viernes, 25 de enero de 2013

En memoria del sargento Speirs

Nunca se supo la fecha exacta de su muerte si bien esta se sitúa alrededor del 20 de agosto de 1917, día arriba día abajo. Tampoco cómo sucedió. Pudo ser un disparo, una explosión, quizás una herida de arma blanca. Es lo que tienen las guerras, donde los cadáveres son tan solo un número, cuerpos abandonados en mitad de la nada bajo el estrepitoso sonido de los disparos y el olor de la pólvora.

Sobre el terreno bélico Jimmy Speirs era uno más de esos soldados que se enroló voluntariamente en defensa de unos ideales y perdió la vida en el intento. Había ascendido a sargento, es cierto, pero el enemigo nunca entendió de rangos ni de historia. En la Primera Guerra Mundial se mataba o se moría y a él le tocó la peor parte, así de sencillo.

En su caso el fin de la vida le llegó, como a casi medio millón de combatientes, en la "Batalla de Passchendaele". Esta fue la tercera de las que se libraron en torno a la ciudad belga de Ypres, un enclave estratégico para los alemanes de cara a conquistar todo el territorio belga. Por ello la rodearon por tres lados, una acción que obligó a los ingleses a intervenir y con ellos a las fuerzas aliadas.

Al final las hostilidades se quedaron en nada, con los segundos recuperando tan solo una pequeña porción de terreno y dejando por en camino gran cantidad de bajas, entre ellas la de Speirs, un hombre que sobre sus espaldas ya cargaba con otras escaramuzas bélicas como la que se libró en Arras. Aquello le valió una medalla al valor, reconocimiento individual que reconoció su labor sobre el campo de batalla. No fue la única de su vida. Años antes ya había recibido otra, en este caso por los servicios prestados sobre otro campo, este de césped y con dos porterías.

Ambas fueron subastadas en el año 2003 por sus descendientes, elevándose el montante de la deportiva a los 26.210 dólares. Detrás de aquella compra apareció el nombre de Mark Lawn, co-fundador de una empresa de alquiler de coches y amante del fútbol. Su objetivo era que esta luciera orgullosa en el museo de su club con motivo del centenario del mismo.

Esa entidad no era otra que el Bradford City, a la que sacó de la bancarrota y de la que hoy es máximo accionista. La misma que, estando en cuarta división, disputará la final de la Capital One Cup contra el Swansea en la que será una oda al fútbol modesto. Esa que volverá a disputar una final copera ciento dos años después, contagiada quizás por el espíritu que encierra esa presea rescatada del olvido.

La única vez que algo así sucedió fue en 1911. Los "Bantams" se midieron por entonces al Newcastle con Jimmy Speirs en el once. Este escocés criado en un hogar con seis hijos, que antes de dedicarse al fútbol era dependiente en el negocio familiar y que posteriormente, con el paso de los años, militó en la masonería, ejercía además de capitán.

En el primer encuentro el resultado final fue de 0-0. Esa circunstancia forzó un replay que se jugó en Old Trafford.  Allí, en el teatro de los sueños, el del Bradford se hizo realidad gracias a la cabeza del jugador que, con su gol, escribió su nombre con letras de oro en la historia. Para la posteridad queda la portada del "Daily Mail" en la que él salía levantando el trofeo. Aquello fue en blanco y negro. El destino da la opción ahora de pintar aquella gesta en color.

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