viernes, 12 de diciembre de 2014

La difícil conquista del Oeste

No corren buenos tiempos para la relación entre Europa y Rusia. Ni en el plano político ni en el futbolístico, con los equipos del país fuera de la Liga de Campeones antes de lo esperado. Un fracaso recurrente que no por ello deja de sorprender a todos aquellos que, antes de que arranque el torneo, esperan que de una vez por todas los rublos hagan su efecto en el panorama internacional.

La honrosa actuación del CSKA de Moscú en el llamado grupo de la muerte no es motivo suficientemente de alivio ni de orgullo. Más si se tiene en cuenta que el Zenit no ha podido pasar del tercer puesto pese a compartir cuadro con rivales de un nivel parejo al suyo y acabará en el paraíso dorado de la Liga Europa, refugio en el que encontró el primer título continental de su historia.

Ese torneo, por donde camina con paso firme el Dinamo de Moscú a lo largo de la presente edición, se ha convertido de un tiempo a esta parte en el hábitat natural para unos clubes rusos, que parecen pecar de falta ambición y consolarse con ser cabeza de ratón en el segundo peldaño del balompié continental.

De hecho solo el CSKA de Moscú ha sido capaz de colarse entre los ocho mejores de la Champions durante este siglo XXI y hay que remontarse hasta mediados de los noventa para encontrar el precedente más inmediato en la figura del Spartak de Moscú. Poco éxito en mucho tiempo, menos incluso que el acumulado por el global de los equipos ucranianos sin ir más lejos.

Si bien es cierto que el fútbol patrio ha sido víctima durante muchos años de una competición nacional muy abierta pero poco potente en la que el calendario les impedía llegar en plenitud a los momentos decisorios de la máxima competición continental, no lo es menos que el impulso económico reciente no ha solucionado los problemas.

A la potencia del este han llegado en los últimos años futbolistas y entrenadores con cartel. Hombres de porvenir seducidos por la chequera y la esperanza de un futuro más glorioso. Sin embargo esa semilla en forma de aspiraciones vitales no termina de germinar bajo el frío, oculta tímidamente bajo la escarcha.

De momento la única solución al asunto pasa por tener paciencia y desear que esta resista más que las ganas del triunfo inmediato que tienen por lo general quienes pagan los sueldos millonarios con sus ahorros. Con el Mundial a la vuelta de la esquina y el deporte rey cada vez más globalizado no es opción sino casi necesidad que Rusia se ponga las pilas y dé el salto que los espectadores reclaman.

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