La gesta del APOEL, una de las más grandes que recuerda el fútbol europeo, ha hecho olvidar su realidad en los últimos años, en los que se había convertido en un lugar más o menos sugerente para retirarse o empezar a pensar en ello. Ya hablamos hace unas semanas del caso de Ronald Gómez y esta os acerco otro, el del australiano Paul Okon, un futbolista al que las lesiones privaron de una carrera más prometedora.
Lo cierto es que se decidió por el deporte rey pero bien pudiera haberse dedicado a otras disciplinas. De hecho este centrocampista nacido en Sidney destacó de joven como saltador de altura en el país de los canguros, estableciendo un record en su categoría a nivel universitario que fue difícil de superar.
Y eso, altura, fue lo que cogió su carrera sobre el césped a medida que pasaban los años. En el Marconi Stallions de su país, el primer club donde militó en el profesionalismo, consiguió ser nombrado mejor jugador joven de la liga durante dos campañas consecutivas. Sus actuaciones también se extendían a la selección, con la que llegó a las semifinales en el Mundial sub-20 del año 91 y a los Juegos Olímpicos de Barcelona el año siguiente.
Por entonces ya le había echado el lazo el Brujas belga donde estuvo cinco temporadas rayando a un nivel espectacular hasta el punto que fue galardonado con la "Bota de oro", el premio que reconoce al mejor futbolista del campeonato. Para contextualizar la trascendencia de lo conseguido basta decir que fue el segundo jugador no nacido en el Benelux que lo conseguía y el primero de fuera de Europa que lo alcanzaba en 41 años de historia del trofeo.
No fue sin embargo su día de mayor gloria. Este aún estaba por llegar y sería solo unos meses después. Sucedió cuando el mismísimo Dino Zoff en persona viajó a Bélgica para llevárselo a la Lazio prometiéndole ser titular por contrato y en su posición preferida sobre el terreno de juego. Obviamente aceptó pero a partir de ese día comenzó la caída hacia la colchoneta.
La dichosa rodilla, que se ha llevado por delante a tantas estrellas potenciales, le jugó una mala pasada. Tres cursos después era traspasado a la Fiorentina y a partir de ahí a diferentes clubes de Inglaterra acompañado siempre por sus problemas físicos. Comenzó en el Middlesbrough y se marchó cedido al Watford antes de probar suerte en el Leeds.
Nada era ya lo mismo e incluso dejó de contar para las convocatorias de su selección, con la que había llegado a ser capitán hasta en 24 ocasiones. Ya sin presión orientó sus miras hacia otros lugares. Volvió a Italia para aceptar una oferta de Vicenza, regresó también a Bélgica para ponerse la camiseta del Ostende y cerró su periplo en Europa con la aventura que abría esta historia, la del APOEL.
La guinda la puso en el Newcastle Jets, donde dijo adiós mediada la treintena ante la imposibilidad de poder rendir a buen nivel. Desde ese día empezó a reorientar su vida hacia una nueva faceta, la de los banquillos. Auspiciado por un programa organizado por la federación de su país, recorrió los entrenamientos de clubes como el Lazio o el PSV para aprender de los mejores y poder aplicarlo a posteriori a las categorías inferiores de la selección.
Lo hizo con la sub 18 durante un tiempo hasta que recibió la primera llamada de un club profesional, el Gold Coast Mariners. Fichar por ellos fue un error como lo demuestra el hecho de que fue destituido a los pocos meses. En el paro, un viejo amigo y también viejo conocido de este blog se acordó de él. Hoy le echa una mano a José Aurelio Vidmar con el combinado sub 23.
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