miércoles, 15 de abril de 2015

¿Qué ha sido de... Igor Gluscevic?


No recuerdo muy bien el motivo, pero el otro día vino a mi cabeza aquél Extremadura que pisó la Primera División. Un equipo amable, humilde, que tuvo una gloria efímera y soñó en convertirse en ascensor sin llegar a consolidar esa condición. En aquella plantilla había muchos españoles, muchos argentinos y además un tipo que no pegaba demasiado a simple vista.

Su nombre era Igor Gluscevic y respondía a la típica figura del delantero gigante cuya principal misión era situarse en posición de remate y ejecutar cuando le llegaba el balón. Aquella labor, que parecía sencilla, lo era más cuando mides 1.90. De hecho, si los comentaristas de la época hubieran buscado en el atlas probablemente le habrían bautizado como el faro de Budva, localidad montenegrina de la costa del adriático que le vio nacer.

Fue el lugar donde vivió sus primeros años y donde comenzó a despuntar en el deporte rey. Tanto que al final acabó firmando por un equipo de entidad en la zona como la Vojvodina de Novi Sad. Por entones aquél era un escaparate interesante por el que pasaban clubes de ligas importantes para hacer sus compras veraniegas y navideñas.

Gluscevic respondía a estas últimas ya que aterrizó en España con motivo del mercado de enero. Buscaba el Extremadura un revulsivo y, a decir verdad, el punta no cumplió como tal. No al menos en la máxima categoría si bien el tiempo, y su papel en la temporada que siguió al descenso, acabarían justificando la contratación.

El punta bajó junto al resto de sus compañeros pero una vez en Segunda, cumplió con las expectativas proclamándose máximo goleador de la categoría. Ese éxito personal impulsó al colectivo hacia la Liga de las Estrellas, pero él decidió quedarse por el camino y repetir experiencia en la división de plata.

La decisión, aunque sorprendente, tenía justificación toda vez que fichó por el Sevilla. El cartel del club hispalense, y probablemente el dinero, le convencieron y de nuevo él respondió sobre el campo. Convertido en talismán, volvió a subir con la entidad que le pagaba y también a hacer la espantada, en esta ocasión rumbo a Grecia.

Su paso por el Aris de Salónica fue efímero y apenas duró una campaña. lo que tardó en moverse a Holanda para defender los colores del Utrecht. Allí encontró cierta estabilidad y solo se marchó para cambiarse en un vestuario con cierta solera como el del Sparta de Praga, al cual le acompañó su hermano Vladimir. Apareció por la República Checa en enero y se fue en el mismo mes del año siguiente.

Le esperaba otra vez la Eredivisie, en este caso el Vitesse. Sin embargo su figura empezaba a ser ya crepuscular y por ese motivo decidieron prestarle a un lugar poco usual como China, en concreto al Shandong Luneng. Un camino de ida y vuelta previo a la retirada, que le sorprendería en el Heracles Almelo.

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