viernes, 23 de enero de 2015

El desmadre de los niños de oro

Apenas tiene dieciséis años pero el noruego Martin Odegaard (pido que me disculpéis pero aún no sé como escribir en el teclado la 'o' nórdica) se ha convertido en el precursor de una nueva forma de marketing futbolístico consistente en entrenar con los mejores equipos de Europa y finalmente anunciar a cuál marcharse después de vivir varias semanas a cuerpo de rey.

Es algo parecido, en menor escala, a lo que sucedió con LeBron James cuando decidió abandonar los Cleveland Cavaliers y postergar su decisión tanto como le interesaba a los medios de comunicación. Es innegable que el chico tiene talento, mucho además, pero... ¿realmente le conviene al fútbol algo así?.

En la época de Youtube, donde importa el aquí y el ahora, el proceso de rejuvenecimiento de las estrellas comienza a ser preocupante. Los ídolos lo son cuando ni siquiera les ha salido barba y su talento apenas ha podido demostrarse en unos cuantos partidos de ligas menores. Sería absurdo que me pusiera a criticar en estas líneas la libertad de mercado ya que cada uno puede y debe gastarse el dinero en lo que crea conveniente, pero el afán por tener desde la cuna al Balón de Oro del futuro está impulsando a los clubes a la locura.

Las canteras son cada vez menos locales y chicos que llevan toda la vida conviviendo con la idiosincrasia de sus entidades, mamando de sus valores tarde tras tarde, ven como se les cierran las puertas cerca de la meta cuando los vídeos encumbran a otro fenómeno. La competencia es así pero la cabeza puede resultar tan importante como el manejo del balón con los pies.

Intuir quién puede llegar lejos es algo factible pero la carrera de un jugador no siempre transcurre en línea recta. Lesiones, falta de confianza, malas compañías, el recelo del público... basta un pequeño soplo para hundir la estructura. Sin embargo, y pese a ello, ya se consideran mayores aquellos con veinticinco años.

Ver a clubes en su adultez histórica pegándose por un joven resulta cuanto menos llamativo y solo se entiende desde la crisis económica, que incita a gastar en el presente para ahorrar en el futuro. La otra cara de la moneda es que el dinero que mueven de los prodigios adolescentes empieza a dispararse de manera alarmante.

Las circunstancias actuales animan al riesgo mientras que aumentan la desigualdad entre los equipos. Sería impensable que a día de hoy el Ajax se coronara campeón de Europa con un plantel de hombres de la casa o que  quien destaca se convierta en un 'one club man' defendiendo un escudo sin ambiciones.

El fútbol cambia y con él las costumbres y las dinámicas. Pese a ello, aceptar esto como un dogma de fe no debería ser lo idóneo. No es fácil frenar la corriente actual pero endiosar a los púberes es una práctica peligrosa que atenta contra el sentido de la lógica, alterando el devenir natural del ser humano y del mercado.

1 comentario:

Robert dijo...

Aprovecho para felicitarte por el blog (creo que nunca había comentado). Mi primer comentario, pues, es una tontería... para hacer la Ø tienes que hacer Alt + 0216