Sucede en ocasiones que cuando uno investiga sobre un jugador o una historia para escribir un post acaba encontrándose con otra totalmente distinta que resulta incluso más interesante. Me ha pasado hoy cuando trataba de averiguar el origen del jugador del Rosenborg Tarik Elyounoussi, autor de un gol esta semana en la Liga Europa.
Al leer sobre el club en el que se hizo profesional, el Fredrikstad FK, me ha llamado la atención el hecho de que el número ocho esté retirado. En seguida me he puesto a indagar sobre el motivo y ha caído en mis manos la historia de Dagfinn Enerly, un extremo derecho que llegó a disputar dos amistosos con el combinado nacional y pasó por el Rosenborg a comienzos del siglo XXI, cuando el club era dictador absoluto en su liga.
El jugador prometía pero en el tramo final de su paso por el laureado equipo perdió protagonismo y se vio obligado a emigrar a ese lugar que aún le recuerda. Su carácter y su personalidad le hicieron importante a las primeras de cambio, llegando incluso a ser capitán en su primera campaña. Con ese status llegó a un encuentro de última ronda de la temporada 2005 contra el Start. Corrían cinco minutos de encuentro y, en un instante, toda su vida cambió.
En un lance fortuito del juego Enerly chocó con un compañero y este le cayó encima. El futbolista se quedó clavado en el césped y en la grada hubo un grito ahogado. Las asistencias salieron rápido a auxiliarle y descubrieron que el futbolista no podía moverse. Le pusieron un collarín y le retiraron en camilla. Tras someterse a una operación se anunció que su cuello se había roto. Era tetrapléjico.
La noticia se convirtió en un drama nacional. Desde todos los rincones de Noruega llegaron muestras de apoyo. Se instó a la gente a que encendiera una vela en las ventanas de sus casas a las ocho de la tarde en honor al número que portaba el futbolista y también a que pusieran un corazón delante de sus estados de Messenger. Incluso llegaron muestras de apoyo del Real Madrid, que por esos días viajó para disputar un encuentro de Champions contra el Rosenborg.
Todo un drama para un deportista joven pero no para Enerly, que desde el primer día se propuso que ese bofetón moral no acabara con sus ganas de vivir. Desde entonces lleva librando una guerra contra su propio cuerpo, al que ya le ha ganado varias batallas. En 2006 el esfuerzo tuvo una pequeña recompensa cuando fue capaz de empezar a mover ligeramente los brazos. Cinco años después, en diciembre del año pasado, consiguió ponerse pie por espacio de quince segundos. Un corto fragmento temporal para cualquiera pero todo un logro para el que el futbolista ha trabajado de sol a sol. Aún sigue atado a una silla de ruedas pero su sueño, mientras participa en toda suerte de actos benéficos, es volver a andar y a correr. La suya es una historia de superación en la adversidad. Una historia humana semidesconocida. Una historia que se cruzó conmigo cuando no la buscaba. Como todas las buenas historias.
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