lunes, 10 de marzo de 2014

Tranquilidad y buenos alimentos


En el frío norte de Italia, donde parece no suceder nada; ver nacer a Giuseppe Verdi y ser al mismo tiempo un referente en materia gastronómica son motivos suficientes para sentirse orgulloso. Las dos señas de identidad parmesanas parecen antagónicas a simple vista pero encuentran un punto de unión en el equipo de fútbol de la ciudad. El compositor italiano representa el amanecer de la entidad. La industria alimentaria, personificada en la empresa Parmalat, el éxtasis y el ocaso.

Cien años después de su fundación como Verdi Foot Ball Club, el Parma afronta los fastos conmemorativos en una situación que rompe con la anodina estabilidad de las últimas campañas. Todo hasta ahora era llano en una etapa con puertos de categoría especial y mortíferos descensos trufados de curvas pronunciadas. Archivados y casi en blanco y negro quedan ya los títulos europeos y la gloria de aquella década prodigiosa que ocupó la transición entre el siglo XX y el XXI. Los excesos tuvieron consecuencias y solo ha servido apretarse el cinturón y sobrellevar las penurias para salir adelante, de forma menos vistosa pero al menos más responsable.

Sin embargo, en los últimos meses, todo parece haber cambiado. La ilusión se sienta de nuevo en las gradas del Ennio Tardini y al paladar de alguno ha vuelto el regusto de tardes de gloria con Buffon, Cannavaro, Thuram, Dino Baggio o Chiesa en el once. Aquellos hombres alcanzaron, entre otros logros, una Copa de la UEFA y un subcampeonato liguero. Pensar en algo así a día de hoy es ciencia ficción pero solo el hecho de rondar los puestos que dan acceso a Europa y encadenar quince jornadas sin conocer la derrota en la Serie A resulta de lo más sugerente para esos aficionados en cuyo honor el club retiró en su día el número doce.

Tras un arranque de competición más bien dubitativo, los emilianos han aprendido a dejar su portería a cero y dar solidez a la improvisación arriba. Del centro del campo hacia adelante el panorama es semejante al de una reunión de los superhéroes de Marvel. Gargano y Marchionni ponen la fuerza, Parolo la visión de juego, Biabiany tiene el don de la velocidad, Amauri está recuperando el del gol y luego está Cassano.

"Fantantonio" aglutina todas las virtudes y las pone al servicio del colectivo. En lucha eterna contra la kryptonita del profesionalismo, el punta de Bari viste últimamente el frac de las grandes ocasiones, luce la etiqueta que exigen los cien años de historia de los intereses que defiende. Aterrizó con un símbolo de interrogación en la maleta y está firmando una campaña digna de exclamación. Ha despertado a tiempo y reclama un billete en el avión que llevará a la azzurra a Brasil. También Parolo y Paletta, que ya han sido llamados por Prandelli.

Retos tardíos pero motivadores para un cúmulo de futbolistas que peinan canas balompédicamente hablando. Los once hombres más usados por Donadoni superan los veinticinco años, diez de ellos los veintiocho y siete de estos últimos los treinta. Su éxito solo se entiende desde la voluntad de gritarle al mundo que sus carreras no se han acabado, que aún pueden regalarse un paseo continental y emular a aquellos que un día fueron héroes locales y con el tiempo se convirtieron en estrellas globales o incluso en campeones del mundo.

En la ciudad de la pasta Barilla y el queso que alegra, del jamón serrano en versión transalpina (pido perdón a los puristas), del genio que ideó una obra maestra como la ópera "Aida"; se vuelve a disfrutar con el fútbol. La idea de redondear la temporada en una  fecha redonda ya flota en el ambiente. Todos los rivales que pugnan por ese honor ganan en plantilla y dinero, pero eso no siempre es suficiente.

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