viernes, 17 de abril de 2015

Crisis en el paraíso

Dice el tópico que hay derrotas y derrotas. Algunas escuecen más, otras menos y otras abren brechas en estructuras aparentemente sólidas. A esta última categoría corresponde la que vivió el pasado miércoles el Bayern de Múnich en su visita a Porto con motivo de los cuartos de final de la Liga de Campeones.
Llegaba el conjunto bávaro tranquilo y confiado, con la vitola de ser el gran candidato a proclamarse campeón de Europa y la seguridad de pasar una eliminatoria en la que era claramente favorito. Salió de O Dragao escaldado, con más dudas que certezas y daños evidentes. En el país de la felicidad, donde todo parece manar leche y miel, también hay oscuridad.

Lo fácil en este tipo de situaciones es apuntar al banquillo y en este caso no hay excepción. En un club con la exigencia del Bayern, donde quienes mandan saben lo que es disfrutar del éxito como jugadores, hay poco lugar para la paciencia. Guardiola empieza a encontrarse solo en medio de una manada de lobos.

Pasearse por el feudo nacional dejando tierra quemada ya no es argumento suficiente para el entrenador español. En Múnich se quiere la Champions League a toda costa y aunque nadie duda de la capacidad del plantel para darle la vuelta a la eliminatoria con un chasquido de dedos, la sombra del 0-4 blanco el pasado curso ha vuelto del cajón donde parecía encerrada.

Han bastado solo dos resultados dubitativos para hacer saltar las costuras de un traje que parecía hecho a medida. Tanto que ya hay versiones encontradas, las que dicen que desde el palco se apoya ciegamente a su timonel y las que hablan de una conversación dura en el vestuario tras el 3-1 contra los portugueses.

Sea como sea no hay calma en la mar y el técnico empieza a verse desbordado por situaciones que no funcionan como a él le gustaría. La última ha sido la plaga de lesiones que ha castigado al vestuario. Jugadores importantes han ido tumbándose por tandas en las camillas, algo que ha irritado a Guardiola y ha afectado negativamente a la dinámica.

Esa situación kafkiana, desquiciante para alguien metódico, se plasmó en una tensa relación con los servicios médicos. Un capítulo que ha acabado en final inesperado, con este último dimitiendo en bloque alegando falta de confianza. El feo gesto de Guardiola aplaudiéndoles irónicamente sobre el verde tras los problemas físicos de Benatia hizo saltar la alarma. Responsabilizarñes en gran parte de lo de tierras lusas, el golpe definitivo.

Pep ha ganado pues la batalla pero se abre ante él una situación compleja. Sin la opción de parapetarse detrás de los galenos, aunque la realidad le da en gran parte la razón, queda solo ante el peligro. A pecho descubierto afronta ahora la parte más compleja de la temporada con la obligación casi imperiosa de remontar una eliminatoria compleja. Si sale airoso, aún le quedarán dos guerras hasta la 'orejona'. Lo único que vale en el Allianz.


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