viernes, 14 de noviembre de 2014

Ordem e progressão

Cuando parezca que ya está olvidado, siempre habrá alguien dispuesto a recordar el 1-7 de Alemania en Belo Horizonte. Sin embargo, y pese a que esa derrota ocupará un lugar privilegiado en el podio del sonrojo, lo cierto es que la transición hacia una nueva realidad está siendo de momento más llevadera de lo esperado.

Del fracaso en el Mundial poco queda y sobre las cenizas de aquél proyecto diseñado para salir campeón en tierra propia, se levanta ahora una estructura sólida liderada por un hombre que hace no demasiado se marchó por la puerta de atrás. Carlos Dunga ha vuelto al banquillo con una pizarra donde la defensa es el pedestal sobre el que sustenta la figura imperial de Neymar.

El delantero del Barcelona, como las frambuesas, ha madurado en verano para llegar en su punto óptimo al otoño. Abandonado el invernadero en el que había crecido artificialmente desde los inicios de su carrera con el objetivo de ofrecer su mejor sabor el día del festín, se desarrolla ahora salvaje para regocijo de los azulgrana y de todos sus paisanos.

Su rictus de seriedad ha tornado en una sonrisa sincera cuyos efectos bajan hasta los pies. Neymar se ha desnudado de la presión con la que convivió el año clave de su carrera, la misma que le obligaba a ser una pieza más de esa máquina engrasada que era el Barcelona y además el referente de un combinado histórico.

Todo lo construyó Scolari en torno a él y todo se derrumbó cuando faltó. Saber qué hubiera pasado en caso de no recibir el rodillazo en la espalda de Zúñiga es jugar a fútbol ficción pero queda la sensación de que la versión de Brasil con él sobre el césped se alejaría de la vulgaridad exhibida. En cualquier caso aquel golpe del destino le permitió salir indemne de la tormenta.y librarse del pecado.

Ese pequeño éxito personal dentro del batacazo colectivo, unido a un proceso de aclimatación europea ya superado, le ha valido para afrontar las situaciones de manera diferente. El liderazgo que otros querían adjudicarle antes de tiempo ha llegado solo con el ocaso de la adversidad y despejados los nubarrones ahora se ve la luz.

Ayuda a ello, desde luego, la resignación de su nuevo seleccionador. Hombre de principios férreos y declaraciones altisonantes, Dunga ha aprendido a tragar. La misma leyenda que declaraba que su pupilo no sería un crack hasta que no ganar el Mundial y que aseguraba que el equipo no jugaría en función de él ha asumido con naturalidad que las cosas no son siempre como uno desearía.

Dicha humildad, casi impensable en una personalidad como la suya, está premiándole. Con libertad para coser y descoser sobre el verde, Neymar ha florecido de amarillo tras la Copa del Mundo. De momento ha sido en amistosos pero su aportación está siendo destacable. Siete tantos y dos asistencias en cinco partidos, cuatro de ellos contra combinados mundialistas.

La nueva etapa del que fuera capitán de la 'canarinha' está fundamentada en un neymarcentrismo salpicado con gotas de su doctrina, esa atemporal que indica que si un equipo no encaja goles lo peor que le puede pasar es que empate. Dos polos opuestos que se están acercando antes de lo previsto. Ordem e progressão

1 comentario:

futbollium dijo...

Yo creo que a quién realmente echó en falta Brasil en aquella semifinal fue a Thiago Silva.

Que Neymar sea el referente tanto para Scolari como Dunga es evidente, ahora falta saber rodearlo bien, con la Copa América como piedra de toque

Un saludo