viernes, 13 de diciembre de 2013

La ciudad del cambio

En agosto de 2012 Andy Reid perdió a su hijo por una sobredosis de heroína. Creía que había logrado reconducirle de su adicción e incluso le dio la oportunidad de trabajar junto a los entrenadores de fuerza de los Eagles de Philadelphia, equipo de fútbol americano al que dirigía de forma notable desde el año 1999. No fue suficiente para el joven Garrett, al que encontraron sin vida en la habitación de la universidad donde se realizaba la pretemporada. Tenía veintinueve años y esteroides en la estancia, lo suficiente como para que además se cuestionara su labor. El padre, roto por el dolor, tuvo que salir a defender su figura. Necesitaba un cambio.
 
El quaterback Álex Smith estaba por fin en lo más alto. No le había resultado fácil encontrar la recompensa a su esfuerzo después de muchas temporadas aciagas en un equipo histórico como los San Francisco 49'ers. Su progresión era lenta pero las cifras de sus últimas campañas invitaban al optimismo. Así, lleno de confianza, llegó al partido contra los Saint Louis Rams. La tarde no iba bien y decidió intentar ganar unas yardas en carrera ante la imposibilidad de encontrar a un compañero en la recepción. Fue derribado. Un golpe seco en la cabeza. Pérdida de la visión. Cambio por el reserva Colin Kapernick y fin de la historia. Cuando pudo volver había perdido el puesto y asistió impotente desde el banquillo a la derrota en el Superbowl ante los Ravens. No pudo hacer nada por alcanzar su sueño. Necesitaba un cambio.
 
Oriol Rosell llegó al Barcelona en edad cadete. Allí, en "La Masía", compartió la ilusión de vestir la elástica azulgrana en el Camp Nou junto a chicos como Sergi Roberto o Muniesa. Todos ellos ganaron la Nike Premier Cup y fueron progresando. Él llegó hasta el penúltimo escalón. En el filial, cuando acariciaba con los dedos aquello por lo que había peleado, empezaron a cerrársele las puertas. Dejó de contar para el entrenador mientras otros daban el salto. Necesitaba un cambio.
 
Algo semejante le sucedió al lateral zurdo argentino Federico Bessone. Hizo las maletas y aterrizó en España procedente de su país natal para labrarse un futuro en el fútbol europeo. En las inferiores del conjunto azulgrana coincidió con Leo Messi. Uno llegó alcanzó el objetivo, el otro se marchó a las Islas Británicas. Tras despuntar en el Swansea aceptó fichar por el histórico Leeds. Fue una mala decisión. Acabó cedido en el Charlton y rescindiendo su contrato. Volvió entonces al Swansea, pero ya nada era lo mismo. Pese a debutar en la Premier, su experiencia en el Viejo Continente se fue diluyendo. Necesitaba un cambio.
 
Son cuatro historias diferentes, de tristeza y de frustración, que confluyen en un mismo lugar; Kansas City. La ciudad más poblada del estado de Missouri ha acogido entre sus muros a todos ellos ofreciéndoles una oportunidad para la redención. Y la han aprovechado, hasta el punto que no recuerdan los habitantes de la zona un momento en el que el deporte local gozara de tan buena salud a nivel nacional.
 
La primera alegría llegó esta semana cuando el equipo de soccer conquistó la MLS Cup tras imponerse en la final al Real Salt Lake. En una plantilla donde los nombres de los jugadores franquicia no son tan altisonantes como los de otras, ha primado el conjunto, la ambición y también el buen hacer de su técnico Peter Vermes; el único capaz de levantar el trofeo primero como jugador y luego como entrenador en un mismo equipo.
 
La segunda podría aparecer dentro de unos meses. Un arranque excepcionalmente bueno colocó a los Kansas City Chiefs como el último equipo en caer en la NFL durante el presente curso. Pese al bajón de juego en las últimas jornadas, la esperanza de volver a conquistar un Superbowl casi cuarenta y cinco años después permanece intacta. Sería el premio máximo para una ciudad que ha dado cobijo a los desamparados para ponerles de nuevo una sonrisa en su cara.

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