En el aspecto de Steven Fletcher se refleja una madurez física temprana. Nadie diría a primera vista que ese joven con cuerpo y aspecto de hombre tenga solo veinticinco años. Es simplemente la fachada de alguien que se vio obligado a crecer deprisa pero que en el fondo guarda algo de crío en su forma de ser, que goza de una inocencia fuera del campo que contrasta con su capacidad para infringir sufrimiento a los rivales dentro del mismo.
Porque ante todo es un delantero inmisericorde, de esos que tienen su segunda residencia dentro del área y la red en mente veinticuatro horas al día. Caza lo que aparece por sus inmediaciones, especialmente si llega por el aire valiéndose de su capacidad de salto y de su potencia en el remate. Ya se sabe, ave que vuela... a la cazuela.
Desde que fichó este verano por el Sunderland procedente del descendido Wolverhampton, donde era a la vez el alfa y el omega, todo son halagos y vive días felices pero la realidad es que para llegar hasta aquí ha tenido que sufrir bastante en el pasado, refugiarse en ese rinconcito particular que era el fútbol para afrontar los problemas.
Hijo de soldado, tuvo que lidiar con la vida nómada propia del gremio. Sus primeros años los pasó peregrinando por diferentes bases de la armada británica en Inglaterra y Alemania junto con su familia. El progenitor de Steven actuaba pues como faro y por ello cuando su luz se apagó por el cáncer al cumplir el punta los diez años, su madre se vio obligada a buscar otro lugar donde ver crecer a sus vástagos.
El destino fue Escocia, donde un cazatalentos le reclutó para el Hibernian con solo trece primaveras. Fue el primer paso de un ascenso tan meteórico como conflictivo. Sus buenas actuaciones llamaron la atención de club ingleses, del Celtic (llegó a pedir públicamente, sin éxito, que le dejaran marchar)... y del Real Madrid por raro que pudiera ser ver a un escocés en las inferiores del club blanco.
Finalmente tomó una decisión que le ayudaría a convertirse en hombre récord. Se fue al Burnley como el fichaje más caro de la historia del club. Lo mismo sucedió en el caso del Wolverhampton, que se gastó 6.5 millones de libras. Por si no fuera suficiente, ya es también el jugador por el que más ha pagado el Sunderland.
Todo el dinero movido en traspasos, en cambio, no le ha servido para despuntar a nivel internacional. Pese a sus cifras, tiene puesta la cruz del seleccionador escocés tras pedirle no disputar un amistoso. No parece importarle mucho pues mientras la selección disputó su último encuentro, él se encontraba en Ibiza fotografiándose botella en mano.
Signos de que aún está en edad de cometer fallos. Eso sí, va madurando poco a poco. Su fichaje por los "black cats" implicó desplazarse a la ciudad donde reside su madre con un nuevo hombre, hincha del club para más datos. Esta, por supuesto, le ha pedido que se vaya a vivir con ambos pero él ha rechazado argumentando eso de que necesita su propio espacio. Aunque reconoce: "Mi madre ya me ha preparado un par de veces el te desde que estoy aquí e iré a verla de vez en cuando para tomar un poco de comida casera". Cuerpo y vida de hombre, palabra de niño.
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