No ha sido un buen año para el Hamburgo. El equipo comenzó como un tiro en la temporada en la que aspiraba a conquistar la Europa Liga, otrora Copa de la UEFA, ante su propio público y ha acabado descalabrado a pesar de la potente inversión y sin poder catar el ansiado trofeo al caer contra el Fulham en semifinales.
Es por ello que gran parte de la ciudad llorará al ver la oportunidad perdida cuando esta semana el balón ruede en la final de la segunda competición de clubes más importante del Viejo Continente. Y digo gran parte porque habrá un pequeño reducto de rebeldes que celebrará esta ausencia tanto como su éxito propio, fraguado hace poco más de siete días tras varios años de intentos fallidos en los que la promoción les privó de catar las mieles del éxito.
Este será el distrito de Sankt Pauli, un lugar donde el fútbol y la vida se ven de otra manera completamente distinta. Lejos de la tradicional rigidez formal de los teutones, el barrio hamburgués es un pequeño oasis de libertinaje, una zona pintoresca que cuenta entre sus principales atractivos con los neones que iluminan los prostíbulos al anochecer.
Su equipo homónimo jugará en la Bundesliga la próxima temporada, una competición a la que no volvían desde el año 2001. Y desde luego la principal competición germana debería estar de enhorabuena al recibir a una de las hinchadas más entregadas y más comprometidas socialmente del país que guarda cierto paralelismo, por buscar un referente cercano, con la del Rayo Vallecano.
Al igual que el equipo madrileño, la afición del FC St. Pauli defiende posturas políticas orientadas claramente hacia la izquierda que se complemente con abiertos ideales antifascistas, antiracistas, antihomófobos y antisexistas, haciendo gala de una inquebrantable coherencia. Sólo así se entiende que el equipo tenga la mayor media del país en lo que a asistencia femenina se refiere o que su presidente Corny Littman, uno de los principales valedores del teatro en Alemania, se declare abiertamente homosexual.
Y no es que estas posturas "rebeldes" sean de nuevo cuño sino que la idiosincrasia la da la historia del barrio que, desde su construcción a comienzos del siglo XVII, siempre ha sido un refugio para las minorías que amerizaban en Hamburgo. Los pobladores pioneros, personas de clase media baja que llegaban fruto de la actividad del puerto, han dejado hoy su sitio a los "punks" y los "okupas", que conviven en amigable compañía con familias principalmente de clase obrera y con jóvenes que comienzan a independizarse .
Todo este ambiente ha hecho que sus habitantes se identifiquen sin tapujos con la bandera pirata, la enseña no oficial de la zona y del equipo, también conocido como los "Piratas del Elba". De hecho esta forma de identidad fue la usada por la "República de Sankt Pauli" en la FIFI Wild Cup, un torneo que se disputó en el estadio del equipo en 2006 y que reunió junto al conjunto local a cinco selecciones no reconocidas por la FIFA como Gibraltar, Groenlandia (que acogerá la próxima edición este año), Zanzíbar, Tíbet y la República Turca del Norte de Chipre, a la postre campeona.
Sankt Pauli es pues toda una oda a la anarquía que ve en su equipo de fútbol uno de los principales activos para difundir su forma de ser. A los que visiten el Millerntor la próxima temporada les espera un auténtico infierno, una encerrona dentro de un recinto de poco más de 20.000 espectadores que siempre ha estado lleno incluso en los peores momentos y que recibe a su equipo con el épico "Hells Bells", entonado por la voz desgarrada de Brian Johnson y amenizado por los acordes de guitarra del genial Angus Young.
Eso y una plantilla que a buen seguro recibirá un lavado de cara en la nueva aventura si quiere mantenerse en la máxima categoría. De los jugadores que componen la actual sólo el prometedor Rcihard Sukuta Pasu, que ha decepcionado y que además está cedido por el Schalke 04, tiene cierto nombre. Eso sí, quizás su principal baluarte no esté en el terreno de juego sino en el banquillo, donde maneja las riendas Holger Stanislawski, un hombre que conoce como nadie lo que rodea al club al que llegó como jugador en el año 1993 y al que ha ascendido como entrenador 17 años después.
Como antaño "Barbarroja", de sus decisiones al mando del timón dependerá en gran parte el futuro de la embarcación más canalla y excéntrica que jamás ha surcado los mares de Bundesliga.
lunes, 10 de mayo de 2010
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7 comentarios:
Mucho se ha leído sobre el Sankt Pauli últimamente. Lo que más me ha sorprendido ha sido lo que has comentado del torneo de selecciones no reconocidas. Una cosa, sobre los jugadores, comentar que hay más de uno interesante. Naki es la gran estrella del equipo, con permiso de Takyi, Ebbers o Hennings.
Saludos Desde Anfield: See you soon, Premier
Once, qué te parece, once...
http://bit.ly/bYTVny
espectacular reportaje jejeje, me encantan estas historias curiosas
me alegra mucho la llegada del st pauli a la primera de alemania me aprece que sus excentricidades le van a poner un poco mas de onda a la a veces aburrida y estructurada bundesliga, un saludo
No conocia mucho del St. Pauli pero siempre me cayó bien porque sus colores me gustan...
Saludos
¿Que no sabes qué ponerte?
http://bit.ly/bH1RI4
En los últimos años ha habido también aficionados del St. Pauli que no están de acuerdo con la actitud que ha tomado la directiva en los últimos años. Creen que se están haciendo cosas que no encajan en la imagen y la opción política que siempre ha tenido el equipo:
- Excesiva comercialización de los símbolos del equipo.
- Poca implicación de los jugadores con el barrio.
- Nuevas tribunas y las gradas VIP.
"Doc Mabuse", el primer fan del St. Pauli, que a principios de los 80 llevó por primera vez la bandera pirata al estadio es ahora fan de otro equipo de Hamburgo, el Altona 93. Sigue yendo a Millerntor pero es un buen ejemplo de fans que no comulgan con muchas de las cosas que se hacen en el club.
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