Escuché hace tiempo, durante una charla en boca de una de las personas que mejor conoce el fútbol base de nuestro país, uno de los principales motivos que explican el éxito actual de la selección española. Un argumento tomado en gran parte de aquella Francia que hizo historia antes de nosotros ganando Mundial y Eurocopa de forma consecutiva.
Cuando está cerca de cumplirse el primer aniversario de aquél mágico 11 de julio sigo recapacitando sobre ese método, el mismo que también sigue el Barcelona por poner otros ejemplos de éxito. Algo tan sencillo como crear un bloque desde edades tempranas y dotarle del mismo estilo de juego que se le pretende dar al primer equipo. De esta forma a medida que crecen, los futbolistas son monitorizados para realizar los mismos movimientos, para llevar a cabo las mismas jugadas de estrategia; generándose de esta forma un aprendizaje por repetición con el que alcanzar la excelencia.
A todo ello por supuesto hay que sumar una gran generación, algo que no es fácil de encontrar. Sin embargo hay combinados nacionales que sí las tienen pero cuyo principal fallo es que no saben trabajarlas. Y así pasan y pasan sin más pena ni gloria. El caso más claro es, por supuesto, el de Argentina, a la que podemos ver estos días en una Copa América en la que además ejerce como anfitriona.
Conviene decir en su defensa que este modo de hacer las cosas apenas cuenta con más de veinte años, pero aquellos que han sabido aplicarlo a tiempo recogen ahora los frutos de su buena labor. Los sudamericanos no lo han hecho así. Confiados en sus individualidades lo fían todo a eso. Y si bien es cierto que de esta forma llegaron sus dos Mundiales (en el de México eran Maradona y diez tipos más que le acompañaban) cada vez es más complicado que algo semejante pueda repetirse por mucho que uno de los mejores jugadores de la historia haya recogido el testigo del más grande, siempre con permiso de Pelé.
Es un hecho que Messi no rinde igual con el Barcelona que con Argentina y lo es también que no tiene a los mismos compañeros a su lado. Pero conviene hacer un análisis algo más profundo y no quedarse en lo meramente superficial. Más allá de las plantillas hay que irse al modelo de juego. En la Ciudad Condal está asimilado mientras que a nivel de selecciones, "La Pulga" se encuentra cada vez que se enfunda la albiceleste con un esquema anárquico que varía según el seleccionador que se siente en el banquillo.
Cuando defiende a su país, el mejor jugador del mundo no sonríe y eso se nota. Aparece menos, desaparece intentando encontrarse y en seguida se sale mentalmente del partido en cuanto recibe un par de patadas contundentes propinadas por tipos que no tienen nada que perder y cuya única finalidad es que pase el balón o el jugador pero nunca los dos juntos. Apenas encuentra apoyos básicamente porque sus compañeros están igual de desubicados que él.
Al final cada uno tira por su lado y por su propio peso los goles acaban entrando, algo que es inevitable cuando tu juego ofensivo cuenta con activos como Agüero, Tévez o Higuaín. Ahora bien, la beatificación merecida del "Pelusa" así como la de otros jugadores de ataque parece haber creado entre los jóvenes argentinos una especie de rechazo a ocupar las posiciones defensivas.
Es la única explicación para que en los últimos años solo Ayala haya rendido en la retaguardia. La incapacidad de Samuel, Gabi Milito, Demichelis y otros cientos de casos han convertido en indiscutibles a zagueros como Burdisso o Zanetti, que rinde a un nivel impresionante pero que carga con 37 años a sus espaldas. En la misma medida siguen sumando convocatorias otros como Garay o Gago, ambos reservas del Real Madrid.
Se hace necesario que la Federación contrate a un director deportivo de garantías que cambie todo desde la raíz, algo semejante a la figura de Hierro en la selección española. Un persona con conocimiento de la cantera, que sepa poner a las personas más adecuadas en las inferiores y que realice su labor en plena tranquilidad, ajeno a las presiones de los organismos directivos, sin duda otro de los principales problemas del fútbol en el país.
Ganar mundiales sub 20 es un éxito pero no servirá de nada si no hay similitudes entre lo que va antes y la decisiva fase que va después. Ahí es donde falla todo, hay que engrasar esas piezas para que la maquinaria no chirríe, para que funcione por sí sola. Quizás haga falta tiempo para ponerla en funcionamiento pero cuando esto suceda todo irá rodado y los argentinos podrán volver a soñar.
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