Es bastante común leer en los periódicos deportivos, sobre todo en época de fichajes, asuntos relacionados con la famosa Ley o Sentencia Bosman. Muchos futbolistas se han acogido a ella desde que se pusiera en vigencia y en gran medida ha sido una de las responsables de la construcción del panorama del fútbol moderno, que poco a poco se intenta cambiar.
Pues bien, detrás de aquella ley se encuentra un centrocampista, el belga Jean-Marc Bosman, que no pasará a la historia por sus dotes futbolísticas, pero que entrará en los libros gracias a prestar su nombre a una causa que se llevó a cabo tras su denuncia al RFC Lieja, a la federación belga y a la UEFA.
Tras dar sus primeros pasos en el Standard, Bosman firmó un contrato con otro equipo de la ciudad, el RFC, que sería el comienzo de su calvario personal. Tras dos temporadas en el club este le ofreció ampliar el contrato por una cantidad cuatro veces inferior a la que cobraba, algo que él rechazó de forma rotunda.
El centrocampista recibió entonces una oferta del Dunkerke que le pareció más interesante pero que no puedo llegar a buen puerto pues el RFC había decidido imponerle un transfer de 12 millones de francos que el club interesado en él no podía pagar. Además de que el pase fuera negado el protagonista fue apartado del equipo.
Fue entonces cuando, en 1990, Bosman decidió llevar a cabo su denuncia alegando que las normas de la Federación de su país y de la UEFA habían dinamitado su traspaso y amparándose en tres artículos del tratado de Roma para defender sus derechos. Cinco años después el Tribunal de Justicia Europeo daba la razón al demandante sin posibilidad de apelación y no sólo suprimía las indemnizaciones por traspaso sino que, al mismo tiempo y a pesar de que no era el objetivo de Bosman, declaraba ilegal el cupo de jugadores comunitarios.
De poco sirvieron las alegaciones de la FIFA y la UEFA, que no tuvieron más remedio que acatar la normas y suprimir el llamado 3+2 en una decisión que cambió el fútbol moderno. Bosman, por su parte, nunca llegó a nada en el deporte rey tras el episodio de 1990. Primero consiguió permiso por parte de un tribunal de su país para jugar en el San Quintín de la tercera división francesa.
Finalizado el contrato con el club se acogió al subisidio de desempleo galo y acabó fichando por el Saint Dennis de la Isla de Reunión. Posteriormente regresó a su patria y ante la negativa de los clubes a ficharlo acabó su carrera primero visitiendo la camiseta del Olímpico Charleroi de tercera y posteriormente la del Vise, de cuarta. Un final modesto y alejado de los focos para el hombre que sin quererlo dibujó la situación actual del fútbol del Viejo Continente.
viernes, 3 de diciembre de 2010
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