viernes, 25 de noviembre de 2011

Goleador extraordinario, showman abstemio

Hay varios nombres ingleses de aquella final del Mundial 66 que serán recordados. Está, por supuesto, el del gran Bobby Charlton, genio y figura de esa selección. También el de Nobby Stiles y su danza con el trofeo en las manos. Y por supuesto el de Geoff Hurst, autor del único hat-trick en la final del torneo, gesta que incluyó uno de los tantos más polémicos de la historia, que subió al marcador por cortesía del linier azerí Tofik Bahramov.

Hurst supo aprovechar una de esas oportunidades que de vez en cuando da la vida para ganarse el corazón de todos sus compatriotas, un día de gloria que estaba destinado para otro futbolista, Jimmy Greaves, quien vestido de traje y corbata en el banquillo, miraba atónito al infinito tras el pitido final mientras el resto de sus compañeros disfrutaban del título. El máximo goleador de la historia del fútbol inglés de primer nivel, mascullaba en solitario su fracaso personal después de haber sido apartado del once titular tras lesionarse en el último partido de la fase de grupos contra Francia. La sensación que daba es que hubiera renunciado a todos sus récords, a todos los reconocimientos, a toda su carrera, por haber estado en la piel del héroe aquella tarde.

Siempre argumentó que el gozo que sentía tras la victoria frente a Alemania, era tan grande o más que el resto de la plantilla pero la realidad es que cuando todo terminó hizo las maletas y se marchó de viaje con su mujer dejando plantados al resto en un banquete oficial con el que se pretendía honrar a los campeones.

“Estaba muy contento con la victoria de los chicos de Inglaterra pero yo quería jugar. No me gusta especialmente ver fútbol, no soy un enamorado. Tenía un interés pero no sé si llegué a ser un apasionado. Solo me gustaba jugar”, explicaba en unas declaraciones concedidas a “The Independent”.

Al final de poco sirvieron sus 44 dianas con la selección. Lejos de la gloria, la imagen que la retina colectiva guarda de Greaves vistiendo la elástica nacional nada tiene que ver con su acierto de cara a puerta. Ésta data de unos cuartos de final del Mundial 62 de Chile en los que se midieron Inglaterra y Brasil.

Con el balón en juego un perro irrumpió en el terreno de juego esquivando a todos aquellos rivales que le salían al paso; dribbling incluido a Garrincha, especialista en esos menesteres. Ante la sorpresa del respetable, el goleador inglés decidió ponerse a cuatro patas. Durante unos segundos ambos protagonistas intercambiaron miradas hasta que finalmente Greaves se abalanzó sobre el animal y logró atraparlo… no sin antes ser orinado por el mismo en la refriega. La leyenda cuenta que posteriormente el propio Garrincha decidió adoptarle como mascota, aunque nunca quedó constancia segura de ello.

A nivel de clubes, por el contrario, la hoja de servicios del futbolista nacido en East Ham, un suburbio situado a escasos kilómetros de Londres, fue bien distinta. Debutante con el Chelsea en el año 1957, se convirtió en el jugador más joven del país en llegar a los cien goles, con tan solo 20 años. Mucho tuvo que ver en esto la temporada 60-61, donde vio puerta en 41 ocasiones, un techo que nadie ha sido capaz de alcanzar hasta la fecha.

Admirado por semejante currículum, el Milán decidió apostar por él para reforzar la delantera. Fue el año en el que los ingleses desembarcaron con fuerza en ese fútbol que siempre ha sido hostil para ellos, cerrándose también los traspasos de Joe Baker al Torino y Gerry Hitchens al Inter. Con anterioridad solo los pioneros Charles Adcock (Padova, 1948) y Anthony Marchi (Vicenza, 1957) se habían lanzado a semejante aventura.

Como el mismo reconocería a posteriori en otra entrevista con Jimmy Armfield, futbolista del Blackpool metido a periodista, la idea “no le agradaba” pero con 21 años “buscaba éxito”. Solo duró ocho meses pero nunca lo consideró un fracaso: “Anoté 18 o 19 goles en 17 partidos y me siento muy orgulloso de ello”.

Al final imperó el sentido común y las ganas del delantero de volver a su país natal. Sin embargo no valía solo con eso, alguien tenía que llegar con una buena suma para completar la transacción. Y fue el Tottenham quien cogió el toro por los cuernos pagando 99.999 libras. Esa moneda que faltaba para completar el número redondo, que cualquier inglés puede usar para comprar el periódico o el pan, fue la que le quitó a Greaves la presión de convertirse en el primer jugador en costar 100.000.

Con el tiempo demostró no saber qué era eso de sentirse vigilado. En nueve temporadas anotó 266 goles convirtiéndose en el máximo anotador de la historia del club. Además sumó cuatro “pichichis”, que unidos a los dos conseguidos en el Chelsea, le convierten en el único hombre capaz de alcanzar los seis en la primera división. Y por supuesto logró títulos, varios títulos: Dos FA Cups, una Charity, una Recopa de Europa y un subcampeonato de liga.

Posteriormente llegaron varias escaramuzas en otras entidades como el West Ham, el Brentwood, el Chelmsford City, el Barnet y el Woodford Town. Pero por entonces la batalla de Greaves ya no se libraba contra los rivales sino contra un enemigo desgraciadamente más poderoso. El alcohol le puso en problemas como a George Best o Brian Clough -otros ídolos del país-. "No puedo hacer esto nunca más", se dijo a sí mismo, afortundamente, el 28 de febrero de 1978, y desde entonces renunció a probar gota.

Empezó entonces a adaptarse a un nuevo hábitat, el de los medios de comunicación. En ellos el goleador inglés demostró desenvolverse tan bien como en los estadios. Después de debutar como comentarista en una televisión local, la ITV se fijó en su carisma y decidió emparejarle con el jugador del Liverpool Ian St. John en un show bautizado como “Saint and Greavsie” que se mantuvo en antena los sábados a mediodía de 1985 a 1992, año en el que la cadena perdió los derechos de la nueva Premier League.

Después de aquello, como era de esperar, no le faltó trabajo. Comenzó a repartir su tiempo entre sus nietos y las colaboraciones en “The Sun”, al tiempo que escribía libros, despotricaba contra el laborismo y reclamaba la irrupción de una nueva Margaret Tatcher.

Recién entrado en los setenta y con la vida solucionada ha descubierto que la jubilación no es para él. En compañía de Paul Gascoine, otro jugador al que el alcohol le ha jugado una mala pasada, realiza un show cómico itinerante que se pasea por toda Inglaterra. Juntos parodian aquello que un día les hizo grandes. Porque, como en su día dijo Oscar Wilde, “La vida es demasiado importante para tomársela en serio”.

Por cuestiones personales, el blog no se actualizará hasta el lunes día 5 de diciembre. Disculpad las molestias.

3 comentarios:

snedecor dijo...

Gran historia, Carlos, la verdad es que no conocía a Greaves. Un apunte: hace poco leí una entrevista a Gazza y parece que lleva tiempo en un centro de desintoxicación, así que no sé si ese proyecto conjunto llegó a ponerse en marcha o se quedó por el camino

http://www.guardian.co.uk/football/2011/oct/07/paul-gascoigne-alive-kicking

De todas formas es sólo un detalle. Siempre es bonito conocer historias de gente que sabe cerrar la botella y salir adelante

CARLOS MATEOS GIL dijo...

Al final sí que sigue en marcha. A mi también me sorprendió porque la última noticia que tenía es que Gascoigne estaba en tratamiento pero según anuncia la web del show, ambos estarán en Croydon el día 2 de diciembre y en Devon el día 8. Tienen habilitada la venta de entradas así que supongo que no hay cancelación.

http://gazzashow.com/tour-dates/

En cualquier caso gracias por la puntualización, si fuera erróneo me habría venido bien corregirlo.

snedecor dijo...

Me sorprendió que una cosa así no tuviera ninguna mención en esa entrevista, y por eso pensé que el proyecto se había quedado en el tintero. Pero nada que no resuelva un poco de investigación (como se nota quién es aquí el periodista de los dos, jejeje). Un abrazo, sabes que se te lee aunque no comente