viernes, 15 de julio de 2011

Nombres del fútbol: Louis II

El papel couché se pregunta estos días si hay o no amor entre el Príncipe Alberto y la nadadora sudafricana Charlene Wittstock. Que si la espantada fantasma antes del enlace, que si una luna de miel en hoteles separados por 16 kilómetros, que si la aparición de hijos ilegítimos... escándalos en cualquier país, se toman como algo normal en la convulsa y agitada sociedad monegasca.

Y más cuando las situaciones las protagoniza la familia real. Los Grimaldi en la figura de cualquier miembro de la saga, desde Estefanía hasta Carolina pasando por el prometedor Andrea, son un foco de polémica. Algo que por cierto no es nuevo, pues ya en tiempos de nuestro protagonista de hoy se vislumbraban bosquejos de lo que iba a deparar el futuro, como si todo estuviera codificado en el ADN.

Hijo único de Alberto I de Mónaco y de María Victoria de Hamilton, de joven se marchó con su madre del principado rumbo a Alemania después de mostrar ella su descontento con el paraíso artifical que aún a día de hoy sigue siendo el territorio. No obstante eso no iba a eximirle de sus obligaciones a Louis, que a los once años tuvo que regresar para ser formado como heredero al trono.

Ésta incluía, como no podía ser de otra forma, la adquisición de conocimientos en el ámbito militar y fue por ello que se marchó a estudiar a la academia militar de Saint-Cyr antes de marcharse a pelear a África con la Legión Francesa. Allí, concretamente en Argelia, fue donde comenzaron sus encuentros amorosos con una cabaretera de nombre Marie Juliette Louvet, que se convirtió en la madre de su hija ilegítima Charlotte Louise Juliette.

A su vuelta a Mónaco se dio una circunstancia espinosa. Sin descendencia reconocida todo apuntaba a que el trono iría a caer después de él a manos de su primo Guillermo, de origen alemán, algo que no estaban dispuestos a permitir así como así. Hasta el punto que los Grimaldi se pusieron manos a la obra para que aquella hija olvidada se convirtiera en la siguiente en la línea sucesoria (ley que por cierto hubo que cambiar a posteriori para evitar que los bastardos del actual Alberto de Mónaco, de momento dos y los otros dos posibles que flotan ahora en el ambiente, asciendan algún día al trono).

De esta forma quedaba asegurada la presencia de la familia cuando no estuviera Louis, que fue coronado como mandatario tras el fallecimiento de su padre el 27 de junio de 1922. Con él al frente de la monarquía, continuó el esplendor iniciado años antes. Se fundó la Ópera, arrancó la primer edición del GP de automovilismo y se llevó a cabo la construcción de un gran campo de fútbol para los Juegos Mundiales Universitarios que llevaría su nombre. Ese estadio es, efectivamente, el mismo en el que el Mónaco disputa sus partidos como local y donde cada año tiene lugar la Supercopa de Europa.

Sin embargo todas aquellas innovaciones que tanto favor hicieron a la microscópica patria no fueron del todo reconocidas por la población, que criticó sus actuaciones durante la Segunda Guerra Mundial. La idea de Louis era mantenerse neutral pero aquello no fue posible. La gran cantidad de ciudadanos de origen italiano facilitó que los transalpinos conquistaran Mónaco y posteriormente el Principado caería en manos de la Alemania nazi.

Una situación desagradable que solo terminaría cuando cuando las fuerzas aliadas liberaron el país. Para entonces Louis ya estaba pasado de vuelta. Vivía más tiempo en París que en su palacio y contrajo matrimonio con una actriz antes de fallecer en el año 1949 momento en el cual subió al trono Rainiero tras la renuncia de su madre.

2 comentarios:

Futbólogos dijo...

Carlos Mateos Igatiburu... ;)

CARLOS MATEOS GIL dijo...

Hay que leer y saber de todo, jejeje.