Sucede que con la llegada de un gran torneo, las concentraciones se convirten en una especie de campamento militar en el que no hay tiempo para alterar la rutina. Los futbolistas porque dedican su vida a descansar, a quemar la Play Station o a jugar a las cartas mientras fuera cientos de fans se agolpan a la puerta en busca de su autógrafo. Los entrenadores porque emplean las veinticuatro horas del día (incluídas aquellas que le roban al sueño) para estudiar al milímetro cada detalle, cada jugada.
Decía Joachim Löw en una entrevista concedida a la revista Panenka que durante los torneos su calidad de vida "se hunde hasta el mínimo" y entra "en un túnel". Por ello su mirada ayer mostraba frustración y automutilación tras la derrota contra Alemania. Un semblante que contrastaba con el de Prandelli, en cuyo rostro asomaba la satisfacción por el trabajo bien hecho. Es cierto que el triunfo siempre dibuja la sonrisa pero es poco probable que el seleccionador italiano hubiese mostrado una imagen tan tétrica en el fracaso como la de su compañero.
Hombre discreto a la par que elegante, vivir el sufrimiento fuera del campo le ha hecho inmune al mismo dentro de él. Huérfano de padre desde los dieciséis años, integrante de la plantilla de la Juventus que disputó la trágica final de Heysel y viudo tras perder a su mujer por un cáncer de mama en 2007; son demasiados los golpes que ha recibido. Le duelen las derrotas, por supuesto, pero no como para somatizarlas hasta el paroxismo.
Por ello su rostro es siempre tranquilo, inalterable a las críticas y a los halagos. Actúa desde la normalidad más absoluta, sin levantar la voz. Dice las cosas claras y piensa en alto, pero nunca buscando la polémica. Rehúye la confrontación directa con Balotelli pero le tira de las orejas en público. Sabe que si la cosa se pone fea, cuenta con la experiencia y la sabiduría de un vestuario entregado a la causa de la victoria tras el varapalo del Mundial de Sudáfrica. Laissez faire, que dirían los franceses.
A fin de cuenta los desmanes del delantero no son sino menudeces de juventud que parecen no quitarle el sueño. De hecho, da la sensación de que nada lo hace. Resulta difícil imaginárselo encerrado en la habitación trazando diagonales sobre una hoja con un rotulador. Es un personaje atípico que disfruta de lo que tiene sin pensar en o que vendrá. Un tipo que durante el torneo, tras cada partido y en mitad de la noche, realiza peregrinaciones esporádicas en compañía de su cuerpo técnico rumbo a capillas e iglesias cercanas al hotel de concentración.
Ayer el destino fue una parroquia de Cracovia. Un paseo sosegado y relajado del que volvió a las cinco de la mañana. Respirar aire fresco y reflexionar sobre lo divino y lo humano parecen ser buenos argumentos para estas escapadas furtivas aunque esto no son sino suposiciones. Lamentablemente es posible que nunca sepamos de qué habla en los trayectos, si menciona el fútbol o simplemente se entrega a la reflexión en grupo. Arcanos de un hombre indescifrable que, desde la serenidad, disfrutará el domingo de su primera gran tarde de gloria. ¿El futuro? Dios proveerá.
A partir del lunes empiezo una nueva rutina en lo laboral. No descarto que, dadas las circunstancias, me impida actualizar el blog tres veces por semana tal como sucede ahora. Haré todo lo posible para no suceda aunque lamentablemente no estoy en condiciones de asegurarlo. Espero que podáis disculparme y que sigáis pasando por esta que es vuestra casa.
1 comentario:
está muy instalado el sujeto
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