viernes, 5 de octubre de 2012

El Guardiola del Este se gradua

A la gesta que la pasada campaña logró el APOEL Nicosia en la Liga de Campeones parece haberle salido dura competencia solo un año después. Es pronto aún para saber hasta dónde puede llegar el BATE Borisov bielorruso pero independientemente de lo que suceda, su triunfo esta semana contra el Bayern Munich, que se une al logrado en la jornada inaugural contra el Lille en Francia, ya es algo que los protagonistas podrá contar orgullosos a sus nietos.

Sin embargo aún queda mucho tiempo hasta que puedan hacerlo ya que nadie en el equipo peina canas, ni siquiera el entrenador Viktor  Goncharenko, que a sus treinta y siete años parece uno más entre sus jóvenes pupilos. Hacia él se dirigen todas las miradas, cargando sobre sus hombros con la bendita acusación de ser el principal protagonista de este cuento de hadas que no es sino la consolidación de un trabajo de gran calidad forjado en las últimas campañas.

Considerado uno de los técnicos con más futuro de Europa después de llevar a su club por primera vez en la historia a la Liga de Campeones en la 2008-2009 y repetir en estas dos últimas ediciones dejando una imagen notable y evitando el ridículo ante clubes de la talla del Milán, la Juventus o el Real Madrid; su escalada hasta la cima no ha sido fácil.

Hijo de un ingeniero de la central nuclear de Chernobyl, perdió joven a su padre como consecuencia de las radiaciones producidas por el desastre del año 1986. Sin embargo antes de que este se fuera le dejó en herencia su pasión por el deporte rey. Su retoño supo aprovechar este legado y honrar su memoria prosperando con el balón en los pies.

Tras pasar por una escuela de fútbol y por el Colegio Republicano de la Reserva Olímpica, se enroló joven en el RUOL Minsk como paso previo a su fichaje por el BATE. Por entonces el equipo de la planta eléctrica y de tractores de Borisov estaba en fase de crecimiento y contaba en sus filas con futbolistas prometedores como Hleb o Kutuzov. Había buenos mimbres pero nadie podía imaginar la década gloriosa que se avecinaba.

Sin ningún título nacional en sus vitrinas ese año llegó la primera Liga. Y tres después, en 2002, la siguiente. Fue el último momento de alegría como jugador para un Goncharenko que se desenvolvía como zaguero pero que vio truncada su carrera con solo 25 años por una grave lesión de rodilla. Un nuevo golpe vital que no minó su espíritu de superación.

Decidido a cambiar las botas por la pizarra y con la mente puesta en el ambicioso proyecto de pintar a su país en el concierto del fútbol continental, se metió en faena comenzando por las inferiores. El siguiente paso natural fue ascender a ayudante del primer equipo y de ahí a máximo responsable, puesto desde el que ha convertido a sus hombres en coleccionistas de trofeos. 

Más allá de los éxitos, en Borisov nunca terminará de agradecerle lo suficiente los cambios estructurales que ha traído su presencia. Ansioso de conocimiento recorrió diversos lugares en busca de inspiración y métodos de trabajo. Uno de esos viajes clave fue el que hizo a Villarreal, una ciudad de la que se trajo a su actual preparador físico, el español Pepe Pastor y al fisioterapeuta Danny Saez, un trabajo el suyo desconocido en aquellos lares por entonces.

Juntos han formado un equipo de trabajo que realiza su labor de forma efectiva beneficiándose de la escasa competitividad de su rivales intramuros y de una forma de jugar bien asimilada que pasa por la defensa ordenada y un excelente desarrollo del juego a la contra. Sus dos triunfos en el mejor escaparte europeo, los primeros de sus tres participaciones, les han permitido dar un paso hacia adelante, el que un día soñó Goncharenko cuando se convirtió, a sus 31 años, en el preparador más joven en disputar la fase final del prestigioso torneo.

Con el dinero recaudado el objetivo ahora es seguir creciendo con un estadio digno que les permita jugar contra los grandes de Europa sin tener que desplazarse a Minsk. Porque ese es el objetivo, seguir paladeando la Champions durante mucho tiempo. Con la ambición de Goncharenko, al que algunos comparan con Guardiola, todo es posible.

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