Ese día el gigantesco punta de casi dos metros creyó morir. Si no fuera por el rostro pétreo que le ha acompañado a lo largo de su carrera, casi carente de expresividad, lo normal hubiese sido imaginárselo llorando de desesperación no ya por la oportunidad perdida, que también, sino por tener que seguir enfrentándose a una pesadilla que nunca hubiera imaginado cuando aceptó la oferta del Heerenveen.
Entraba a formar parte de una entidad que había alumbrado a dos de los mejores delanteros holandeses de los últimos años: Ruud Van Nistelrooy y Klaas Jan Huntelaar. Parecía un buen lugar para progresar tras despuntar primero en el Emmen y posteriormente en el Heracles, de donde fue reclutado gracias a una inversión monetaria importante y a la terquedad del técnico Ron Jans, que acababa de aterrizar procedente del Groningen.
Los partidos pasaban y aquél que le había pedido de forma insistente decidía postergarle en el banquillo con recurrencia. Una semana, otra, otra más... Pequeñas estocadas que iban minando su moral, que iban castigándole mentalmente. Demasiado para él, que decidió denunciar al club por la vía civil en busca de una rescisión de su contrato. Ese descontento llamó la atención de los grandes de la Eredivisie, que intentaron pescar en mitad de la zozobra. Al final el juez le dio la razón al Herenveen y el Ajax reculó. Dost había apostado fuerte y recibía el amargo sabor de la derrota.
Hundido decidió recurrir a lo único que le quedaba: el espíritu de supervivencia. Asumió su situación y se puso manos a la obra para intentar darle la vuelta. Terminó el año a duras penas mientras se motivaba viendo que él podía hacer lo que otros conseguían, meter goles con regularidad. Ni siquiera se vino abajo cuando, en el periodo estival, se confirmó que debería seguir en el Heerenveen al no pagar nadie por él una cifra considerada prohibitiva.
Tomó unas merecidas vacaciones, formateó su disco duro y volvió con energías renovadas reconociendo las diferencias con Jans pero abriendo una puerta hacia su resurrección. Desde entonces su suerte ha cambiado. El fútbol, caprichoso, le ha situado en lo más alto de la tabla de goleadores y le ha permitido ganar la batalla contra sus fantasmas.
Junto al resto de sus compañeros, con el profesionalismo que les vale para mantenerse quintos a solo un punto de la Champions pero con un carácter impropio de un vestuario tan joven, han conseguido convencer a la directiva de que el técnico actual no es el idóneo. El rudo Jans, cuyos métodos son considerados obsoletos por algunos, dejará el cargo en verano independientemente de los resultados. Entonces llegará Van Basten. Un proyecto ilusionante también para Dost, que ha abierto la puerta a seguir para ponerse a las órdenes de su ídolo, quizás el hombre ideal para exprimir todas sus virtudes. A veces tocar fondo es el primer paso para llegar a la cima.
1 comentario:
Qué grande Bas Dost. Literalmente también
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