Todas las ligas tienen equipos de los que poca gente habla porque no producen ni simpatía ni odio sino una sensación tibia de que están porque tienen que estar. Esto es más personal pero a mi me sucede en Francia con el Valenciennes al que, no obstante, hay que reconocerle el mérito de mantenerse en la máxima categoría.
Ese es el objetivo por el que vuelve a pelear este año y para conseguirlo su principal baza es su estadio, donde han sumado 24 de los 33 puntos que tienen y sólo han cedido dos derrotas ante el Montpellier y el París Saint Germain. Un estadio que fue bautizado con el nombre del personaje que nos ocupa hoy, Charles Nungesser, uno de los héroes galos de la Primera Guerra Mundial.
Nacido en la ciudad en el año 1892, Nungesser era uno de esos jóvenes que anteponían el pasárselo bien al estudio. Encontró en el boxeo el interés que no tenía en los libros y demostró que ya tenía inquietudes viajeras cuando se marchó a Sudamérica en busca de su tío. Tras no encontrarlo en Rio de Janeiro se marchó a Buenos Aires, donde comenzó a despertarse en él la pasión por la velocidad y el riesgo.
Comenzó como mecánico pero pronto se hizo piloto profesional y en esa línea ascendente pasó del automovilismo a la aviación, el arte por el que su nombre acabaría ingresando en los libros de historia. Sin embargo no fue lo único positivo que se llevó de aquellas tierras pues al tiempo que se formaba acabó topándose con su tío perdido, para el que trabajó antes de retornar a Francia para participar en el conflicto bélico.
Empezó desde abajo y poco a poco se fue haciendo un nombre en el ejército por su habilidad. Tal era ésta que se convirtió en prácticamente "intocable", lo que le permitía disfrutar de una vida perniciosa en la que las mujeres y el alcohol ocupaban un lugar primordial. Se le sancionó alguna que otra vez por volar sin permiso pero a Nungesser, por los servicios a la patria, no era tan fácil cortarle las alas.
El aviador respondía sobre el terreno o más bien sobre el aire. Durante su trayectoria salió vencedor en 43 combates, convirtiéndose en el tercero que más victorias consiguió para su país solo por detrás de Fonck y Guynemert. Tras finalizar la guerra, con innumerables heridas de guerra en su maltrecho cuerpo, decidió dedicarse a otros menesteres más comerciales.
Primero intentó montar una escuela de vuelo y cuando se confirmó el fracaso se marchó a Estados Unidos, donde las películas bélicas de temática aérea tenían gran boyancia. Al final participó en "La escuadrilla del amanecer", que cosechó gran éxito. Convertido en estrella volvió a su país natal con la idea de retornar a Norteamérica en otras circunstancias.
Estas no eran otras que realizando el primer vuelo transatlántico en compañía Francois Coli. Ambos despegaron finalmente el 8 de mayo de 1927. Sería su último viaje. En algún momento del trayecto ambos desaparecieron y nunca más se volvió a saber de ellos. Un final enigmático para Nungesser, que pudo ocupar el lugar que los libros reservaron para Charles Lindbergh, el hombre que finalmente logró ese objetivo del viaje transatlántico dos semanas después.
viernes, 25 de marzo de 2011
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