viernes, 12 de abril de 2013

El Basilea se hace mayor



Hay eliminatorias y momentos que cambian la vida de un club. También hay partidos que marcan un antes y un después en la carrera de un futbolista. Muchas veces ambas situaciones coinciden. No en el caso de Mohamed Salah y Mohamed El-neny. Ambos fueron protagonistas ayer en el encuentro que clasificó al Basilea para una semifinal europea por primera vez en su historia. Pero hace tiempo ya que disputaron el choque de sus vidas.

Nacidos en la gobernación de Gharbia, al norte de Egipto, los disturbios surgidos en su país les pillaron en pleno despertar futbolístico. Pronto la bélica se impuso a la balompédica y con la masacre de Port Said como punto de inflexión, el fútbol pasó a un segundo plano y la competición en el césped llegó a su fin.

Un daño colateral de la dramática situación que amenazaba con cercenar las alas de una generación de jóvenes sobre la que recaía una gran responsabilidad, la de suceder a sus inmediatos predecesores recuperando el dominio continental y volviendo a disputar al fin un Mundial que se les resiste desde el año 1990.

Para que los efectos fueran menos dañinos, la selección olímpica del país decidió disputar algunos amistosos en el Viejo Continente que les sirvieran para ponerse a tono de cara a la cita de Londres y no acusar el parón. En aquella expedición, que debía cruzarse con el Basilea, viajaban Salah y El-neny.

El primero salió tras el descanso y en tan solo cuarenta y cinco minutos demostró que no estaba dispuesto a coger el avión de vuelta. Dos goles y una exhibición de sus regates eléctricos le valieron una prueba y a la postre un contrato. Algunos meses más le costó a su compatriota. Actualmente en calidad de cedido por el Arab Contractors hasta final de campaña todo apunta a que dentro de unos meses vestirá la camiseta del Norwich.

Sus casos son solo dos ejemplos del excelente trabajo con los jóvenes que hace el club suizo, sin duda el pilar sobre el que sustenta todos sus éxitos. Chavales con ganas de comerse el mundo en su mayoría procedentes de la tierras helvéticas, propicias estas para la producción de jóvenes talentos por la confluencia de culturas que allí se da. Basta con ver la ascendencia kosovar de Xherdan Saqiri y Granit Xhaka, las dos últimas perlas en poner rumbo a otros países. Antes lo hicieron otros como Erem Derdiyok.

Lejos de perder enteros, los que llegan superan incluso a los que ya estuvieron. Y estos a su vez aprenden de aquellos que a su vez se criaron en la ciudad y hoy han vuelto tras mil y una batallas en el extranjero como Alexander Frei o Marco Streller. Los veteranos son el espejo en el que se miran los nuevos completando un círculo que se cierra y se mantiene gracias a los traspasos y un equipo de ojeadores envidiable. Estos, además de reclutar a lo mejor entre el producto nacional, traen futbolistas de fuera generando una alianza de civilizaciones que ha llevado al equipo a tener a gente de los cinco continentes entre el año pasado y este.

El Basilea crece día a día en lo deportivo y en lo económico. El año pasado batalló en Champions y este es la gran sorpresa en Liga Europa con un modelo donde la media de edad es escasa pero la ilusión y las ganas de hacerse un nombre inmensas. No podrá evitar que la ambición personal de sus imberbes estrellas les lleven a otras latitudes pero siempre tendrá un parche preparado cuando eso suceda. Producción de lujo para el autoconsumo y la exportación. Todo un ejemplo.

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