martes, 28 de abril de 2015

Milagro en el desierto

Lidiar con el gremio de los mineros no ha sido tradicionalmente una tarea sencilla. La jornada bajo tierra desgasta y, cuando la luz del sol vuelve a picar en los ojos, todo lo que hay alrededor se ve con mayor claridad. Son gente de otra pasta; con carácter, reivindicativos y duros. Si no, basta con mirar cinco años atrás para recordar a aquellos treinta y tres hombres que se agarraron a la vida hasta que tuvieron que sacarles casi de los pelos.

El episodio, que en Occidente recibió tratamiento de reality, se ambientó en el desierto de Atacama. En ese inhóspito lugar, donde el Dakar se refugió cuando dejó de ser el Dakar, sacó este fin de semana la cabeza el Cobresal para gritarle al mundo que es campeón nacional escribiendo una de las hazañas más improbables del balompié moderno.

A trece horas por asfalto de la capital, donde ni siquiera llegaba la lluvia hasta que el pasado 25 de marzo se presentó por sorpresa en su versión más cruel llevándose por delante a veintiséis personas, hay mucho tiempo para pensar y pocas cosas que hacer. Precisamente por eso, para evitar que la frustración hiciera más sonora la voz de los trabajadores de la minería, se creó el club con dinero de la empresa estatal del cobre Codelco a finales de la década de los setenta.

Un experimento sociológico que contra todo pronóstico salió bien, Tanto que en el año 1986, uno antes de que se irrumpiera con fuerza un tal Iván Luis Zamorano, la entidad logró clasificarse para la Copa Libertadores. Los chilenos sellaron su excursión con cinco empates y una victoria, lo que les convierte en el único aspirante que no sabe lo que es perder en la historia del torneo.

Ese título honorífico no fue la única herencia que quedó de aquello. Su participación entre los grandes les obligó a levantar un estadio de 20.000 butacas. La estructura, amortizable en cualquier localidad con cierta afición al deporte rey, fue algo así como ver aterrizar un OVNI para los 8.000 vecinos que allí habitaban.

Descartada la idea de un lleno cada fin de semana, las cifras de asistencia a las gradas fueron incluso decreciendo cuando se empezó a hablar del cierre del campamento y los habitantes se desplazaron hacia otras zonas para ganarse el sueldo. Así las cosas, apenas se han vendido novecientos papeles de media este curso y tan solo mil quinientas almas según las crónicas podrán contarle a sus nietos que vieron en directo el éxito de una plantilla atípica.

En el banquillo el argentino Darcio Giovagnoli, un culo inquieto que apenas sabe lo que es entrenar más de una campaña seguida a un club. Arriba Donoso y Cantero, autores de diecisiete de los veintiocho goles de su equipo. Y bajo los palos Nicolás 'El loco' Peric, el mismo que el día de su veintiséis cumpleaños fue capaz de marcar un tanto desde noventa metros y acto seguido dar positivo por un consumo de cocaína que él siempre negó.

Héroes improbables predicando en el desierto, escribiendo su leyenda en un territorio de aspecto marciano. Versos sueltos que como los mineros que les alientan han salido adelante con voluntad y corazón, vistiendo de corto y con el casco del escudo sobre sus cabezas. Suyo es ahora el orgullo de un pueblo, el cariño de una nación y el respeto de todos aquellos que odian el fútbol moderno.

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