lunes, 1 de octubre de 2012

El último pálpito de Zamparini

Con la temporada de fútbol europeo aún en pañales es posible afirmar que este fin de semana ya se ha visto uno de los goles del año. El responsable ha sido uno de esos futbolistas franquicia, el delantero del Palermo Fabricio Miccoli. Para todos aquellos que no lo hayáis visto, os invito a buscar en "Youtube" su volea desde casi el centro del campo contra el Chievo Verona.

Una obra magistralmente ejecutada, académica en todos sus tiempos y, por si fuera poco, balsámica. El broche de oro a una de sus tardes de inspiración, la que pedía a gritos su equipo en tiempos de crisis galopante. Los tres goles del punta fueron la gasolina necesaria para lograr la primera victoria del curso y salir de los puestos de descenso.

Ese objetivo debería antojarse menor para una plantilla de calidad contrastada. Sin embargo conviene darle la importancia que se merece teniendo en cuenta la espiral de caos en la que se ve envuelta la entidad, tan similar a la de otros años y al mismo tiempo tan diferente. Y todo porque el actor protagonista ha decidido en los últimos días dar un paso a un lado sin que de momento nadie sepa a ciencia cierta como puede acabar el experimento.

Maurizio Zamaparini (Sevegliano, 1941) es uno de esos personajes que de vez en cuando asoman por el deporte rey. Uno de esos tipos peculiares que no pasan desapercibidos y no hacen nada para que así suceda. De hecho es más bien todo lo contrario, le gusta dejarse ver, que la gente le conozca y glosen su obra, casi inmaculada por cierto hasta la fecha.

De hecho a su peculiar forma de hacer las cosas solo se le conocen un par de manchas, todas derivadas de sospechas de irregularidad en algunos traspasos. En 2010 estuvo cerca de ser sancionado durante seis meses aunque finalmente salió indemne. Algo parecido aconteció en 2008 con la salida de Amauri rumbo a la Juventus.

Al margen de esas sospechas, poco se puede achacar a una gestión deportiva impecable que ha llevado, en apenas diez años, a un club de Serie B rumbo a Europa. No es mera casualidad ya que con anterioridad fue el Venecia el que logró, de su mano, el ascenso de C1 a la máxima categoría. En ambos casos los métodos fueron poco ortodoxos aunque a la postre efectivos.

Porque Zamparini, lenguaraz y polémico, ha demostrado con el paso del tiempo una excepcional impaciencia con los inquilinos del banquillo. A aquellos que defienden la estabilidad en los clubes y los proyectos a largo plazo les ha demostrado que algo así no siempre es necesario. La destitución de Saninno a mediados de septiembre supuso la número cuarenta y ocho de su carrera. Una pieza de caza más que se une a cabezas tan ilustres como las de Prandelli, Zacheronni, Spaletti o Zenga.

El cambio con respecto a otras ocasiones es que esta vez la reforma ha sido integral, al menos de puertas a fuera. Sobre el césped el bastón de mando lo tiene ahora Gian Piero Gasperini y en los despachos Pietro Lo Monaco ha sido nombrado director deportivo tras dejar el cargo por desavenencias con Preziosi en el Génova y pasar de forma tormentosa por el Catania. Él será el que se encargue del día a día del club, apartándose a la sombra Zamparini. Esa es al menos la imagen que se quiere vender ya que nadie se cree que el directivo se desentienda de la situación.

Apuesta arriesgada en el que probablemente sea el momento más complicado en los últimos años de un club que con sus peculiaridades suele hacer las cosas de forma correcta firmando barato y vendiendo muy caro. Su buen ojo es hasta la fecha lo que le ha permitido al Palermo vivir por encima de sus expectativas en lo futbolístico y lo económico. Eso y las decisiones impulsivas. Esta es una más. La duda es saber si Zamparini aún conserva su instinto.

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