lunes, 20 de septiembre de 2010

Veteranos

A pesar de que el fútbol está cambiando, de que cada vez son más jóvenes los que empiezan y de que la técnica y los regates inverosímiles triunfan por encima de los demás, yo soy de los que piensa que en el fútbol, como en la vida, hay que guardarle cierta pleitesía a los mitos.

Hemos caído últimamente en una espiral en la que la veteranía ha dejado de ser en un grado para pasar a transformarse en un lastre difícil de llevar. Cualquier jugador de más de treinta años se ha convertido en el blanco de los fracasos de su equipo y él solo carga sobre sus espaldas con los males del resto de sus compañeros.

Y lo duro no es que se pida su cabeza con premura exigiendo que le cambien por otro más jóven que generalmente no está a su nivel. Lo duro es que en la mente colectiva acaban diluyéndose todos los méritos que otrora realizara el ídolo caído y que estos sólo se recuerden con afán comparativo y no como una impecable lista de servicios al club que les vio crecer y por el que dieron sus vidas. Al futbolista veterano se le exige que vuelva a ser el de siempre -cuando las leyes naturales indican que eso nunca es posible- y jamás sale ganando en esa balanza que mide por un lado un bajón no excesivamente pronunciado en su rendimiento y por el otro los años impagables de trabajo incansable.

Por eso me alegro cada vez que uno de estos veteranos es reconocido, como pasa en el Milán como Inzaghi. Desde fuera resulta típico decir, seguro que yo también lo he hecho alguna vez, que es difícil que un equipo triunfe con "abuelos", usando como paradigma a gente como Pirlo o el propio "Pippo" en el equipo rossonero. Pero me encanta saber que desde dentro, entre los aficionados del club, estos jugadores son venerados y se les respeta dando por sentado que debe depender de esos futbolistas y no de los demás el decidir cuando apartarse para abrir paso a lo que viene.

Y ellos, agradecidos, siguen obsequiándoles con su mejor fútbol, que quizás no sea el mejor de sus vidas pero si el de más quilates que pueden dar sus maltrechas piernas. Con eso y con un profesionalismo indudable, porque generalmente los que llegan en buena forma al ocaso de sus carreras son aquellos que vivieron por y para el fútbol durante las mismas.

Trsite sería el fútbol si la competitividad obligara a desaparacer de los campos de fútbol a figuras como la de Inzaghi, que ya no mete veinte goles como antaño pero que garantiza entre diez y quince cada temporada (sin contar la pasada), algunos de ellos decisivos como el que este fin de semana rescató a su equipo contra el Catania o aquellos que le dieron la Liga de Campeones contra el Liverpool.

Por suerte las críticas hacia su figura serán pasajeras. Cuando nuestros nietos vean fútbol sólo recibirán los ecos de todo esto. Igual que yo no recuerdo en qué temporadas Pelé o Di Stéfano bajaron en su rendimientos ellos sólo oirán hablar de las cifras de futbolistas como Inzaghi, Raúl o Del Piero... y sabrán que fueron grandes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Sí señor. Un repeto a las canas. Cuántos talentos se arrinconan por culpa del carné de identidad.

Un saludo y feliz regreso a la red.

CMG