lunes, 6 de septiembre de 2010

Un país que piensa en verde

Francisco "Kikín" Fonseca es un actor completamente secundario en el fútbol mexicano, un tipo al que se critica con bastante frecuencia por su escasa capacidad anotadora en las filas de los Tigres. De nada sirve su pasado, donde realizó actuaciones más que dignas en el Cruz Azul. Desde su vuelta del Benfica todo han sido palos (fundados, todo hay que decirlo) y probablemente la del domingo en el diario Récord sea una de las pocas portadas que haya protagonizado en los últimos años.

Su imagen, celebrando un tanto en el amistoso de su equipo ante el América es la última que vi antes de subirme en el avión de vuelta de México. Leer el texto que acompañaba a la foto fue como alcanzar el Nirvana y comprender al fin, tras varios días de reflexión, cómo se ve el fútbol en el país.

El periódico titulaba "¡Extra Extra! anotó Kikín Fonseca". Si sólo se quedara ahí podría no pasar de anécdota e incluso podría tomarse como algo ingenioso pero había un trasfondo en todo ello. A su lado, en un pequeño inciso, se añadía: "Algo raro está pasando en el fútbol mexicano cuando hasta el Kikín consigue robarle la portada al Tri. El juego de anoche fue una vergüenza; México cayó 2-1 ante Ecuador".

El centroamericano es un país que vive por y para su selección, que no perdona un tropiezo y que exige a su combinado nacional muy por encima de sus posibilidades. No hay piedad ni excusa cuando el nombre patrio está en juego y la derrota es el escenario perfecto para disparar a discreción.

Basta por ejemplo ver las puntuaciones en las crónicas del partido. De Torrado se dice: "Para qué esperamos hasta el 2014, mejor nos deshacemos del jugador que pica piedra en el medio campo y nos buscamos a otro". No son más benévolos con Vela, que fue abucheado en su vuelta al estadio del Chivas: "Los traidores a la patria, de espaldas al paredón y con los ojos cerrados. Ahí te ve, Wenger".

La prensa no tiene piedad y en el fondo es la única que levanta la voz entre un pueblo alicaído en el plano futbolístico. Asumí que el resto ya habían bajado los brazos el día anterior cuando, caminando por la calle, un tendero le preguntaba a otro la hora del partido de "La decepción". Y a pesar de todo, de ese pesimismo intrínseco, la gente sigue apoyando a los suyos, se sigue vistiendo de verde el día del partido en todo el país.

A pesar de que el partido se celebraba en Guadalajara decenas de personas paseaban por la callejuelas coloniales de Puebla con la elástica nacional y otros tantos tomaban café en el Zócalo, cerca de la preciosa e imponente catedral, enfundándose la gorra oficial. Cerca, tiendas de deporte destartaladas mostraban camisetas burdamente falsificadas de equipos de todo el globo, principalmente del Madrid y el Barcelona, reyes absolutos en cuanto a preferencia.

Los punteros españoles ganan de calle a los demás y ni siquiera el boom que ha supuesto la llegada de "Chicharito" (del que se hacen, entre otras cosas, seriales sobre su infancia) a la Premier ha cambiado la mentalidad de una sociedad que sigue respetando a Hugo Sánchez y que últimamente se había orientado hacia la Ciudad Condal con la irrupción de Márquez.

Por el que fuera delantero del Madrid aún se pregunta. La gente en la calle quiere saber si realmente era tan conocido en España y les encanta que les regalen los oídos diciéndoles que es un icono en el equipo blanco y que quizás algún día pueda llegar a sentarse en el banquillo del Santiago Bernabéu.

En la misma medida les gusta conocer la opinión de los españoles sobre Javier Aguirre. En los taxis, fuentes auténticas de sabiduría balompédica, la opinión se pulsa al cincuenta por ciento. Unos ensalzan su labor como salvador de la Tri mientras que otros le atacan sin piedad por dejar fuera a Ochoa del equipo titular del Mundial. Algunos incluso se atreven a explicar esta decisión con rumores sobre la negativa del Memo a ser representado por el apoderado de "El Vasco".

Sea como sea el caso es que montarse en uno de estos vehículos es un espectáculo amén de una alternativa barata para el desplazamiento. Dentro de ellos se pueden oir todo tipo de teorías descabelladas, cientos de nombres diferentes para ocupar el puesto de seleccionador nacional e incluso llegué a presenciar la escena de un conductor aficionado de Pumas que soltaba las manos del volante y mirando hacia atrás cantaba: "Cómo no te voy a querer, como no te voy a querer, si mi corazón azul es y mi piel dorada siempre te querré...".

Aquél mítico personaje, de nombre Julio, fue uno de los más pintorescos que me cruce en mi periplo. Un tipo que se había recorrido el mundo viendo fútbol, o eso aseguraba, y que recurría a estrategias de lo más pintorescas para sacarse unos cuántos pesos de más a final de mes. Nada extraño en un país en el que cualquier cosa vale y en el que por la calle uno puede hacerse con un título universitario perfectamente falsificado por poco más de treinta euros.

Julio, sin embargo, no era excepción en México DF. Cómo él, topé con muchos aficionados del equipo universitario y alguno también del Cruz Azul pero sin conocer a ninguno en el gremio que alentara al América, el equipo que supuestamente tiene mayor apoyo popular. De hecho se le atacaba con voracidad en la misma medida en la que otros criticaban a Pumas argumentando que los aficionados eran "los jóvenes universitarios que se pasaban el día consumiendo droga".

Sin embargo y pese a todo no es sino el América el que ocupa en sus partidos uno de los mayores templos del fútbol a nivel mundial, el Estadio Azteca. Durante mi estancia fue, evidentemente, parada obligatoria. Uno de esos hitos de peregrinación que destila sabor a historia, que todo buen aficionado debe visitar al menos una vez. Un recinto de grandes proporciones que sin embargo no parece mastodóntico.

Sus 120.000 localidades imponen, a pesar de que gran parte de su aforo está destinado a los palcos privados, explotados por sus dueños y sus descendientes durante un período de noventa y nueve años. El recinto alberga también un coqueto museo en honor al club que lo ocupa cada fin de semana en el que se puede ver desde una de las famosas boinas de Lapuente hasta vídeos que reproducen los goles del ídolo Cahuatemoc Blanco.

Su figura, ya algo contundente, sigue teniendo gran predicamento dentro del pueblo por su garra y los detalles técnicos que destila de vez en cuando. Él es el máximo exponente de la situación actual del fútbol azteca (con la anécdota del Chivas en la final de la ibertadores), pesado, conformista y admirador de los que algún día fueron alguien. Con estabilidad y mayor compromiso de los que vienen por detrás, quizás algún día se cambien las tornas.

1 comentario:

Francisco Ortí dijo...

Me ha encantado el artículo. Un saludo, crack.