lunes, 12 de enero de 2015

El Olympique de Lyon ha vuelto


Francia ha vivido la que probablemente sea la semana más dura de su historia reciente. En el país de la libertad esta ha sido atacada sin piedad ni más ni menos que en la raíz, en el gremio que más la enarbola y la distribuye. El atentado contra la revista Charlie Hebdo, no menos sanguinario que el perpetrado en el supermercado o el asesinato a sangre fría de una agente del orden, supone un ataque a los valores fundamentales de la patria.

Muchos nos hemos sumado al grito unánime de "Je suis Charlie" porque en el fondo algo de nosotros se quedó en aquella redacción, el derecho a poder expresar aquello que pensamos y sentimos. La gente se ha lanzado a la calle en masa y el recuerdo a las víctimas se ha hecho extensible al mundo del deporte.

Sucedió por ejemplo en Lyon donde los jugadores del Olympique saltaron al campo con una camiseta adornada con ese mensaje tan reproducido y tres horas después de lo previsto, respetando así el homenaje nacional. Lo hicieron para disputar un partido clave, ese que podía darles el liderato de la Ligue 1.

Cumplió la plantilla y lo hizo a lo grande, imponiéndose por 3-0 al Toulouse en un duelo donde no sufrieron apuros y que dejaron prácticamente sentenciado con dos goles de Lacazette antes del descanso. Volvía así la 'grandeur' del club, perdida en los últimos años por los méritos económicos de los demás y los deméritos propios.

No es fácil explicar cómo el club cayó en barrena tras perder su primera liga en siete años y tampoco por qué ha tardado tanto en levantarse, en recuperar las buenas sensaciones y mostrarse competitivo de nuevo. Las dos etapas sucesivas de Puel y Garde desdibujaron el potencial y si bien es cierto que en ese tiempo se ganó una Copa y se alcanzaron por fin las semifinales de la Liga de Campeones, no lo es menos que la entidad se diluyó hasta dejar de considerarse relevante.

El panorama ha cambiado con Hubert Fournier, un técnico joven que ha ganado trascendencia tras lavar la cara de otro histórico como el Stade Reims. Sin complejo alguno, consciente de que esta ante una de las oportunidades de su vida, el preparador galo ha decidido dar galones a los talentos emergentes sin renunciar a los beneficios que le pueden aportar los veteranos. 

Solo ocho jugadores superan los veinticuatro años y, los que lo hacen, tienen su parte de protagonismo. De esta manera todos se sienten integrados y partícipes, saben que pueden sumar al éxito común. Liderados en el verde por un Lacazette que crece cada año y encadena cuatro dobletes consecutivos en la competición liguera, solo uno menos que las victorias seguidas que lleva el Olympique, su acierto de cara a puerta no es sino la expresión individual de la confianza colectiva. Y esta puede ser, ojalá lo sea para seguir creyendo en el fútbol, más poderosa que cualquier cúmulo de individualidades o que una montaña de petrodólares.

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