Cuando ayer veía a Roberto Di Matteo en rueda de prensa, pensé que si en vez de traje y corbata vistiera de chándal perfectamente podría hacerse pasar como jugador del club londinense. Lo cierto es que no hace demasiado que trotaba por la banda de Stamford Bridge formando parte de una plantilla cuyo mayor logro fue la conquista de la Recopa del año 1998.
En aquél equipo Vialli era el jugador-entrenador y a sus órdenes estaban entre otros Francesco Zola, Gustavo Poyet, Tore André Fló o Mark Hughes. También nuestro protagonista de hoy, mítico central conocido por su calva más que por sus méritos, a pesar de que su hoja de servicios incluye entre otras cosas un Mundial.
Hoy sigue luciendo su seña de identidad aunque la ha adornado su cara con una barba cana de siete días que inspira confianza, algo fundamental en su actual labor como comentarista de la ESPN, donde colabora en el programa "Press Pass" no dejando títere con cabeza y ejerciendo de showman, esa labor a la que se entregó tras dejar el césped.
Se ha convertido en un bon vivant quien nació en Bouches-du-Rhône, una localidad de la Costa Azul con férreas raíces comunistas y no muy lejana de Marsella. En ese equipo, referente de la zona, llegaría a jugar. E incluso allí le deben un favor que nunca podrán agradecerle lo suficiente. Pero antes de ello ya tenía una fructífera carrera.
Ésta arrancó en el CS Meaux Academy, un modesto club del que también han salido otros futbolistas como el meta Yohann Pelé. Su buena capacidad para sacar el balón jugado llamó la atención de clubes de mayor entidad. De todos fue el Laval el que se adelantó a los demás. Debutó en Ligue 1 pero ese mismo año vivió el descenso de la entidad después de 13 años en la elite. Aguantó allí un par de campañas más con el objetivo de seguir creciendo. Y cuando ya estaba maduro pese a sus 23 años, aceptó ser traspasado al Estrasburgo.
Difícilmente podría pensar por entonces que viviría una edad dorada en aquél club, donde alcanzó un octavo puesto en liga que a día de hoy es histórico al tiempo que compartió tardes con nombres interesantes como el del ruso Alxandr Mostovoi. Se convirtió en internacional y, beneficiado por la Ley Bosman, dio un salto más.
Fue hacia el Chelsea, que invirtió tres millones y medio de euros en su figura. Era una cifra alta para un futbolista que llegaba con veintiocho años. Sin embargo los dieron por bien invertidos a juzgar por su rendimiento, que le hizo ser titular indiscutible durante varios cursos. Pero las primaveras pesaron más que la ilusión y decidió regresar a casa y vestir, por fin, la zamarra del Marsella.
Se hizo, como siempre, indiscutible. Pero sin duda su gran aportación la hizo justo antes de marcharse, el día en que subió al despacho y le dijo al presidente que fichara a un chaval del Guingamp que no tenía mala, un tal Didier Drogba. Cuando alguna vez le preguntan por el asunto reconoce que nunca se lo agradecieron.
Con ese legado en su mochila decidió, como tantos otros, retirarse en un paraíso futbolístico. Eligió Qatar, primero el Al-Sadd y luego el el Al Wakrah. De ahí pasó a enfundarse la camiseta del Hollywood United, ese conjunto indescriptible de Los Ángeles en el que conviven desde ex futbolistas hasta estrellas del show business. Quizás contagiado por ese espíritu, realizó también un cameo en la película "L'Intrus" y formó parte de una edición del "Supervivientes" francés. Todo sin pelo, por supuesto.
1 comentario:
Conocía a este jugador, sobre todo por algun videojuego. Ha estado bien saber más sobre él. Lo que más me ha interesado es su recomendación de Drogba, y que compartiera equipo con Mostovoi.
Por cierto, el Zola que yo conozco es Gianfranco!! jajaj Saludos!!
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