El gol de Torres en aquél partido contra Alemania nos permitió alzarnos con el trofeo y de paso perder la presión y la tensión que nos atenazaba. Una gran proeza, como las que realizó en vida el hombre que da nombre a ese estadio. Un tipo de grandes méritos al que no siempre se le reconoce su labor debido a la frágil memoria de la sociedad actual.
Nacido en el año 1925, como no podía ser de otra forma, en la capital austríaca, Happel fue como jugador un tipo de club. Para más señas del club de su ciudad. Elegido en el equipo del siglo por los aficionados del Rapid, debutó con 17 años y durante 12 se convirtió en uno de los mejores centrales de su país.
Aquella plantilla a la que pertenecía arrasaba a nivel nacional y él era una de las caras visibles. Sus maneras le sirvieron para jugar un par de años en el Racing Club de París a mediados de los cincuenta pero finalmente no pudo evitar volver al club de sus amores para disfrutar allí de sus tres últimos años de carrera profesional.
Tres años tardó también en prepararse para ser entrenador, faceta esta dónde se ha convertido en uno de los grandes olvidados de la historia. Happel se sentó por primera vez en el banquillo para dirigir al ADO Den Haag. El proyecto fue largo, de seis años, pero fructificó con la conquista de la Copa en el año 68, una de las dos que atesora la entidad.
Aquél logró le serviría para dar su primer gran paso, el que suponía llevar las riendas del Feyeenord. Los holandeses eran por entonces uno de los equipos más destacados de su liga y buscaban además hacerse ver en el Viejo Continente. Lo hicieron a lo grande conquistando la Copa de Europa y la Intercontinental del año 1970.
Además llegaron también éxitos a nivel nacional, credenciales todas ellas que le llevaron a entrenar al Sevilla un par de años. Después de la experiencia en nuestro país pasó a dirigir al Brujas (con el que conquistó tres ligas seguidas) antes de enfrentarse al que sería su gran reto, la selección holandesa.
A los mandos de una generación magistral alcanzó la final del Mundial del año 1978 practicando un fútbol magistral, si bien finalmente acabó cayendo contra Argentina por 1-3. Muchos pensaron entonces que había tocado techo pero el destino le reservaba aún una grata sorpresa. Tras vagar por el Harelbeke y el Standard de Lieja, el Hamburgo alemán puso sus ojos en él.
Nada más aterriza, en su primer año, ganó la Liga. Al segundo ya había conquistado la Copa de Europa, la segunda en su palmarés, la que le convierte en uno de los tres únicos hombres capaz de levantarla con dos equipos distintos junto a Hitzfeld y Mourinho. Además, en aquella gran temporada, también conquisto el título doméstico. Sería lo más destacado de lo conseguido allí, que no es poco.
Tras su paso por tierras germanas decidió regresar a su país para ponerse al frente del Tirol, con el que levantó dos ligas y una copa en cuatro temporadas. Era la escala previa a su misión definitiva, convertirse en seleccionador austríaco. Aquello sucedió en el año 1991 pero el idilio entre el entrenador y su combinado nacional duró tristemente poco. Murió con las botas puestas en el año 1992 debido a un cáncer de pulmón, sólo cuatro días después de sentarse en el banquillo para un partido internacional.
1 comentario:
Ernst Happel... Lógicamente yo no le vi jugar, pero cuentan que fue uno de esos jugadores que enamoraban con su juego. Yo leí que le apretó las tuercas al gran Madrid de Di Stefano en Viena.
Saludos crack
p.D: hoy ha nacido un blog para porteros. Te he agregados mis seguidores. Espero tus comentarios por mi pequeño espacio.
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