el 24 de septiembre de 1984. Un duelo intrascendente contra el Bastia él lo convirtió en una fiesta repartiendo cinco asistencias en la victoria por 7-1.
En 1991, cuando los años ya pesaban y se había cansado de ser tan bueno, fichó por el Red Star de Saint-Ouen y colgó las botas el verano siguiente con 54 internacionalidades a sus espaldas y el título honorífico de mejor jugador bosnio del siglo veinte. Probablemente por entonces ya le picaba el gusanillo de los banquillos. De hecho, tras dos años preparándose, le fichó el Cannes pensando que si lograba transmitir su visión del juego a otros futbolistas el éxito estaría asegurado.
Ya sin Zidane pero aún con jóvenes talentosos como Patrick Vieira o Johan Micoud, logró un meritorio noveno puesto en el retorno de la entidad a la máxima categoría. Sin embargo, no supo aprovechar el buen cartel de aquella experiencia. Con un pequeño impasse en el Al-Hilal saudí, se convirtió en un técnico comodín para los equipos de la liga turca. Su paso por el Istambulspor, el Konyaspor, el Ancaragücü, el Rizespor y el Ankaraspor así lo demuestran.
Cuando parecía que su nombre se perdería en la niebla, le llegó esa oportunidad que antes o después iba a acabar presentándose debido a sus servicios a la patria. El orgullo nacional se hizo cargo de la selección en 2009. Sin nadie tan brillante como él pero con una plantilla compuesta por la mejor generación que se recuerda en el país, el objetivo ahora es clasificar a los bosnios para su primer torneo internacional. Ya se ha quedado dos veces a las puertas. A la tercera...
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