En el momento en el que empiezo a escribir este post, se cumple la primera hora y media desde que el APOEL está en octavos de final de la Liga de Campeones. Para ti lector, esto que digo puede resultar absurdo pero lo que ha conseguido el equipo de Nicosia es histórico en el país y me aventuraría a decir que en la competición.
Denostado por costumbre, el fútbol chipriota llevaba amenazando algunos años con dar un susto de este calibre. Hasta ahora en la zona las dos hazañas más recordadas se remitían a la victoria frente a la España de Clemente y al empate a cuatro frente a Portugal en el primer partido de la recién concluida fase de clasificación para la Eurocopa. Ambos a nivel de selección.
Ahora son los clubes los que han dado el paso. Avisó el Anorthossis y ha rematado la faena el APOEL, que últimamente ha dado un salto de calidad importante. Lo demuestra el hecho de que hace no mucho, en el año 2007, uno de sus futbolistas más conocidos era el que hoy nos ocupa, traído a colación como pequeño homenaje a la gran revelación de la presente edición de la Champions.
Nacido en Puntarenas, localidad costarricense de gran afluencia turística y magníficas playas, lo normal es que se hubiera dedicado al surfismo en la medida en que es lo más practicado en la zona. Pero no, prefirió dedicarse al fútbol convirtiéndose en un delantero con estatura de jugador de baloncesto.
Corpulento pero capaz de desenvolverse en tareas algo más elevadas que la fuerza bruta, como el tiro y el regate, desarrolló sus primeros años anotando goles en su país con el sobrenombre de "La bala". Con esta vitola llegó al Sporting de Gijón, club que creía haber hecho el negocio del siglo. Al final lo barato sale caro y una campaña después ya estaba poniendo rumbo a otro club español, el Hércules.
Mejoró sus guarismos pero eso no impidió que los alicantinos se deshicieran de él tan pronto como pudieron. Su destino... "Los rojos". Pero no los de Liverpool sino los de Ciudad de Guatemala. El Club Social y Deportivo Municipal fue el encargado de traerle de vuelta a su continente. Mera parada con escala pues el siguiente verano volvía a Europa.
Fichaba por el OFI Creta, primer club en el que aguantaba más de un año tras salir de Costa Rica. En concreto estuvo tres coincidiendo con su momento de mayor relevancia internacional gracias a sus dos goles en el Mundial de Japón y Corea. Su buena actuación le abrió puertas, en concreto las del Qadsia Sport Club kuwaití.
Paso efímero y transbordos en el Irapuato mexicano y el Saprissa de su tierra camino otra vez al Viejo Continente para enfundarse la elástica del APOEL, experiencia con la que arrancaba el post. Tras dejar Chipre se vio envuelto en una situación de lo más bizarra provocada por un empresario italiano.
El individuo, de nombre Matteo Quintavalle, tuvo el antojo de comprar un equipo de fútbol y fichar para él a buenos jugadores. El problema es que cuando tenía formada la plantilla, no encontró a nadie que le vendiera la franquicia. El transalpino tuvo entonces que ceder a sus jugadores por el país. Gómez, al que aquello no le olía bien, consiguió desvincularse y volver al Saprissa, donde era un ídolo.
Por entonces ya tenía ganas de probar nuevas experiencias por lo que dejó la práctica para meterse de lleno en la teoría y entrenar al Carmelitas, el equipo con el que debutó. Acabó descendiendo pero no tardó demasiado en encontrar otro club. Firmó como jugador entrenador del Santos de Guápiles, posteriormente se dedicó solo a dirigir y más a posteriori acabó siendo despedido. Hoy intenta aprovechar su tercera oportunidad en la AD Cartagena de la llamada Liga de Ascenso (la segunda costarricense). Su equipo ocupa una más que discreta séptima posición.
No hay comentarios:
Publicar un comentario