Como individuo fácilmente impresionable que soy, tiendo como una esponja a quedarme con las expresiones más absurdas que van apareciendo en clase. Es el caso por ejemplo de "No confunda cu com bunda" (algo así como no confundir la forma soez de decir culo con la forma más aseada) o de otra que también me hace mucha gracia, "Eu mesmo toco na banda e eu mesmo bato palma".
El equivalente de las muy españolas "Querer estar al caldo y a las tajadas" o "Yo me lo guiso, yo me lo como". Es decir, el resumen claro y conciso de la inmaculada temporada del Oporto, que ayer se coronó de forma más que previsible como campeón de la liga portuguesa a falta de cinco jornadas. Más tarde incluso de lo que muchos hubieran vaticinado a juzgar por lo abusivo del juego del equipo de "O Dragao".
Cuando las cifras hablan de forma tan contundente, al respetable solo le queda ver, oír y callar. Veinticinco partidos hasta la fecha en competición doméstica, 23 victorias y dos empates, el último de ellos hace 13 jornadas.
Más datos. Equipo máximo anotador con 58 dianas a favor y equipo menos goleado con 9 en contra. Sólo frente al Braga encajó más de un gol y sólo en esa victoria por 3-2 y en la de ayer por 1-2 en casa del Benfica ganó por un tanto cuando encajó. Sólo tres goles ha recibido como visitante y, por supuesto, ha logrado pleno de victorias en casa. Una auténtica apisonadora.
Evidentemente viniendo del equipo que ha ganado 7 de las últimas 10 ligas podría parecer algo normal y hasta lógico. Pero conviene tener en cuenta que el año pasado fue una de las peores temporadas de la era reciente y que, cada verano, el equipo tiende a perder a muchas de sus estrellas.
Es por ello que hay que darle el mérito que se merece a la planificación deportiva, capaz de superar con solvencia la crisis jugándose su integridad al apostar por un entrenador que llegó al club con 32 años y una experiencia en un banquillo de primer nivel de poco más de media temporada. Cifras un poco engañosas, todo hay que decirlo, pues ser segundo de Mourinho durante seis campañas puede llegar a ser incluso mejor que tomar las riendas de muchos clubes.
El caso es que André Villas Boas es, con mucho, el gran descubrimiento del fútbol europeo esta temporada. Bastante he escrito estos meses sobre él (si queréis conocer su historia leed el post "The Special Two" del mes de noviembre) y no es cuestión de repetirse más. Sólo añadir que conquistar el título el mismo fin de semana en que Mourinho caía en casa por primera vez en nueve años es curioso.
Sería absurdo decir que está al nivel del genio de Setúbal y que representa un cambio generacional. Ni Mourinho ha dejado de ser el mejor técnico del planeta, ni se ha acabado su ciclo, ni Vilas Boas ha hecho nada aún. Pero no deja ser morboso. Un morbo que se acrecienta por el lugar donde se consiguió, en el estadio del eterno rival.
La victoria por 1-2 en casa del Benfica solo hizo que acortar los plazos de un título que se daba por seguro pero que no por ello en Lisboa querían asumir. Al finalizar el choque los aspersores saltaron y los focos se apagaron convirtiendo "Da Luz" en "Do escuro". Un símbolo más de la frustración que supone jugar contra el Oporto.
En cuanto a los futbolistas, es inevitable que a todo el mundo le vengan a la cabeza los nombres de Hulk (más de 20 goles este año) o Falcao pero yo me quedo con otro. Un tipo con el que nadie contaba a principio de temporada, que hasta ahora no había tenido continuidad y cuyo nombre no había sonado demasiado. Me refiero al colombiano Freddy Guarín, el auténtico sostén del centro del campo, el pulmón del equipo. Potencia, colocación y pegada con tan sólo 24 años. Va camino de ser un crack.
Coronado campeón y prácticamente eliminado de la Copa (demasiada pesadilla sería para el Benfica desperdiciar dentro de dos semanas el 0-2 cosechado en O Dragao), el Oporto ha conseguido, adelantando el alirón, tener tranquilidad y tiempo para preparar los cinco partidos que en el mejor de los casos le quedan de la Europa League.
Si ya eran considerados los principales favoritos su cotización ha subido ahora en las quinielas. El envite contra el Spartak será complicado y más aún el futurible contra el Villarreal en semifinales. Pero adelantar los deberes libera tensión y descarga las piernas. Conquistar el doblete, Dios no lo quiera, convertiría una temporada buena en excelente y acercaría a Villas Boas un poquito más a su maestro.
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