martes, 5 de noviembre de 2013

Permiso para despegar

Ayer fue un día histórico para un país entero, para un territorio que va sumando hitos futbolísticos con el paso del tiempo. Hasta hace no demasiado Gales era conocida en los círculos del deporte rey como poco más que la patria de Ryan Giggs, mito del Manchester y firmante de un pacto etario con el mismo Satán.

Un dato relevante para la historia pero que desde el pasado verano ha ido perdiendo peso en detrimento de otro nuevo y quizás más llamativo. Porque ese mismo lugar, donde solo han visto el Mundial y las Eurocopas por la televisión, fue asimismo el que alumbró a Gareth Bale, según algunas versiones el fichaje más caro de la historia.

Ahí está ahora mismo el tope de exposición galés si bien aún queda espacio para conquistas menos relevantes pero no menos satisfactorias. Sin ir más lejos la que se alcanzó ayer, cuando dos equipos amparados bajo su bandera dirimieron una contienda en la Premier League inglesa, quizás la competición de la regularidad más importante del mundo, al menos la que más difusión tiene.

Fue el clímax para dos entidades que junto a otras desertaron en su día del modesto sistema local para buscar su progresión hacia el Olimpo. La historia de los que se quedaron en realidad ni es larga ni es jugosa. Primero el Barry Town y posteriormente el All Saints, otrora Total Network Solutions, se repartieron de forma casi despótica los títulos quedando las migajas para el Bangor City, el Rhyl, el Cwmbran Town y el Llanelli. 

Sin embargo, y de forma casi inesperada, ha surgido una voz contestataria dispuesta a romper el orden establecido. Un conjunto que en su ADN conserva la esencia del fútbol con olor a linimento y los postes de madera, de ese que se jugaba cuando los operarios de las fábricas se entregaban a la solaz tras largas jornadas apretando tornillos.

En Broughton, una de esas localidades ligadas a una empresa como sucede con Eindhoven o con Espoo, fueron aquellos que construían las alas de los aviones quienes pusieron los cimientos. Sesenta y siete años y siete cambios de nombre después el "Airbus UK Broughton Football" lidera la tabla con un proyecto que crece en paralelo al éxito de la industria.

Comandados por Andy Preece, un técnico que en su día se desenvolvió como tanque de área y que aún se eleva casi un metro y noventa centímetros por encima del suelo, el proyecto ha ido desarrollándose de forma exponencial a la sombra de un campeonato del que se habla poco. Primero amenazaron poniendo en apuros en la primera ronda de la Europa League al Venstpils, un equipo que sin ser la panacea estaba más curtido en esos menesteres, y ahora lidera con mano de hierro tras una arranque inmaculado en el que no conoce la derrota.

Así es la edad dorada de un club simpático que luce un avión en su escudo y no ascendió hasta la temporada 2004. En un país que sigue sin explicarse por qué su selección no ha disputado una competición internacional de nivel con esos cimientos, que ve como su mejor fútbol lo disfrutan en el territorio vecino; las gestas de aquellos que se hacen a sí mismos son una buena noticia. Lo único a lo que agarrarse para hacer zapping en los descansos del rugby.

No hay comentarios: