lunes, 11 de julio de 2011

Un año después

Hace un rato que acabo de volver de un recado por las calles de Madrid y no puedo sino mostrarme decepcionado por lo que he visto. Cierto es que mi paseo se ha producido en horario laboral en pleno mes de julio pero me ha parecido duro no encontrarme con nadie que llevara puesta la camiseta de España en un día tan especial, ni siquiera en las inmediaciones del Santiago Bernabéu.

En la misma medida, tampoco he visto a nadie sonreír. Puede que ambas cosas guarden relación. Me confieso una persona muy dada a celebrar las fechas especiales, a darle importancia a los momentos únicos. Y aunque entiendo que no todo el mundo puede ser como yo, sí confiaba cuando me enfundaba "La Roja" en que alguien se cruzaría en mi camino vestido de la misma guisa y que incluso podría surgir una mueca cómplice que rememorara el aniversario.


Nada de eso. Por las aceras solo he visto gente cabizbaja que daba la sensación de ir pensando en sus propios problemas, ajena a la efeméride del triunfo más importante del deporte español. Como si aquella movilización masiva de una noche veraniega del año 2010 hubiera sido un sueño. Como si las calles no hubieran sido tomadas en una arrebato de exaltación extrema. Como si aquello no hubiera significado nada, solo un polvo de una noche.

Lamentablemente no pude vivir el éxito de los hombres de Del Bosque en España. Tuve que hacerlo fuera de nuestras fronteras, en una ciudad la de Miami donde por encima del fútbol está la fiesta. De hecho probablemente fui la única persona que ese día derramó lágrimas de felicidad por primera vez en mi vida. Veinte minutos sin parar en un acto impulsivo que ninguna de las personas que me acompañaban parecía entender. Algo de lo que no les culpo, por cierto. Mi locura es mía y no tiene porqué ser compartida.

Sin embargo, y aunque no estuve aquí, si seguí todos los fastos por televisión. Vi un país que se mostraba orgulloso al mundo por la gesta conseguida. Me contaban que no había ley ni orden pero que todo el mundo estaba alegre, que no se oteaban los problemas. Que las fuentes eran colonizadas con sosiego y tranquilidad. Que las masas humanas se desplazaban vestidas de rojo cantando y bailando bajo el calor. Que todo el mundo se hermanaba bajo un mismo color. Que la gente llegaba de todos los puntos de la geografía para recibir a sus héroes. Que personas como mi abuela o mi madre, que en su vida habían visto un partido, se sentaban frente al televisor y vibraban con el gol de Iniesta.

Dos días de felicidad completa y absoluta en la que una nación dejaba sus problemas a un lado para centrarse en algo mucho más mundano pero tremendamente poderoso como era la magia del fútbol. Y si esa locura colectiva, ese orgasmo momentáneo, fue algo tan maravilloso... ¿Cómo es que nadie se acuerda ya de eso?.

La situación social en España ha ido diluyendo todo aquello convirtiéndolo en anécdota, en una página más de nuestra historia. Lo que ayer era noticia hoy envuelve el pescado y solo algunos medios de comunicación, principalmente las televisiones por el poder de las imágenes en movimiento, parecen querer revivirlo. Algo que dicho sea de paso un aficionado como yo agradece porque le sigue produciendo cosquillas en el estómago y erizándole los pelos. ¿Dónde queda el espíritu del 11 de julio?. ¿Estamos condenados a penar todos los días por la situación que atravesamos en la actualidad?. ¿Tan mal pinta todo que no podemos concedernos un rato al año para que el recuerdo nos alegre la existencia?. Parece banal e incluso insultante que el motivo para ello sea el fútbol pero la vida a veces se compone de pequeños detalles.

1 comentario:

The Blue Factory of Dreams dijo...

Hola, aceptas un cambio de enlaces con mi blog?

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Un abrazo desde Oporto, Portugal

Bruno